Mi hijo me asaltó con una pregunta de fuerte contenido académico y geopolítico: ¿Somos un narcoestado? Sin pensarlo, le contesté: No, ¡somos un estado casi  fallido! Para ilustrarlo, puse el ejemplo clásico de nuestro vecino que ha sido señalado como un estado fallido. En contraparte, señalé a Venezuela como un narcoestado, basándome en la ilustración de Moisés Naím en su novela “Dos espías en Caracas” que muestra cómo un mafioso de una organización criminal hasta constituyó el “Cartel de los Soles”, es decir, el de los generales.

Sin embargo, me quedé pensando sobre la pregunta del título de esta entrega de Divagaciones: ¿Es el estado fallido igual al narcoestado? Viendo el Gráfico de “Las rutas del narcotráfico” podemos ver reflejado que los estados fallidos y los candidatos a serlos, están en la ruta de los estupefacientes: Centroamérica, México, Venezuela, la Hispaniola y los países subsaharianos de África, las rutas asiáticas que parten desde el «triángulo dorado» de Indochina y Afganistán (responsables de la epidemia de los “opiodes” en los Estados Unidos de Trump.

Pero, entonces, ¿Los estados fallidos llegan a esa categoría cuando son “cooptados” a las buenas o a las malas,  por los carteles (como los describe Naím) y dejan de funcionar sirviendo el bienestar colectivo para servir los intereses “particularísimos” de sus “jefes” en la sombra?

Pero, una guerra tiene precios que pagar. Explícitamente, mencioné el fracaso de sostener un ambiente de convivencia social pacífica entre los ciudadanos, por el predominio de la sociedad criminal donde  se ejerce  el principio de la “guerra preventiva” (que es  lo que parece prevalecer en el México contemporáneo).

Para comprender a los posibles escenario que se pueden generar en este enfrentamiento o connivencia entre un Estado permisivo o inepto y unos carteles criminales “con dinero y poder de fuego”, recurro a la tabla de doble entrada « Conquista vs. Coerción » siguiente:

En el eje vertical está representada la variable “Fin de la pelea” o confrontación, que puede ser: la “conquista” (expropiar/reemplazar oponente) o la “coerción” (cambiar el comportamiento del oponente).

En el eje horizontal, encontramos a las “parejas beligerantes” (acuérdense que se necesitan dos para pelear) en dos niveles: internacional y subnacional, aunque a veces son confundibles, como en la actualidad). El nivel subnacional genera dos tipos de enfrentamientos: i) el Estado vs. Los «agentes no-estatales (ANE)», (léase, los carteles criminales) y ii) entre los ANEs domésticos (al estilo mexicano). Por otra parte, el nivel internacional, produce otros dos tipos de enfrentamientos: iii) Estados vs. ANE extranjeros (tal vez sea el caso dominicano) y iv) Estado vs. Estado (Oriente medio). La realidad que “vivimos” se encuentra en uno de estos escenarios.

El cruce de estas categorías nos produce ocho probables escenarios: 1) Insurgencia revolucionaria (cuando el ANE no está aliado a un cartel criminal y solo tiene objetivos políticos); 2)  Conflicto Cartel-Estado (la novedad en la contemporaneidad); 3)  Guerra inter-carteles (¿caso mexicano?); 4) políticas coercitivas (criminalización de  los estupefacientes); 5) intervención extranjera (unilateral, bilateral o multilateral); 6) Terrorismo internacional (guerra asimétrica y no estatal); 7) Guerra interestatal (concepción clásica) y 8) Sanciones armadas (boicots, embargos, etc.).

¿Cuál es el escenario mundial? ¿Continental? ¿Regional caribeño? ¿La Hispaniola? ¿Dominicano? Vaya usted a saber… porque hasta ahí llegué en mi conversación con mi hijo.