Lo que veo en él es un niño totalmente disociado del resto de la humanidad, -les explicó el consejero-  incluyéndolos a ustedes los padres.  El necesita un tipo de ayuda que no tenemos en esta escuela.  Y definitivamente, no es justo para los demás niños estar expuestos a las malas actitudes de su hijo, quien parece no entender la diferencia entre el bien y el mal. Los padres estaban acostumbrados ya a recibir estos desalentadores comentarios, pero al mismo tiempo, estaban determinados a no rendirse hasta encontrar la ayuda que su hijo necesitaba.  Desde muy temprana edad, cuando los  pequeños aun son calificados de “adorables” el pequeño Tom no inspiraba tales reacciones.  Muy por el contrario.  Su instinto natural era lastimar a los demás niños y disfrutaba hacerlo.  De ahí que los tíos, primos, amigos y hasta los abuelos, pronto dejaron a la familia de lado.  Nadie podía soportarlo y definitivamente no lo querían cerca de los suyos.

Lamentablemente su niño es un psicópata –les dictaminó un psicólogo infantil “experto” en desórdenes del comportamiento.  Entiéndanme lo que les digo, sé que es duro para ustedes como padres, pero lo mejor que pueden hacer es entregárselo al gobierno.  Lo meterán en un sistema correccional, y así ustedes se liberan del tormento de vivir con este niño y de los gastos que supone el buscarle ayuda profesional.  El corazón de ambos padres sangraba por la estocada emocional que esta sentencia suponía, pero a pesar del aislamiento social y familiar, ellos no aceptaban el abandonar a su hijo.  Con catorce años ya, era un adolescente incorregible, que deshacía la casa por las noches mientras los demás dormían.  Usaba marihuana, fumaba y consumía alcohol, no sabiendo los padres siquiera cómo lograba conseguirlos.  A estas alturas, en ellos reinaba el entendimiento de que, si bien no era la clase de vida que querían llevar, al menos la manejarían hasta que pasara lo que tuviera que pasar.  A esta altura, habían agotado todo recurso.  De hablar con pastores, buscar ayuda espiritual, ayunos, oración, liberación.  Incluso uno de los ministros de la iglesia le condenó diciendo, que era imposible salvar a semejante ser.  Obviamente, le faltó fe.  Gracias a Dios, no así a los padres.  Estos seguían de especialista en especialista.  De ahí, el Psiquiatra que evaluó al adolescente, extendió su diagnóstico: Jamás en todos mis años de experiencia, había visto un caso, de un sociópata que simplemente haya nacido así.  Pues no es producto de malas experiencias, de frustrantes vivencias o maltrato.  Sencillamente, su hijo es un individuo carente por completo de afecto, compasión y cualquier cualidad que le haga tener sentimientos positivos.  Si no lo encierran ahora, pronto protagonizará un homicidio, pues tiene potencial para llegar a ser un asesino en serie.  Entréguenlo a una correccional juvenil antes de que esto suceda.  Porque los primeros en perder la vida podrían ser ustedes mismos.

Una vez más, la desolación hundió a la familia en el vacío de la desesperanza.  Tiene que haber una solución decía la madre.  No acepto que ese será el futuro de mi hijo.  Yo no lo voy a encerrar y olvidarme de él, decía el padre.  Iré hasta el fin del mundo hasta encontrar ayuda.  Con lágrimas y aferrados a una leve esperanza, ambos se resistían a rendirse.  Pero Dios, decía por la televisión la predicadora, pero Dios tiene la última palabra.  La madre sobrellevaba los días, y presentaba al Todopoderoso sus ruegos, mientras contenía al tornado de su hijo bajo vigilancia, aunque esto le supusiera el aislamiento total.  Entonces, un día desde el sótano, lugar de reinado del narcisista, se oían los gritos.  ¡Ven, ven acá mamá! –Demandaba y a la vez rogaba- ¡Ven, aquí hay una mujer hablándome desde la tele!  La madre difícilmente bajaba, a no ser que el joven estuviera ausente.  Pero se notaba en su voz que algo había cambiado.  No eran los usuales gritos rebeldes y agresivos.  Estaba pidiendo ayuda, por primera vez en toda su vida!  La mujer se apresuró a ver, manteniendo la distancia, tal y como se lo habían advertido muchos ya.  Mira, mírala!  ¡Me está hablando, desde la televisión, la mujer esa que habla de Dios, me está hablando!  Ella debe ser el diablo, ¿Verdad?  Verdad que es el diablo y me está hablando?

¿Qué fue lo que te dijo? –preguntó ella con auténtico espanto, no sólo por lo distinto que estaba actuando el muchacho, quien por primera vez en su vida estaba mostrándose necesitado, vulnerable y no así abusivo.  Era como si, lo que sea que haya oído, le habría ocasionado algún tipo de impacto o miedo, algo que por lo general él provoca en los demás, más nunca manifiesta.  No hasta ahora, por lo menos!  -Me señaló, y me dijo: “Tú, si a ti mismo que estás ahí reclinado en el sofá con la mirada en el techo pensando, que tú siempre has estado desconectado del mundo, y que no entiendes cómo encajas en él, a ti Dios te dice, ven a mi, yo te mostraré cosas nuevas que nunca conociste”  ¿Qué es lo que está diciéndome, mamá?  Yo estaba reclinado, pensando lo que ella dijo.  Y mira, mira, aún sigue hablándome…

La madre se sentó lenta y pausadamente, en silencio, queriendo escuchar tanto la prédica como a las reacciones del muchacho, porque algo extraordinario, de divinas proporciones estaba ocurriendo.  ¿Por fin Dios, oh Señor, finalmente has respondido mis oraciones?  -Explícame cómo puede suceder eso, exigía el joven con una expresión distinta en la mirada, había un ser humano detrás de aquellos ojos que siempre habían sido vacíos, calculadores y villanos.  –Dios, pensaba la mujer- Lo hiciste.  ¡Despertaste el alma de mi hijo, me lo has devuelto Dios!  ¡Gracias, Gracias Dios mio!  -Ella es el diablo, verdad?  -No, se animó a contestar dominando sus emociones.  El diablo no es quien habla así, sino Dios.  Es Dios quien te está hablando, porque eres importante para Él y te ama.  -¿Dios?  -Decía él visiblemente aturdido- Es imposible!

Por qué crees que es posible que el maligno te hable, y no concibes que Dios se manifieste a ti. –preguntó entonces la madre animándole a reflexionar y aceptar la posibilidad.  El muchacho se sentó a escuchar y confiesa que nunca olvidará ese día, porque fue como si por primera vez, en toda su vida, estuviera despierto, entendiendo, encajando en un mundo del cual, todo lo que hasta entonces era abstracto, vacío y carente de importancia, según sus propias palabras.  Dice que, en lo adelante se propuso a escuchar más veces a la predicadora, encontrando una conexión entre el “antes y el después”.  De ahí que hizo la oración de fe, aceptando a Jesús no como una idea, más como su Dios.  Participó de cruzadas y pronto, en el barrio, entre la familia, en la escuela, todos notaron el cambio.  Las puertas de nuevas y gratas amistades se les fueron abriendo.  De ser el rechazado por todos, ahora era popular y carismático.  Se integró a grupos cristianos de jóvenes, ayuda a otros a salir del hoyo existencial que él conoce bien y al cual renunció volver.  Ha enderezado su vida y goza aun de liderazgo.  Por su testimonio, otros quieren venir a cristo.  Los vacíos ojos, el psicópata, el sociópata que debía ser encerrado para que no empezara a asesinar, es ahora una especie de sol, que brilla con luz propia, y atrae a otros astros a la luz de Cristo.   …y todo porque alguien oraba, decía la predicadora, y Dios estaba escuchando. 

Marcos 9: 17-27Y respondiendo uno de la multitud, dijo: Maestro, traje a ti mi hijo, que tiene un espíritu mudo, 
9:18 el cual, dondequiera que le toma, le sacude; y echa espumarajos, y cruje los dientes, y se va secando; y dije a tus discípulos que lo echasen fuera, y no pudieron. 
9:19 Y respondiendo él, les dijo: ¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de soportar? Traédmelo.
9:20 Y se lo trajeron; y cuando el espíritu vio a Jesús, sacudió con violencia al muchacho, quien cayendo en tierra se revolcaba, echando espumarajos. 
9:21 Jesús preguntó al padre: ¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto? Y él dijo: Desde niño. 
9:22 Y muchas veces le echa en el fuego y en el agua, para matarle; pero si puedes hacer algo, ten misericordia de nosotros, y ayúdanos. 
9:23 Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible. 
9:24 E inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo: Creo; ayuda mi incredulidad. 
9:25 Y cuando Jesús vio que la multitud se agolpaba, reprendió al espíritu inmundo, diciéndole: Espíritu mudo y sordo, yo te mando, sal de él, y no entres más en él. 
9:26 Entonces el espíritu, clamando y sacudiéndole con violencia, salió; y él quedó como muerto, de modo que muchos decían: Está muerto. 
9:27 Pero Jesús, tomándole de la mano, le enderezó; y se levantó. 

¡Bendiciones!