Por más de cincuenta años las principales ciudades de la República Dominicana han estado imbuidas en un caótico sistema de movilidad urbana como producto de la ausencia de una oferta de transporte colectivo eficiente. Este caos impacta directamente en la calidad de vida de los habitantes a través del incremento de los entaponamientos, el aumento de los niveles de contaminación y el impacto en la economía familiar.

Numerosas opciones han surgido durante las últimas décadas para solucionar este problema histórico; varias modalidades (blue bird, banderitas, voladoras, conchos, plataneras), una serie de instituciones (ONATRATE, OTTT, AMET, OPRET, OMSA) y hasta modos de transporte alusivos a animales (garzas, pollitos) han desfilado por el escenario urbano hasta llegar a la propuesta más reciente: el Metro de Santo Domingo (MSD). Durante años las críticas y ponderaciones han acompañado la construcción de este medio de transporte colectivo el cual cuenta en la actualidad con treinta (30) estaciones distribuidas en veintisiete (27) kilómetros.

Luego de más de 1,600 millones de dólares invertidos en la construcción de las primeras dos líneas, el Metro de Santo Domingo no ha podido contener el caos que destruye gradualmente la dinámica de movilidad urbana de Santo Domingo y de su entorno inmediato; a pesar de que los promotores del MSD vendieron esta importante infraestructura como la salvación al descalabro institucional, funcional y estructural del sistema de transporte, la realidad ha evidenciado que esta inversión requiere de otros elementos que permitan garantizar la sostenibilidad de sus operaciones a través de las generaciones.

El tiempo ha comprobado que la prioridad en materia de transporte colectivo no se encuentra en el fortalecimiento de una sola de las piezas del rompecabezas, las décadas de frustraciones confirman que la prioridad se encuentra en la consolidación de todo un sistema a través del fortalecimiento institucional, la integración de los distintos modos que operan en la ciudad y la definición de una política orientada a la colectivización del sistema.

A través del escrito: “Insostenibilidad anticipada” señalamos en el 2004 que “toda solución propuesta de espaldas a la integración de los diferentes medios de transporte público que interactúan y se movilizan en las ciudad, se convertirá en una solución insostenible desde el momento en que fuese concebida”, casi diez años después resulta evidente la necesidad de orientar esfuerzos definitivos en la construcción de un sistema integrado de transporte público que devuelva la esperanza a la gente y garantice la eficiencia del sector.