El reconocido historiador, poeta, ensayista, académico, escritor, y exsecretario de Estado de las Fuerzas Armadas, general retirado José Miguel Soto Jiménez publicó un libro intitulado Memorias de Concho Primo. (Santo Domingo. Editorial Letra Gráfica, 2006, 745 págs. (Fundación V República), con prólogo del escritor, ensayista, académico, narrador, crítico literario y lingüista doctor Andrés Luciano Mateo Martínez.

Aunque el autor de dicha obra no lo dice, todos los relatos contenidos en el mismo, aparecieron publicados en el periódico matutino Listín Diario, en una columna que mantenía todos los domingos en ese importante medio de comunicación.

En cada uno de los relatos que aparecen en el libro de marras, vuelve a demostrar el dominio y la técnica de la escritura y estilo que tiene Soto Jiménez.

Soto Jiménez, es un hombre formado en la milicia, pero de ideas democráticas y que desde la posición de Secretario de Estado de las Fuerzas Armadas, emprendió profundo cambio de esa institución castrense. Cree en el juego de las ideas políticas de los demás.

En dicho libro comete errores históricos, como son:

Dice José Miguel Soto Jiménez, lo siguiente: “Hace cincuenta años, en 1847, siendo gobernador de este pueblo de mar, José María Imbert, otro héroe guerrero, entregó su sable procero a la parca y ambos soldados en tiempos diferentes, habían ganado grandes batallas en Santiago”.

Imbert no pudo ser gobernador de Puerto Plata en 1847, ya que para ese año estaba muerto desde el año 1846. El que había sido gobernador de allí fue su hijo Segundo Imbert Delmonte (1837—1905).

Cuando dice Soto Jiménez que Gregorio Luperón estaba: “En su cuarto maltrecho y pobre…”, (página 346). Este (léase Soto Jiménez no consultó fotos de dicha vivienda) no conoció esa vivienda a través de fotos, que era de estilo victoriana, construida en 1875 por Roderick Arthur (1849—1941), principal artífice de las Casas Victorianas de Puerto Plata. Mucho menos, su vivienda era modesta, como  sostiene el autor del libro Los motivos del machete.

Luperón vivió en una buena casa de estilo victoriana y le construyó otra a su hija Ana Luisa Adelaida Luperón Tavárez (1867—1958), ésta después de haber nacida en la opulencia, murió en la más angustiosa miseria. Vivió en los últimos años de su existencia de la caridad pública y de una exigua pensión del Estado Dominicano) al frente de la suya una estupenda vivienda, que fue ahí donde murió Gregorio Luperón el 21 de mayo de 1897 (hoy casa propiedad de la familia Ripoll, en la calle 12 de Julio de Puerto Plata). Véase el libro Puerto Plata: La conservación de una ciudad inventario y ensayo histórico—arquitectónico, de Robert S. Gamble y  Dr. José Augusto Puig Ortiz. Santo Domingo, Editora Alfa y Omega, 1978. Libro por cierto, aún no superado por nadie. Sigue siendo un clásico en su género, por eso ganó el Premio Nacional de Ensayo 1978.   

Tampoco es cierto como sostiene soto Jiménez que Luperón murió en un “catre humilde destemplado”, las fotografías dicen lo contrario. El connotado escritor, académico, ensayista, bibliógrafo e historiador Dr. Emilio Cordero Michel ha presentado una gran colección de fotos de Puerto Plata del siglo XIX y principios del siglo XX, entre las cuales existe una donde aparece el cadáver del general Gregorio Luperón, el día que murió el 21 de mayo de 1897, en su ciudad natal de Puerto Plata, en una tremenda cama de caoba.

Ojalá que en una próxima edición de dicha obra, pueda agregar un índice de nombres y una amplia bibliografía, de la cual adolece su libro.