El título es tomado a préstamo por este escribidor de un autor al que le tengo el mayor de los respetos, D. Xulio Ríos, Director del Observatorio de Política China (OPCh), ¿Es China culpable?, disponible en una publicación de su Observatorio de Política China, en su enlace de Internet:
https://politica-china.org/areas/politica-exterior/es-china-culpable. Voy a glosar los textos de D. Xulio hasta el abuso.
El OPCh es un grupo de trabajo de estudio y análisis con una dependencia funcional compartida entre IGADI (Instituto Galego de Análise y Documentación Internationale) y Casa Asia (un consorcio público creado en 2001 e integrado por el Ministerio de Asuntos Europeos, la Unión Europea, la Generalitat de Cataluña y los Ayuntamientos de Madrid y Barcelona). Esta institución tiene su sede en Barcelona, y cuenta con un centro en Madrid. Casa Asia tiene por objetivo contribuir a un mejor conocimiento y al impulso de las relaciones entre las sociedades de Asia, el Pacífico y España en el ámbito institucional, económico, cultural, y educativo, además de facilitar el intercambio de culturas, ideas y proyectos de interés común.).
El objeto del Observatorio es el análisis y, en su caso, la generación de propuestas en relación a las reformas legales y el Estado de derecho, unificación, evolución política general, derechos humanos y política exterior de China. Algo que soñamos un grupo de científicos sociales dedicados a las Relaciones Internacionales y otras hierbas en el patio de la ciudad de los Colones.
D. Xulio trata mucho en pocos párrafos: «Casi desde sus inicios, la crisis del nuevo coronavirus, con epicentro en China, se convirtió en algo más que un mero problema de salud pública. A las acusaciones de ocultamiento de información y de mentir intencionadamente se fueron sumando las teorías conspirativas. Lo cierto es que los científicos y expertos en salud aún tienen muchas preguntas por responder. Y ello es comprensible porque nos hallamos ante una nueva enfermedad, cosa que a veces pasamos por alto. Ha habido en la primera reacción china vacilaciones y actitudes que no son de recibo como la amonestación del doctor Li Wenliang. Ahora bien, en buena lógica debemos tener en cuenta que identificar y descifrar las características de un nuevo virus no puede hacerse de un día para otro. Algo tan de sentido común, hoy parece una obviedad revolucionaria.»…. «El intento de estigmatización de una sociedad o un país por esta causa solo puede obedecer a motivaciones políticas. Como también las apelaciones a crear comisiones internacionales de investigación o las reclamaciones de compensaciones económicas a China por una supuesta mala fe en su gestión de la crisis. Quienes apadrinan estos planteamientos, naturalmente nada quieren saber de la responsabilidad de EEUU en la crisis de 2008 o de las indemnizaciones que debiera satisfacer por los enormes daños causados, pongamos por caso, en Irak (también, por cierto, recurriendo a la fabricación del engaño con aquellas armas de destrucción masiva que nunca aparecieron) y en tantos otros lugares. La lista es larga. Y objetiva. Y probada.»
En otros párrafos, se refiere a la “razón política” ya que parece delimitar el problema al dilema democracia-autoritarismo, pero, en estos tiempos ¿Dónde se muestran los excesos del autoritarismo? Al decir de D. Xulio: «Hay, sin duda, defectos sistémicos en la gobernanza china y procedimientos que son manifiestamente mejorables. Por ejemplo, una vez más, hemos podido apreciar las diferentes actitudes del poder central y las autoridades locales. El premier Li Keqiang advirtió en su visita a Wuhan del 26 de enero contra las estadísticas maquilladas que no son sino producto de una atmosfera irrespirable que en los últimos años se ha agravado. Quizá a ello responda una reciente circular del PCCh que insta a crear un entorno interno en el que se pueda innovar y trabajar con mayor comprensión. Ese temor de los funcionarios de los niveles más bajos les ha hecho caminar con pies de plomo para evitar ser sancionados. Y esto puede explicar algún comportamiento vivido en Wuhan.»…. «Alentar la espiral de acusaciones constituye una irresponsabilidad. La actitud de la derecha extrema estadounidense, liderada por el estrambótico presidente Trump, el “líder del mundo libre” que invita nada menos que a inyectarse desinfectante para combatir el virus (sarcásticamente, dijo después), responde a todas luces a la necesidad de ocultar su errática imprevisión desoyendo las advertencias de sus consejeros, de la propia China y de la OMS, multiplicando los chivos expiatorios para no perjudicar su estrategia electoral. Todo vale con tal de escurrir el bulto. También para la ultraderecha que en Europa o Sudamérica lleva semanas imitando dicho discurso.» Y D. Xulio termina pontificando: «A muchos les preocupa que todo esto convierta a China en un modelo alternativo a la civilización occidental. Dependerá de lo que otros hagan. Esta crisis ha puesto al desnudo importantes vulnerabilidades (políticas, sociales, industriales, tecnológicas) a las que urge poner remedio. También en los sistemas democráticos.»
«Superar la recesión económica que se nos viene encima exigirá considerables esfuerzos de todos. Persistir en la confrontación para reafirmarse solo puede conducir a consecuencias trágicas. La reactivación será compleja y dolorosa, también en China. A la espera de lo que acontezca en EEUU en noviembre, Europa, desmarcada de la política de culpabilización, tiene en sus manos la ocasión de reponerse inclinando la balanza hacia la corresponsabilidad y la cooperación para que todos juntos podamos despegar. De lo contrario, una primacía de los enfoques extremistas presagia tiempos aún más sombríos.»
Pero, continuaremos con D. Xulio, ya que en otro artículo, China, la guerra al Covid-19 y ocho daños colaterales, disponible en el enlace: https://blogs.publico.es/otrasmiradas/31464/china-la-guerra-al-covid-19-y-ocho-danos-colaterales/?utm_source=facebook&utm_medium=social&utm_campaign=web&fbclid=IwAR3MDoqQknCKpYrajQNb9oUoyUyRZh1kHtyQWPayDkb4GZkkUAJff-N5bNs
Los ocho daños colaterales se listan a seguidas:
- En primer lugar, el iceberg de la verdad se resume en cifras. Pero los números aquí no cantan. Cada cual maquilla los suyos como puede. En el caso chino, no puede ser que el impacto en vidas humanas y personas infectadas haya sido tan bajo. Tiene que haber manipulación, se dice. Puede. Lo cierto es que en China y en otros países orientales hay una mayor experiencia en la gestión de epidemias, se actuó de forma expeditiva y se movilizaron muchos más recursos. Con todo, fallecieron muchas personas que no fueron diagnosticadas, especialmente en las primeras semanas, por lo que no engrosarían las cifras oficiales. Pero la "guerra de las cifras", con sus trampas, se ha convertido en algo más que una batalla puntual. Parece estar en juego la supremacía en la eficiencia en el combate de los respectivos "ejércitos".
- En segundo lugar, la cuestión del relato. El virus se descubrió en China pero no necesariamente se originó en China, dice Beijing. Tampoco están probadas las teorías que lo vinculan al comercio y consumo de ciertas especies de animales exóticos. Ni mucho menos las conspirativas, del signo que fuesen. Las autoridades chinas hacen desfilar toda una cohorte de científicos, en su mayoría de otros países, desde EEUU a Italia, que ratifican estos puntos de vista. Quieren evitar a toda costa una versión que le culpabilice de la pandemia y por eso reaccionan con virulencia cuando se intenta nacionalizar el virus como chino asociando estas adjetivaciones con propósitos racistas y xenófobos. Esta pugna va para largo.
- En tercer lugar, el debate sobre los errores iniciales en la respuesta china (negación y represión, encubrimiento, etc.) pone el acento en la importancia de la libertad de expresión para actuar de manera eficaz en estos supuestos. La verdad es que aquí lo sabíamos todo, dispusimos de información con semanas y hasta meses de anticipación y sin embargo sirvió de bien poco. Las autoridades chinas aseguran que tratándose de un virus nuevo se necesitaba tiempo para investigar, realizar pruebas y confirmar, y en cuanto esto se verificó se inició la movilización en contacto permanente con la OMS, queriendo desmentir así cualquier afán de ocultamiento, como si se admitió en el caso del SARS en 2002-2003. En cualquier caso, nunca estaría justificado ni el acallamiento ni las presiones policiales y políticas supuestamente para "evitar el pánico".
- En cuarto lugar, el futuro de la globalización. Frente a aquellos que presentan la epidemia como el último clavo en el ataúd de la globalización reclamando repensar las cadenas industriales actuales y el modelo de producción, China argumenta que "no es el momento de abandonar", sino de reclamar más cooperación mundial partiendo de que la humanidad es una "comunidad de destino compartido". Aunque, en efecto, se puedan dar pasos hacia una mayor cooperación en la gobernanza global, lo más probable es que con diferentes intensidades el incremento de las medidas proteccionistas y la reducción de los flujos mundiales interconectados deriven también en una relectura del valor estratégico nacional de algunos ámbitos industriales. China producía antes del estallido de la crisis una quinta parte mundial de las unidades de respiradores multifuncionales y alrededor de la mitad de la producción mundial de mascarillas… El desacoplamiento que viene predicando la Administración Trump podría convertirse en una tendencia mundial reforzada por la pandemia.
- En quinto lugar, la supuesta politización de la ayuda. A la polémica por los diferentes estándares de certificación de los suministros procedentes de China se une la supuesta intención geopolítica de la ayuda. Los focos se dirigen especialmente hacia Europa. China niega que exista una "diplomacia de las mascarillas" y que su propósito no es otro que corresponder y solidarizarse. Malo si hace, malo si no hace. Pero son sus expertos los que viajan a numerosos países o realizan videoconferencias a tutiplén para proporcionar valiosos datos y experiencias para combatir la pandemia. Por el momento, nadie ha correspondido más que China. Que eso puede derivar en una mayor influencia política post-pandemia? Es más que posible.
- En sexto lugar, la credibilidad de la OMS quiere ponerse en entredicho por su hipotética "cercanía" a China. Del hecho mismo de la nacionalidad etíope de su director general y de la importancia de las inversiones chinas en su país se detrae la cuestión de la supuesta confabulación con la autocracia oriental para edulcorar y avalar las severas medidas adoptadas en Beijing a fin de conjurar la epidemia. Todo parece valer para afear y deslegitimar el comportamiento chino. Es China, dicen, quien marca la pauta en la OMS. Nunca se ha visto nada igual. No se puede encumbrar la respuesta china y mucho menos decir que colaboran o que informan con transparencia, hasta ahí podríamos llegar. Y ya saben, ni soñar con liderar ninguna organización internacional. Otro frente en el que presentar batalla.
- En séptimo lugar, el impacto en la estabilidad social y política. En muchos países, la gestión de la epidemia tendrá importantes consecuencias. De EEUU a Brasil, por ejemplo, también el futuro de la propia UE está en entredicho. En China, los diferentes movimientos apuntan a un reforzamiento del poder de Xi Jinping, aunque la gestión económica que está por venir se antoja complicada y podría pasarle factura. En Occidente parece primar el esfuerzo por convertir las críticas ciudadanas, muchas de ellas justas, a los errores del PCCh en la gestión de la crisis en una convulsión que desestabilice el país, pero es difícil que eso llegue a cuajar.
- Por último, la intensificación de la tensión ideológica. Bajo ningún concepto parece poder admitirse que en China, con un gobierno que ahora si es comunista (no parecía serlo tanto cuando había que justificar los grandes negocios de nuestras multinacionales en el país súper explotando su mano de obra barata), se hiciera algo bien. Nuestra democracia es perfecta e infinitamente superior. China justifica su balance en un modelo de gobernanza que es resultado de la búsqueda de un modelo propio, un afán casi tan viejo como el propio Partido Comunista. Lo cierto es que en esta "guerra" cada cual tiene sus ventajas e inconvenientes. Lo aconsejable sería una severa introspección porque ambos son susceptibles de grandes mejoras, pero eso, en plena contienda, es como pedir peras al olmo.
Todo lo terminamos con el llamado a la coherencia intelectual y que no seamos víctima del ideologismo sesgado basado en las “noticias falsas” y en enfermizas ilusiones de crear un panorama apocalíptico inhumano e insolidario. Algo así como lo que estamos viviendo en Quisqueya, la bella.