La mayoría del Comité Político del gobernante Partido de la Liberación Dominicana (PLD) ha logrado su objetivo si buscaba precipitar la crisis interna y con ello la renuncia del presidente de la organización y ex precandidato presidencial Leonel Fernández, para ganar tiempo y reorganizarse de cara a las elecciones nacionales de 2020. Si, en cambio, era aquietarlo y buscar la reunificación, ha naufragado en el intento.   

Fernández anunció su renuncia irrevocable mediante un discurso emitido la noche del 20 de octubre por una cadena de radio, televisión y redes sociales. Tras su partida, el cuerpo del partido morado sufre un sangrado importante que aún no cesa. Muchos adeptos también han seguido la ruta de la renuncia irrevocable.   

En su alocución, denunció la ejecución de un fraude gigante en las primarias del 6 de octubre, intimidación de empleados, compra masiva de votos y el montaje de una campaña permanente para desprestigiarle y sepultar su legado como político con 46 años en el partido. Informó sobre la creación del partido La Fuerza del Pueblo (LFP) y la integración de una gran coalición de oposición que, desde su perspectiva, ganará las elecciones del próximo año. https://hoy.com.do/discurso-completo-de-leonel-fernandez/.

DESAFIANTES

Al validar a su preferido Gonzalo Castillo, mientras atacaban sin piedad al influyente LF, los CP habrían jugado una carta crucial cuya efectividad sólo se verificaría en los resultados de  las elecciones municipales del 16 de febrero y las congresuales y presidenciales del 17 de mayo, o en junio, si hubiera segunda ronda.

Si ganan, se elevarán por las nubes; si pierden, habrían sembrado en tierra fértil la semilla del caos sin retorno en el partido fundado en 1973 por Juan Bosch, y, por tal fracaso, se ganarían un juicio sumario por parte de unas bases desencantadas que no descansarían hasta verles en el destierro eterno.

Igual que el Consejo Nacional de la Empresa Privada y la Conferencia del Episcopado Dominicano, entre otras organizaciones, ellos madrugaron con un manojo de piropos al trabajo realizado por la rectora del proceso electoral, con el aparente propósito de validar el veredicto. Y lo han hecho paralelo a la resonante denuncia del precandidato Fernández.

LF ha salido del PLD, pero fortalecido, contrario a los vaticinios. Según la JCE, Castillo obtuvo 911,324 votos, y él, 884,630. Un empate técnico.

CAÑONAZOS CONTRA LA UNIDAD

Ataques virulentos sostenidos de Temístocles Montás, Felucho Jiménez y Francisco Javier García, entre otros, más la resonancia mediática y el apasionado discurso del presidente Danilo Medina, la tarde del 21 de octubre, ante representantes de los organismos peledeistas, fanatizarían a un segmento de la militancia más vulnerable o politizada, y aterrorizarían a una parte de los empleados públicos frente a Fernández; tanto que votarían en contra.

Pero, también, han acelerado la formación de un gran frente opositor que -según influyentes como Juan Bolívar Díaz- deberían integrar la LFP, el Partido Revolucionario Moderno (PRM), el Partido Reformista Social Cristiano (PRSC) y partidos emergentes. 

El presidente Medina asegura que ganará y pasará el cetro a su “penco candidato”, Gonzalo Castillo.

El panorama, sin embargo, no favorece excesos de confianza, al menos para que el PLD repita sus hazañas de pasar en primera vuelta, como lo ha hecho desde 1996 con Fernández y el propio Medina. Castillo está lejos de las condiciones de estos pilares de factura morada y la coyuntura resulta hostil, aunque cuenta con el favor del Gobierno y poderosos empresarios.

Se requiere 50% más un voto para alcanzar tal meta. Según la JCE, el padrón registró a julio de este año, 7,422,416 personas con derecho al voto, cifra que aumentaría ligeramente en lo que falta para la batalla final.

La renuncia de Fernández, junto a miles de seguidores, parece que, mínimo, forzaría una segunda ronda. Y en ese escenario, el juego se tornaría harto complejo.

Él goza de carisma y liderazgo, ha sido presidente durante tres períodos (1996-2000/2004-2008/2008-2012) y ahora anima la prevista articulación de fuerzas opositoras que, de entrada, ha provocado un impacto psicológico favorable en la población y se vislumbra como competidora real. La Fuerza del Pueblo ha logrado rápido posicionamiento, desde su salida, inusual en formaciones políticas nacientes.

Muy diferente, tal vez, al caso Bosch, quien, al abandonar el PRD (1939) por considerarlo caótico, solo había ejercido la presidencia de la República durante siete meses tortuosos, en 1963, porque fue derrocado por el oscurantismo dominicano, con el padrinazgo de Estados Unidos. Y luego fundó un partido de cuadros con una ideología, no masificado.

En las elecciones de mayo de 1978, el PLD obtuvo 18,275 votos (1.5%). Bosch y Rafael Alburquerque fueron los candidatos a la presidencia y vicepresidencia. Ganó el  blanco (Antonio Guzmán-Jacobo Majluta), con 866,912 votos (52%), conforme datos oficiales. 

El PLD tuvo que vencer grandes obstáculos del sistema para crecer y ganar por primera vez el 16 de mayo de 1996, entre ellos el sambenito de comunista y una rabiosa oposición mediática.

Si se consolida la alianza opositora en proceso, y ésta transita sin traspiés el empedrado trecho que falta, el panorama se le pondría “color de hormiga” al candidato oficialista.

Ya el impiadoso actor del CP, Felucho Jiménez, ha admitido que la salida de Fernández, a quien había menospreciado en la víspera, fuerza una segunda ronda.

De ser así, en junio habrá una confrontación mayor en la que los deslices estratégicos y discursivos de la oposición, pesarían mucho e inclinarían la balanza a favor de la ficha del Gobierno y parte del poder fáctico, donde sobran recursos y agallas para asfixiar a cualquiera, pese al debilitamiento provocado por la división interna.

En la coyuntura se vislumbran menos potentes las probabilidades de victoria de la oposición, si asistiera separada a la contienda bajo un discurso de autosuficiencia y una honradez que, en algunos dirigentes de los dirigentes más altisonantes, no halla correspondencia con su práctica histórica.

Una de las salidas estratégicas de los oficialistas sería azuzar la división de sus adversarios. Y en esa dirección orientan sus cañonazos. Se erigen en blanco perfecto  quienes –desde la pose- se resisten a aterrizar para buscar la llave del camino menos difícil hacia el triunfo: la unidad sincera.