La pregunta más común e insistente que nos hacen siempre en actividades donde asisto como conferencista, es que si es preferible un candidato político de perfil religioso en las circunstancias actuales.

Mi opinión es que la política es una carrera de vocación, (aunque no para muchos) que exige tiempo, dedicación y servicio si lo tomamos del lado positivo e idealista y por el otro lado, ciertamente existe un amplio descrédito por la tendencia  que han tenido ciertos líderes políticos a la corrupción y el enriquecimiento ilícito.

De hecho, nuestras sociedades latinoamericanas están hastiadas de líderes insensibles, volubles, corruptos y mal preparados que ejercen funciones públicas.  Lamentablemente, las experiencias en ese sentido son reedituables, por la inversión de valores que vive nuestra época.

Aunque prefiero que los buenos líderes religiosos, en nuestro caso evangélicos, continúen con su labor pastoral a favor de sus comunidades, aquellos que han sentido la inquietud de incursionar en una carrera política pueden hacerlo, sin renunciar a los principios bíblicos que sustentan su fe.

El Banco Mundial ubica a la República Dominicana  como el segundo país de América Latina y el Caribe que registra un mayor crecimiento de la clase pobre en comparación con la clase media, pero la equidad no progresa con la celeridad esperada

El adecentamiento del ejercicio de la política es una antigua aspiración de los dominicanos y existen en todas las comunidades del país iglesias evangélicas que desde hace décadas han hecho un valioso trabajo social autogestionario y sin ninguna ayuda estatal.

Actualmente el Consejo Dominicano de Unidad Evangélica (CODUE) que me honro en presidir, cuesta en su  seno con poco más de nueve mil iglesias en las diversas regiones del país.  Cada una de ellas afiliadas a los concilios más importantes del país realiza una labor social, sustituyendo en muchos casos el rol que debería hacer el Estado.

Las personas más llamadas  a saber las necesidades socioeconómicas de sus comunidades son los pastores y líderes evangélicos que cada día orientan a hombres y mujeres en principios y valores a través de la Biblia.  Es por esa razón que el perfil religioso de ellos puede ser de gran ayuda al ejercicio político del país.

Nuestro llamado no es a encerrarnos en grandes estructuras complacientes de nuestra comunidad de fe, sino de ir al encuentro de los necesitados.  La Iglesia evangélica en estos momentos se encuentra frente a un enorme desafío social.

Los pronósticos económicos más serios, y aun los que no lo son, coinciden en afirmar que en América Latina, así como en el resto de países llamados del Tercer Mundo, continuará el incremento acelerado de los grandes problemas sociales que ya hemos padecido en las últimas décadas del siglo XX.

La pobreza en sus niveles más inhumanos, la marginalidad y la miseria serán rasgos que nos seguirán acompañando. Una paradoja es el hecho de que el Banco Mundial ubica a la República Dominicana  como el segundo país de América Latina y el Caribe que registra un mayor crecimiento de la clase pobre en comparación con la clase media, pero la equidad no progresa con la celeridad esperada, lo que genera un estancamiento de la clase media.

Es por esa razón que líderes políticos con perfil religioso que quieran incursionar en la carrera política con vocación y teniendo en cuenta los principios y valores bíblicos y éticos pueden hacerlo y traer esperanza y mejoría para sus comunidades.