Sabemos lo importante que es el equilibrio en algunas cosas, nuestra motivación en estas líneas es exponer que lo es en todo. Indudablemente necesitamos equilibrio para montar bicicleta, pero no menos del que necesitamos para andar por la vida.
Hasta los pequeños átomos para existir necesitan estar en equilibrio, hemos logrado romper ese equilibrio produciendo la peor destrucción que ha causado la humanidad: las bombas atómicas.
Los hábitos o costumbres desordenados no se corresponden con la llamada “vida sana”. Sabemos lo que se considera sano, cuando optamos por lo contrario, generalmente lo hacemos aunque sepamos que nos hace daño. A manera de ejemplo, el que fuma lo hace pese a lo claro que aparece la advertencia de peligro en el empaque de sus cigarrillos. Curiosamente mientras nos comportamos de forma perjudicial tenemos la esperanza de que nuestras células se comporten de forma sana. Entre las enfermedades que nuestros excesos pueden provocar está el cáncer. La célula cancerosa no respeta ningún equilibrio, desarrollándose excesivamente por lo que formaría una gran masa o tumor, o por el contrario desarrollándose deficientemente lo que ocasionaría una úlcera maligna y evidentemente no forma los tejidos que nuestros órganos necesitan.
Los astros se encuentran en un equilibrio preciso, si la Tierra se acercara o se alejara del Sol, nuestra especie desaparecería.
Aunque la naturaleza presenta una armonía que permite la vida en nuestro planeta, a menudo encontramos la forma de alterarla, generalmente buscando más riquezas (talvez con el pretexto de mejorar la vida humana), con el tiempo la Naturaleza “nos pasa facturas” por alterar ese equilibrio.
En nuestros cuerpos mediante la homeostasis, se mantiene un equilibrio riguroso de los elementos. Realmente soportamos pocas variaciones. Si tu temperatura sube apenas dos centígrados, tienes una desagradable fiebre. En la sangre hay potasio, si desciende mucho, nuestro corazón se excita y se para en sístole (contraído), si asciende mucho, nuestro corazón se relaja y se para en diástole (relajado), es decir tanto si está alto como si está bajo, podemos morir. Sólo nos protege el equilibrio.
Necesitamos comer, si no comemos lo suficiente, nos enfermamos por desnutrición, especialmente los niños en desarrollo. Pero si comemos demasiado, presentamos obesidad y sobrecargas en nuestro organismo, que son causa de enfermedades que pueden llevarnos a la muerte.
En cuanto a nuestro sistema nervioso es esencial alternar la actividad y el reposo, el sistema simpático gasta nuestras energías, de manera que todo lo que hacemos consume calorías, en cambio el sistema parasimpático, se encarga de producir o acumular esa energía como reserva. Estos sistemas necesitan estar equilibrados, cuando nuestras ambiciones desmedidas nos llevan al exceso de actividades, el inconsciente se encarga de “fabricarnos” una enfermedad, para obligarnos a reposar retornando al equilibrio.
Hasta ahora hemos estado revisando la importancia del equilibrio en los campos de la física, química y la biología. En estos niveles es indiscutible su valor, ya que resulta fácil estudiarlos y demostrarlos científicamente. Pero cuando nos trasladamos a otros niveles (como el social), se nos dificulta entender que las leyes del equilibrio son aplicables a toda nuestra realidad.
A nivel psicológico es imprescindible. Huelga decir los inconvenientes de una mente catalogada como desequilibrada. Es preciso recordar constantemente que necesitamos un balance en las diferentes esferas de nuestra existencia.
Aunque no nos guste, necesitamos el equilibrio entre dolor-placer, felicidad-tristeza, abundancia-carencia, luz-obscuridad, compañía-soledad, etc. No podrías valorar el día si no pasaras por la noche. La alegría de un triunfo es proporcional a los sacrificios realizados para poder alcanzarlo. Puedes comprar una medalla de oro más costosa que la que ganó un atleta después de años de entrenamiento, pero jamás te proporcionará la misma satisfacción que a él.
La felicidad se vincula a ciertos neurotransmisores que liberamos (como serotonina, dopamina, oxitocina) y nos permiten esas agradables sensaciones corporales que experimentamos. Algunos autores han llegado a considerar que si mediante la nanotecnología logramos tener un control interno de liberación de neurotransmisores, permitiendo que nuestro cuerpo mantenga una excitación o bienestar constante, seríamos “felices para siempre”. Exactamente lo mismo pensó Freud cuando al descubrirse la cocaína la vio como la panacea y se volvió adicto a ella, para amargamente descubrir la realidad después, siendo ya muy tarde para algunos de sus pacientes. Lamentablemente también necesitamos las experiencias negativas para poder aprender.
Un niño llega a aprender que no puede comer dulces constantemente, pasarse todos los días en la playa o siempre estar jugando, pero algunos adultos tienen dificultad para entender que en la vida no podemos estar siempre eufóricos, riendo, divirtiéndonos o en un orgasmo permanente. La persona madura acepta que también vive experiencias tristes, sabiendo llorar cuando corresponde, apoyándose en sus seres queridos y aumentando sus dosis de autoconsentimiento cuando está sufriendo, sabiendo que, aunque la noche esté muy obscura siempre amanece. Podrás tener momentos que te hagan llorar, pero recuerda que siempre puedes volver a sonreír.
La vida humana se balancea normalmente en olas que ascienden y descienden, es de vital importancia aceptarlo y adaptarse de forma sabia y estratégica al momento que te toque vivir. Aunque te encante el baile, si la orquesta está tocando el himno nacional, no es el momento de invitar a bailar a tu pareja.
Para fortalecer tu equilibrio: debes relacionarte con personas que te aprecien, aumentar tu cultura, aprender de los maestros, diversificar tus intereses y cultivar la comunicación con tu mundo interior, donde sin dudas te hablará aquello en lo que crees.