La práctica política de los dos partidos mayoritarios (PLD-PRD), y de la mayoría de los partidos minoritarios, tiene como columna vertebral el clientelismo muy a pesar de la connotación altamente negativa de esta forma de hacer política partidaria, del enorme daño que le hace a la democracia y sobre todo del desgaste que genera en quienes la ejercen.
Rodrigo Borjas define el clientelismo como "un estilo de hacer política que consiste en generar fidelidades y gratitudes en grupos de la población a cambio de favores que les ofrecen o dispensan los políticos." Señala el autor citado que estos grupos usualmente están "cautivos". Se refiere a esos grupos sociales que no han recibido la educación necesaria que les permita salir de la pobreza y por tanto dependen de regalos para cubrir algunas necesidades básicas.
No hay duda de que este sistema produce resultados electorales concretos en la República Dominicana, sobre todo teniendo en cuenta que esos grupos cautivos son mayoría, y por eso una práctica que comenzó Joaquín Balaguer, lamentablemente se ha extendido a casi todos los partidos, y no sólo se utiliza en las elecciones congresuales, municipales y presidenciales, sino también en las elecciones internas de los partidos.
Si se examina lo que ha ocurrido en el PRD y en el PLD se comprobará que algunos líderes de estos partidos que no han querido competir con este tipo de armas, nunca han podido ganar elecciones internas (Francisco Domínguez Brito y Milagros Ortiz Bosch, son buenos ejemplos). Y parecería que el que no esté dispuesto a utilizar este tipo de mecanismo está condenado a perder.
Esta forma de hacer política desnaturaliza completamente la democracia, pues el voto obtenido de esa forma no es un voto libre. Además, desvía enormes cantidades de recursos, públicos y privados, a actividades que no contribuyen a crear valor en la sociedad dominicana. Es un dinero que se tira al zafacón y que rezaga el desarrollo de nuestro país. Pero ninguno de nuestros líderes, ni los presidentes que hemos tenido, han hecho nada por reducir esta práctica y por el contrario se han lanzado a una competencia clientelar salvaje.
En estos días un líder político hablaba con mucha franqueza del tema y decía que ningún partido que aspirara seriamente al poder abandonaría las prácticas clientelistas mientras los demás partidos con los que competía no hicieran lo mismo. Abogaba por un gran pacto político entre todos los partidos para poder reducir el clientelismo en nuestro país.
¿Qué podría estimular a los líderes de los partidos políticos a discutir la posibilidad de un acuerdo de esta naturaleza? Probablemente los riesgos que entraña la práctica clientelar. El clientelismo es a la salud de los partidos políticos lo que son los esteroides a la salud de los peloteros. Le genera ganancias inmediatas, pero de manera paralela se va acumulando un desgaste que terminará siendo cobrado en el futuro, aunque sea lejano.
Cuando el clientelismo se ejerce desde el Estado entraña riesgos muy serios, pues cuando se hace uso de los bienes públicos para tales fines en muchos casos se compromete la responsabilidad penal de los responsables. Es cierto que muchos asumen el riesgo confiando en la impunidad que ha prevalecido, pero el riesgo existe y se comprueba cuando un partido pasa del gobierno a la oposición y se inician acciones penales. Es cierto que la casi totalidad de estos casos han concluido sin sanción, pero en algún momento las cosas podrían cambiar y algunos podrían pagar muy caro este tipo de prácticas.
El Congreso se apresta a conocer un proyecto de ley de partidos políticos introducido por la Junta Central Electoral y deberá además modificar de manera integral la vigente ley electoral. Debería ser el momento apropiado para establecer normas que reduzcan el clientelismo político. Pero ocurre que la mayoría de los miembros del Congreso son usuarios del sistema clientelista y muchos de ellos, le deben sus posiciones a este sistema.
Si el Estado invirtiera lo suficiente en educación, el clientelismo no tendría futuro pues muchas personas dejarían de ser cautivas al haber aumentado su nivel de consciencia o haber salido del estado de pobreza.
Parecería que no hay solución, pero la verdad es que todo tiene un límite en la vida. El sistema clientelista no libera a la gente, que sigue en estado de pobreza, lo que aumenta como secuela los niveles de violencia y hace que crezca la insatisfacción social. Nuestros líderes deben asumir consciencia del enorme riesgo que están corriendo, que están haciendo correr a sus partidos y al país.
Esperamos que gente de buena fe en cada partido se percate de que el camino del clientelismo conduce a un precipicio y ayude a detener la marcha desenfrenada en esa dirección. También que desde la sociedad civil se generen esfuerzos más firmes, que los empresarios, las iglesias, los medios de comunicación, las universidades y toda la ciudadanía reclame más responsabilidad a los que nos conducen directo al precipicio.