"Allí donde esté el cadáver,
allí se juntarán los buitres".
Lucas 17: 37
Empiezo por pedir excusas a quienes le han dado seguimiento a esta columna que va ya, como las series de televisión, por su tercera temporada porque debido a la inesperada irrupción de un nuevo lenguaje pastoral decidí renunciar al artículo que sobre la Navidad escribo todos los años durante el Adviento: la incorporación del “maricón” al anuncio del Evangelio, lo deja a uno sin inspiración ni confianza. Mejor ir pensando en la cena del 24 y dejar que los muertos entierren a sus muertos.
Dadas las excusas, vamos a lo nuestro. Que la cosa se pone cada día mejor es difícil ponerlo en duda. Un indicador es el notable aumento en los medios de los artículos sobre la situación internacional. Los últimos días carecen, lamentablemente, de muchas novedades: las primarias con dos muertos indican una disminución notable de la violencia política en eventos de ese tipo, pues en la convención anterior para escoger la ampliación del Comité Central hubo cuatro y quienes negaban la crisis del sistema de partidos ya no se oyen.
Respecto de la crisis del sistema político tengo la impresión de que las alianzas son un buen indicador de lo difícil que se está haciendo sostenerlo y a ello se suma que la boleta de mayo está todavía lejos de definirse: esta semana dos candidatos que parecían seguros, no lo serán hasta febrero. La oposición se quedó sin candidato único y si todo marcha bien tendremos una pintoresca reedición del “Frente Patriótico”. Es la cruz que hay que cargar por aquello de que la historia se repite, una vez como tragedia y otra como farsa.
Por otro lado, la forma en que están actuando las fuerzas políticas que mueven el funcionamiento de las instituciones deja poco lugar para las dudas. De lo que se trata es de ver quién administra el sistema autoritario post Trujillo, y para eso nada mejor que tener entre los aliados a quienes fueron los creadores del modelito. Ellos están aquí y allá, la continuidad estría asegurada a condición de que logren garantizar las tres primeras casillas en la boleta y conjugar el verbo estratégico: “polarizar”.
Vuelve, entonces, la pregunta que nos hemos hecho más de una vez. ¿Qué es lo que está en juego? La respuesta permite hacer el análisis para determinar a quién le convienen las alianzas. Resulta deprimente escuchar o leer a éste “porque aumenta el número de candidatos”, al otro porque “necesitamos candidatos que lleguen con financiamiento”. O abrir la prensa y tropezar con aciertos del tamaño de “este tipo de alianzas se dan en toda Latinoamérica”, sin nombrar una sola, porque no es verdad. En ninguna de nuestras cuestionadas transiciones latinoamericanas fuerzas políticas comprometidas con el progreso político se aliaron con actores políticos que fueron parte de las dictaduras y cuyas prácticas han sido ejemplos vergonzosos de violaciones de los derechos humanos y de las más indecorosas acciones para impedir la justicia y la democracia.
Les ruego me perdonen si el tema lo hemos tratado antes, pero uno tiene su corazoncito. Y me refiero al país donde nací. Chile ocupa en los análisis una innegable e inmerecida preocupación y atención. Primero creí que a los analistas les faltaba información pero ha quedado demostrado que no sólo leen los periódicos chilenos sino que algunos también los plagian; luego creí que era la confusión propia de políticos novatos; finalmente cuando leí que inauguraban “un pacto tipo Chile” me pareció ofensivo. En la tierra de O’Higgins nunca a nadie que quisiera la recuperación de la democracia, a ningún demócrata, con todos sus defectos, se le ocurrió jamás pactar con la UDI, así que ya no creí sino que entendí qué es lo que quieren y a quién le conviene. Ya saben todos y todas en que despacho y en cual puerta pretenden detener la corrupción.
Queda todavía por ver cómo reaccionarán aquellos y aquellas que por su compromiso con la democracia no generaban dudas respecto a lo que ha sido su vida política. No se verán bien en la foto y, si no reaccionan, se verán peor en los textos de historia denunciados con el mismo lenguaje “en el que un día se escribirán los tratados de comercio, la Constitución, las cartas de amor, y los decretos.”