La tradición popular asegura que pesó más de ¡12 libras! al momento de nacer y que desde la cuna le pronosticaron un futuro de genio. Y desde bien temprano comenzaron a cumplirse aquellas predicciones porque ya a los 6 años de edad había aprendido a tocar el piano con soltura y a los 17 era un profesional de ese instrumento en el habanero teatro Martí, por entonces la plaza más importante del arte lírico de su país. Así que sin haberle salido demasiada barba ya tenía en su haber varias composiciones entre las que ya resaltaba La Comparsa el tema musical tocado al piano que más identifica a Cuba.

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A Ernesto Sixto de la Asunción Lecuona Casado (1895-1963) un cubano con un nombre larguísimo como si se tratara de un Noble, los expertos lo consideran el padre de la pianística moderna en la Mayor de las Antillas. Entre danzas para piano, canciones, congas, zarzuelas y libretos, más 850 obras salieron de su intelecto y, como refiere el periodista español, Carlos Galilea “en una Cuba que aún tenía en cuarentena el aporte musical africano, él empleó sus divisiones rítmicas y usó títulos como Danza de los ñáñigos”. (Galilea, 2016)

Eso tal vez explicaría parte de su éxito: el haberle impregnada a su obra ese sabor afro de la villa de Guanabacoa que lo vio nacer a los finales del siglo XIX, reivindicando de paso el amplísimo acervo cultura de su país. Para notarlobasta con escuchar otras de sus piezas antológicas como lo son Siboney, Suite Andalucía, Malagueña, Ante El Escorial, Granada, Rapsodia Negra, y Danza Lucumí.

Lecuona  fue, al decir del musicólogo Cristóbal Díaz Ayala,“el paradigma de la fusión de las vertientes españolas y africanas de la música cubana. Nadie mejor que él supo fundir ambos elementos sin perder la autenticidad de las fuentes originales, pero creando un producto nuevo y distinto: música cubana”. (Ross, 2015)

Asimismo otros estudiosos de su vida ponderan como “pese a su carácter tímido e introvertido supo ser un empresario cuando tuvo que serlo y el compositor exquisito no fue remiso a supervisar el vestuario y la escenografía de un espectáculo con tal de mantener vivo el teatro lírico cubano”. (Ross, 2015)

Sin embargo, ¿cómo en el trato cotidiano este artista de la música cubana?:

Su biógrafo más respetado, Orlando Martínez, asegura que tenía manos enormes pero ligeras, “garras de león ocultas entre sedas”, dice. (Galilea, 2016)

Aunque viajó por numerosos países de América y Europa Lecuonajamás abordó un avión pues los detestó siempre. Fue un intelectual completo mas, bastante desordenado, de manera que su hermana Ernestina, quien le había enseñado a tocar el piano en la niñez, tenía que estar recogiendo constantemente los libros, fotografías y papelería esparcidos por la casa.

Se cuenta que era aficionado a la carpintería al punto de supervisar personalmente cada trabajo de ese tipo que se hacía en su casa, pero siempre con el buen gusto y la fineza de estilo que le distinguió. “Era también un hombre sencillo, modesto y solidario con todo el que necesitara su ayuda.  De sus exitosos viajes por el extranjero siempre traía regalos a sus amigos y a cada trabajador de su casa, sin olvidarse de ninguno”, refieren los cronistas. (Orrio, 2015)

Él supo en carne propia el significado de la palabra sacrificio pues la temprana muerte de su padre lo obligó a trabajar muy duro como pianista para mantener a su familia, acompañando las proyecciones del cine silente allá por la segunda década del silo XX. Quizás por eso jamás le negó el apoyo a quienes les veía talento como Rita Montaner y Bola de Nieve, ambas figuras prominentes de la música popular cubana que se abrieron paso gracias a sus buenos oficios.

Incluso otros músicos que alcanzarían renombre mundial mucho tiempo después se sintieron estimulados por sus gestos en sus primeros pasos con el piano. Ese es el caso de Chucho Valdés  quien reveló hace poco una anécdota sumamente reveladora del carácter de Lecuona:

“Ocurrió en 1954, yo tenía 13 años y estudiaba piano. Un día mi papá me llevó al estudio de televisión donde Ernesto (Lecuona) tocaba sus danzas, las que luego Bebo (Valdés) orquestó. Era un ensayo y allí estaba un señor muy alto. Vino Bebo y me dice: “Mira, Chucho, ahí hay un señor que quiere escuchar cómo tocas Malagueña, y yo me puse al piano, muy tranquilo, como si yo estuviera en casa. Cuando acabé, Bebo sonrió y dijo: “¿Qué, Ernesto, qué te parece el chico?”. ¿Ernesto, qué Ernesto? Lecuona, era Ernesto Lecuona. Y le dije a mi papá: “¡Coño, cómo me haces esto! ¡Hacerme tocar Malagueña delante de Lecuona!”. Pero él fue generoso, vino a abrazarme y dijo: “Estudia mucho, que vas por buen camino”. (Fuentes, 2014)

Fuera de las teclas del instrumento que lo ascendió a la inmortalidad su juego preferido era el dominó y “dedicaba largas horas a la crianza de las aves de corral y a la jardinería, pues vivía orgulloso de sus marpacíficos, rosales y claveles. Pero también de sus animales, entre los que sobresalían tres perros de Pomerania”. (Orrio, 2015)

Su cantante preferida, Esther Borja, relata que “aprovechó sus viajes para, entre otras cosas, adquirir objetos tan valiosos como: jarrones de porcelana del siglo XVII, miniaturas napoleónicas, una edición centenaria de La dama de las camelias, muebles y figuras chinas auténticas… Y aunque, esa afición fue decayendo con el paso del tiempo, continúo reuniendo algunas curiosidades como: una sorprendente colección de cajitas de música que dejaban escuchar melodías suyas”. (Bestard, 2015)

También dice Borja “gustaba de la vida bohemia, y las puertas de su casa siempre estaban abiertas no sólo para los artistas y amigos, sino para quienes lo solicitaran. Cada día tenía un acompañante a la mesa, y los sábados y domingos solía reunir en su quinta “La Comparsa” a quienes compartían con él la vida profesional. Era generoso, enemigo del protocolo, y del alcohol, aunque tomaba mucho café y fumaba excesivamente”. (Bestard, 2015)

Probablemente Ernesto Lecuona ignoraba la profunda impronta que dejaría en la cultura cubana en general. Al punto que todavía hoy su sonoridad inspira a los músicos contemporáneos de la Isla, incluso más allá de los ámbitos de la llamada música culta o clásica. Muchos son los músicos que lo han interpretado por todo el mundo, otros han versionado sus obras y al hacerlo renovaron el recuerdo y la valía de aquel niño prodigio que asombraba a todos por su maestría entre las teclas de ébano y marfil.

Referencias:

Bestard, H. R. (9 de enero de 2015). Haban Radio. Recuperado de http://www.habanaradio.cu/articulos/anecdotas-sobre-lecuona-i/

Fuentes, C. (3 de enero de 2014). Ecoscotidianos. Recuperado de https://ecoscotidianos.wordpress.com/tag/ernesto-lecuona/

Galilea, C. (17 de enero de 2016). El Pais. Recuperado de http://cultura.elpais.com/cultura/2016/02/15/actualidad/1455551845_927605.html

Orrio, M. D. (15 de julio de 2015). Cubainformación. Recuperado de http://www.cubainformacion.tv/index.php/la-columna/253-manuel-david-orrio/63670-recordando-a-ernesto-lecuona

Ross, C. B. (8 de agosto de 2015). Juventud Rebelde. Recuperado de http://www.juventudrebelde.cu/columnas/lectura/2015-08-08/lecuona/