Eric Williams (1911-1981) fue un político e historiador oriundo de Trinidad y Tobago. En 1944 publicó un estudio sobre la relación entre esclavitud y el sistema capitalista que encuentro bastante interesante comentarlo, al menos su primer capítulo. En los estudios sociohistóricos sobre la esclavitud que realicé en la universidad jamás escuché hablar de este autor, mucho menos de la conexión que se establece entre la esclavitud blanca y la posterior esclavitud negra en las Antillas menores y, como hemos dicho, entre los orígenes del capitalismo moderno y la esclavitud. Comento algunos de sus planteamientos en el primer capítulo de su libro Esclavitud y Capitalismo (2011) y que titula El origen de la esclavitud de los negros.

El planteamiento de Williams es que la esclavitud de los negros tiene su origen sobre la base de la servidumbre blanca y que la primera se generó por una motivación netamente económica y no racial. Esto es, la esclavitud negra fue el mecanismo encontrado por un sistema de plantaciones para ahorrar costos y maximizar sus beneficios; al respecto nos dice el historiador:

“He aquí, pues, el origen de la esclavitud de los negros. La razón era económica, no racial; no tenía nada que ver con el color del trabajador, sino con los bajos costes de su trabajo. Comparado con el trabajo de los indios y de los blancos, el del esclavo negro era eminentemente superior” (p. 49).

La superioridad del esclavo negro estaba en que las grandes plantaciones debían tener una mano de obra no pagada y numerosa. Solo de este modo el sistema de las plantaciones rendiría los frutos esperados y podría sostener al sistema económico colonial, basado en sus inicios en el sistema de encomiendas de indios y nucleado sobre la base de la rendición de tributos a la Corona.

En este mismo tenor, Williams afirma lo siguiente: “La esclavitud de los negros no tuvo, pues, nada que ver con el clima. Su origen puede ser expresado en tres palabras: en el Caribe, azúcar; en el Continente, tabaco y algodón. Un cambio en la estructura económica producía un cambio en el abastecimiento de mano de obra. El hecho fundamental era «la creación de una organización económica y social inferior, de explotados y explotadores». El azúcar, el tabaco y el algodón requerían la gran plantación y hordas de trabajadores baratos. De este modo, la pequeña granja del exservant blanco contratado no tuvo posibilidades de sobrevivir. El tabaco de la pequeña granja de Barbados fue reemplazado por el azúcar de la gran plantación. El crecimiento de la industria azucarera en el Caribe fue la señal para una gigantesca desposesión del pequeño granjero” (p. 53).

Así es como, desde el modelo de plantaciones esclavistas, la acumulación de capital se va gestando en el Nuevo Continente. América Latina no fue solo el territorio para la explotación de las riquezas naturales que albergaba en su suelo fértil, también fue el espacio en donde la acumulación de capital se realiza a base del modelo esclavista ya que la explotación de los negros solo será posible, a juicio de Williams, bajo el modelo esclavista preexistente y no bajo el modelo asalariado. Aunque la esclavitud blanca se produjo igualmente en las plantaciones, esta no tenía el mismo efecto económico por los costos que representaba para la Corona y porque el trabajo de los negros “era más barato y mejor” (p. 50).

En las grandes plantaciones el trabajo esclavo era capitaneado por los blancos, la división racial del trabajo y del salario se dio como consecuencia natural de un hecho económico: abaratar los costes del sistema de producción. En este sentido, las racionalizaciones raciales se producen para ocultar la motivación primera, la económica. El problema es que una vez se agote el sistema esclavista y se dio paso a un régimen de trabajo asalariado, muchos de los dispositivos y prácticas connaturales al sistema esclavista pasan al nuevo modo de relación como producto cultural-social.

La institución económica de las extensas plantaciones basadas en el modelo esclavista tanto de blancos como de negros traerá consigo primero la diferenciación laboral y, posteriormente, la cultural entre blancos y negros;  establecidas ambas bajo el concepto de la diferenciación de las razas.