Así reza un refrán castellano , cuyo paradójico significado quiere decir todo lo contrario, que además de ser muchos, o la situación estar muy complicada, en lugar de reducirse, el lío se amplía o multiplica para agravarlo aún más . Es el caso de las enfermedades que sufrimos por estos patios, muchas de ellas llamadas endémicas por todos los tiempos históricos que llevan fuñiéndonos la vida y la paciencia debido a las condiciones de temperatura, humedad y precariedad de nuestra población, pero que muchas de ellas más bien pudiéramos llamarlas “descuidémicas”, puesto que en lugar de haber desaparecido o reducido a sus mínimos de morbilidad, como ha sucedido en muchas zonas del planeta, persisten e insisten en quedarse o aumentar por cualquiera de nuestros tradicionales descuidos e ineficiencias.

O el asunto de la cosa sanitaria no funciona como debería funcionar, o no hay los conocimientos profesionales necesarios sobre los temas a tratar, o no hay cuartos suficientes destinados a combatir y erradicar, o  porque a la población no se la conciencia desde abajo, desde la tierna escuelita, y tampoco desde arriba, cuando se tiene barba y moño duros, o porque se pone al frente algún funcionario pragmático de esos que dicen de que si cada dominicano matara tres mosquitos, se acababan las plagas en la República.

El caso es que los dominicanos aún padecemos índices muy superiores en enfermedades tan severas como la tuberculosis, leptospirosis, malaria, dengue y su primo tan letal, el hemorrágico, con casos y muertes muy por encima de otros países de climas y condiciones socioeconómicas muy similares al nuestro. Por citar sólo varios casos, Puerto Rico, Venezuela y Nicaragua, no reportaron en el 2014 ni una sola persona fallecida a causa de dengue hemorrágico (a no ser que mientan sus estadísticas oficiales) no obstante  haber tenido miles y miles de casos similares a los nuestros.

No conocemos aún las estadísticas de 2015 en esos mismos países, es posible que hayan habido decesos, pero sí sabemos que en este recién terminado año, el temible bandido alado, el Aedes Aegypti, se ha llevado la vida de un centenar de dominicanos, cifra escandalosa donde quiera que se la compare, y sobre todo si se hace en proporción a nuestra cantidad de habitantes, y para el colmo en su gran mayoría niños de las clases sociales de menos recursos.

Siguiendo el refrán castellano, por si ya éramos pocos, vino a visitarnos hace un año y algo la africana y también mosquitera chikungunya, que dio dolor de cabeza y cuerpo y sobretodo de de articulaciones a cientos de miles de dominicanos. Ahora, la abuela, esa abuela maliciosa, está a punto de parirnos el Zika, otra enfermedad de origen africano, transmitido también por esos indeseables alados, y si bien –dicen – que sus consecuencias no van a ser mortales, aunque se especula con posibles daños más graves a las embarazadas, viene a dar nuevas preocupaciones de salud a los ciudadanos de este sufrido país, como si no tuviéramos suficiente con la política rastrera y sus campañas enervantes, el tránsito caótico y el segundo más mortal del mundo y los impuestos vampirescos que nos sacan lo poco que nos queda por los bolsillos.

Dicen que el Zika está  asomándose en estos momentos por Haití, y  ya sabemos que del país vecino  a este se entra como si nada, si  lo hacen los emigrantes inmigrantes como Pedro por su casa, qué no será con los mosquitos que ni siquiera tienen que presentar pasaporte, ni pasar por aduana. Las autoridades sanitarias dicen que están tomando todas las precauciones para que el Zika no entre, esperemos que sea verdad aunque en el fondo, y por costumbre, tenemos serias dudas sobre ello. A ver si agarramos a la abuela esa por los monos o por las faldas, y la mandamos a freír tusas de una vez, comenzando por ella misma, claro está..