Estas palabras me las dijo, la semana pasada, una mujer divorciada que tiene a cargo sus tres hijos. Es una frase que he escuchado muchas veces en la intimidad del consultorio y hasta en ese contexto las mujeres bajan la voz para decirlo, como si tuvieran el temor de ser escuchadas. Cuando esto ocurre se lo devuelvo preguntándole ¿por qué baja la voz? y su respuesta refleja culpa frente a lo que siente, impidiéndole expresar lo que realmente desea.

En esta cultura donde la maternidad está sobre valorada y donde con mucha frecuencia las mujeres se quedan con sus hijos e hijas luego de un divorcio o separación, estas emociones suelen aflorar producto de la sobrecarga de responsabilidades. Como un ejercicio de toma de conciencia les hago repetir varias veces la frase que como un impulso y en voz baja me dijo. Registramos lo que van sintiendo a medida que lo repiten y la carga emocional asignada a la frase, suele ir disminuyendo.

Es un ejercicio muy sencillo que deja un buen sabor en las mujeres y les hace caer en cuenta de la necesidad de ser honestas con ellas mismas y cuidarse como recurso humano que está a cargo de otros seres humanos. Para que entienda que su ansiedad es la ansiedad de sus hijos, que su miedo es el miedo de sus hijos y que su rabia, dolor o angustia se la transmite a ellos de manera inconsciente.

Cuando abrimos el tema para poder entrar en sus ideas acerca de la maternidad, nos encontramos con todas las justificaciones aprendidas en la cultura para asumir la carga 24/7 y no atreverse a decir "estoy cansada", "no puedo más", "necesito ayuda", "hoy quiero estar sola", "quiero un tiempo para mí".

Esta libertad no está modelada en la cultura para las madres, hay que hacerlo y hacerlo bien, porque si no,  seremos juzgadas y mal vistas. Las mujeres, en el afán de que esto no ocurra, se desgastan haciendo más de lo que pueden y hasta más de lo que deben por sus hijos e hijas. Si además manejan rabia porque el padre de sus hijos los abandonó afectiva y económicamente, se intensifica aún más la carga emocional de la responsabilidad materna.

No es casual la contraposición entre la sobre valoración de la maternidad y el permiso dado a los hombres en esta cultura para que cedan sus responsabilidades paternas a la madre. Tampoco es casual que las mujeres sigan diciendo con frecuencia  "yo soy madre y padre", a pesar de no ser posible, pero ellas parten de su día a día, en el que  tienen que asumir las responsabilidades socialmente atribuidas a ambos roles.

La realidad es que muchas veces las madres necesitan un fin de semana sin sus hijos, un domingo a solas en su casa, un sábado en la tarde para parlotear emociones con sus amigas sin tener que estar pendiente de que hay que recoger a los chicos, llevarlos a un cumpleaños o hacer alguna diligencia para un trabajo de la escuela.

Poder hacerlo y poder decirlo sin culpa o sin el temor a ser juzgada, permitirá una maternidad más sana, con menos ansiedad y sin estar a la espera, una vez pasado el tiempo, de que los hijos retribuyan el "gran sacrificio" que durante años se hizo por ellos, traspasando así  la culpa a la siguiente generación  por un trabajo que igual hay que hacer, pero que sin la carga emocional y dándose el permiso de cuidarse y disfrutar un poco de tiempo para ella misma, sería más sencillo y gratificante.

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@solangealvara2