¿A qué conduce desde el eros-agapé, la trama del desdoblamiento poético? La lectura de Escribir en Femenino, de Adrián Javier (véase Col. El Pez Rojo, Santo Domingo, 2000), presenta una versión-re-versión de dos cuerpos en contacto, siendo así que la mujer y el hombre producen un campo de ambigüedad en el uso, en el lenguaje y en la intencionalidad de sus miradas. La inscripción de este libro procrea el contacto con una mirada que va más- allá-de-la-mirada, donde el cuerpo reconoce una alianza con la mano y con la boca profunda del deseo.

Escribir en Femenino presenta entonces varias fórmulas, donde lo femenino-masculino se agiganta y disminuye, se expresa y se pronuncia como género y poema, como flecha y horizonte pronunciados en texto, trazado y punto de intensidad verbal, donde el poema trasciende como forma, sentido y universo de representación, solución verbal expresiva y trayecto en el orden de la subjetividad y la intuición, poniendo en crisis la noción de género. La legitimación de la palabra en todas las mujeres que el poeta invoca y evoca se reconoce en un marco de membraciones nucleares, desde el cual se pueden leer los ejes o núcleos de un “eros energúmeno”, como lo expresara D. Rouchè. Veamos en este sentido algunos ejemplos de membraciones marcadas por ejes nominales y ejes verbales:

“…que solo abortara

como muñón

la divina providencia

que es magia del grito

y sonido de la brisa

que es memoria y desmemoria

invención del humo lábil

color que tras la duda

se corrompe

El ente, la frase, el nexo que va y viene al Eros-agapé cobra su verdadero ritmo y pulso; movilidad de sustancia-forma que no pierde valor ni fuente de ser-en-el-mundo, en horizonte de viento y punto cardinal del cuerpo y el deseo:

para que el viento del Sur

sea reyerta del norte

(promontorio del Este

y del Oeste esfera

y cante el mar de polvo

que se le encima como emblema

para que la mirada de la pobreza

detenga el hambre dormida

el medio cielo moribundo

que la boca doma (…)

De esta manera el poeta imagina formas que se agitan en un orden-contraorden visto y sentido como paradoja, metáfora, metonimia que persigue objetivo y el tiempo de vivir mediante un viaje al centro de la forma y el deseo:

un aerolito tartamudo

restando aire y dolor de espalda

al rosto de la esfera

removiendo sin detalles

las agujas del porvenir

para que la maravilla

del tercer hombre

sea la piedra que gime

y resplandece

sobre el caos que ordena

hacerse magia a la mano

Pero también la huella que aspira a la presencia, al plasma soñado, vencido por la carne y el enigma del eros fronterizo, de un cuerpo que “se dice” y asegura como lenguaje:

y oración de encrucijada

a las hojas

y testigo de lo irredento

a las volutas

que despiden con sortijas

hechas de naranjas

a los que naciendo aun

van a morir con la sapiencia

del vaho marino que proclama

(ver, Escribir en Femenino, pp. 40-41)

Así las cosas, Escribir en Femenino es una poética del equívoco existencial y ontológico.  Este pronunciamiento anti y extra-corporal, facilita una lectura que en este caso provoca la metalectura genérica, aceptando el hecho de que una doble boca, el doble ojo, el doble cuerpo y la doble intención, pueden revelar una poética del cuerpo en conflicto con el sí-mismo y con-el-otro en la perspectiva planteada por Paul Ricoeur en su “Poética del sí mismo como otro”.

Lo que se puede soñar desde un doble cuerpo es la mujer súbita, la mujer urbana, la mujer en fuga, la mujer que llega y vuelve a perderse en los abismos del presente y el pasado. Son nuevas entradas al laberinto y nuevas entradas al lenguaje de la poesía. Así que el modo de “decir” conduce a una ruta expresiva, circular y al mismo tiempo totalizadora de un cuerpo que se deshace, se desbanda, se fragmenta, se deconstruye como entidad y como autosignificación. Pero es mediante la ambigüedad que el cuerpo se autotextualiza en la voz del poeta, se autosignifica y se designifica como cuestión verbal o textual. Los registros, en este caso, van acentuando las necesidades del decir y del poder-decir; del hacer y del poder-hacer con la palabra:

de  modo que

pones una palabra

en tu rodilla derecha

y sin saberlo

la magia

dibujas la compostura

del rayo

el emblema del aire

la estatura del sueño

(Op. cit., p. 43)

Desde que se publicó Escribir en Femenino en el año 2000, en la Colección El Pez Rojo, dirigida por el poeta Lupo Hernández Rueda, se produjo en el contexto de la poesía joven dominicana, una provocación que ha durado hasta el presente, convirtiendo la voz en una doble voz plural. El ámbito del poemario se constituyó como una rebelión de huellas y perfiles del poema, en cuya literalidad podemos observar un recorrido modélico de anaforización y meta-enunciación justificado por los predicamentos que encontramos en la más significativa poesía y poética latinoamericana y caribeña de nuestros días.

Este trayecto hizo que en el mismo año 2000 se publicara un libro fundamental para entender el último discurso poético dominicano, reconocido en el siglo XX y a comienzos del siglo XXI. Se trata de Idioma de las furias (Colección Letras de Molde, 226 págs.) En el marco de esta lectura de la obra de Adrián Javier tendremos la ocasión de analizar la travesía topo-sensible y bio-sensible de este poema-poemario del poeta. El hecho de advertir una fuga y un encuentro en la línea conjuntiva de la mujer, remite a una aventura seminal de un lenguaje que se ha ido elaborando mediante las tensiones axiales de una lengua y un lenguaje soportados por una intencionalidad anclada en los orígenes y en las metas del poema. La mujer que es el hombre y el hombre que es la mujer, aparecen como en fuga por el vacío de la fuga, por las líneas en derredor y el círculo del amor y de la muerte.