En los inicios de la pandemia se hizo frecuente las críticas ácidas y burlescas en contra de los influencers. Uno de los memes que recuerdo reunía la imagen de varios profesionales que a su vez se presentaban y decían su profesión: yo soy médico, soy ingeniero, etc., y el último decía “y yo influencer”.

Muchos entendían que un error de la sociedad contemporánea es que las profesiones tradicionales que pueden aportar un beneficio social hayan disminuido mientras una cantidad considerada de personas se haya dedicado a monetizar contenidos a través de las redes sociales. Esto me ha llevado a intentar aclarar qué es un influencer.

Influencer es un galicismo que la RAE aún no admite y sugiere utilizar el concepto castellano de “influyente” y se define como una persona que cuenta con cierta credibilidad sobre un tema concreto, y por su presencia e influencia en redes sociales puede llegar a convertirse en un prescriptor interesante para una marca.

Los influencers tienen las funciones de ser promotores de una marca nueva o captar la atención de un producto o servicio determinado. También pueden promocionar una acción de marca o dar a conocer un evento en el que es invitado.

Por lo general es una personalidad pública que se hizo famosa a través de Internet y que encuentra en el ámbito digital su principal ámbito de influencia. Se trata de celebridades con miles o millones de seguidores en las redes sociales.

Un influencer es alguien capaz de viralizar contenidos, es decir, de multiplicar la difusión y la propagación de videos, imágenes, etc. Además incide en las decisiones de consumo de sus admiradores, marcando tendencia. Por eso suelen ser figuras que contratan las empresas y las marcas para el desarrollo de campañas publicitarias ya que su fama garantiza la llegada de los anuncios a una gran cantidad de personas.

El concepto de influencer surge con el boom de las redes sociales, pero la figura siempre ha existido, las marcas siempre han utilizado como estrategia contratar figuras de notable incidencia social, sobre todo artistas o personas de los medios de comunicación. Son innumerables los productos mercadeados con la imagen de una figura notable, de manera que este fenómeno no es nuevo. ¿Dónde ha estado el problema y por qué se denigra la función del influencer?

Pienso que tiene mucho que ver con el modelo de sociedad que tenemos. Esta es una sociedad que ancla sus remos a la banalidad, lo trivial y fútil de la vida, donde lo importante deja de ser atractivo.

Un video que se haga viral puede aumentar considerablemente el número de seguidores de una persona en cuestión de días porque no estamos ante una sociedad que sigue líderes, sino ídolos, donde el ciudadano es sustituido por el consumidor y las personas que tienen plataformas digitales son conscientes de cómo puede cambiarles la vida un video.

La joven que fue detenida por violar el toque de queda y que luego apareció en una piscina celebrando su hazaña de salir ilesa gracias a un permiso de transitar con libertad terminó diciendo a la policía “síganme en Instagram”. En cuestiones de horas sus seguidores se triplicaron, días después presentó un documento con su tarifa de publicidad. Un hecho reprochable la convirtió en influencer.

¿Debería ser eso lo que convierta a una persona en influencer? Evidentemente que no, pero a esta sociedad le importa más el circo que el pan y mucha gente ha decidido buscarse el pan por medio del circo.

Esa es la realidad.