El 14 de septiembre de 1911, Camila Henríquez Ureña le escribe a su hermano Pedro Henríquez Ureña una carta extensa desde Santiago de Cuba, donde estaba ubicado el núcleo familiar entonces.  PHU se encontraba ya en México y activo en el trabajo educativo, literario y cultural.  Pero también, pensando en un marco de crítica institucional desde una perspectiva democrático-revolucionaria a la usanza liberal.

La carta de Camila, su hermana, facilita algunos datos políticos del momento y destaca también los signos de un malestar en Cuba y en México por aquel entonces.  El desconcierto de Camila, debido a la incertidumbre y preocupación por los hechos políticos ocurridos en todo México, la lleva a pedirle informaciones y a ofrecerle un panorama de la familia, de amistades, y a preguntarle por su amigo Alfonso Reyes y  familia:

“¿Ha llegado ya la familia Reyes? ¿Has visto a la señorita Otilia? Me parece que vuelto a tu austera vida, (ahora sobre todo, por la situación en que se encuentra México) habrás olvidado los proyectos que hacías aquí;…pero no debía ser así, porque son buenos los proyectos, y  perfectamente realizables para una persona hábil”. (Ver carta de Camila Henríquez Ureña, del 14 de septiembre de 1911, Santiago de Cuba, en Treinta intelectuales dominicanos escriben a Pedro Henríquez Ureña, op.cit 301).

Camila había recibido un libro de AR que por razones de agitación no había podido comenzar a leerlo:

“Recibí el mes pasado el libro de Alfonso.  Por la agitación en que pasamos todo ese mes, me ha sido imposible comenzarlo a leer hasta ahora.  Ayer lo comencé; así como el libro de Léfevre que me recomendaste.  El libro de Reyes causa admiración desde las primeras palabras (sólo he leído las primera páginas que hablan de los descendientes de Tántalo) por la exquisita prosa en que está escrito.  No quise leerlo el mes pasado y creo que hice bien, porque no es libro para ser leído a saltos.  Debes dar las más expresivas gracias al Sr. Reyes, en nombre mío, por la amabilidad que tuvo de enviarme su libro”. (Op.cit.pp 301-302).

La amistad entre PHU y AR acoge también a sus familias.  Max, Camila y Don Pancho tenían relaciones de amistad con la familia Reyes, principalmente con su padre, el General Bernardo Reyes.  Los levantamientos militares y civiles de la primera década del siglo XX, contaron con el respaldo de una parte de la familia de Alfonso Reyes.

Según Camila le informa a su hermano PHU:

“Las noticias que hemos tenido de México son poco tranquilizadoras.  Últimamente solo hablan de luchas entre reyistas y maderistas, y se dice que hasta los mismos candidatos han sido apedreados.  He visto algunos artículos de Urueta contra la candidatura del general Reyes.  Seguramente los reyistas no tienen posibilidades de ganar, y de cualquier modo las elecciones serán muy poco pacíficas.  Esperamos que tu nos darás noticias extensas de lo que ocurra”. (Ver, página 300).

Camila, que ha estado  al tanto de la situación en México por lo que decía la prensa cubana del momento, le comenta a su hermano sobre algunos acontecimientos políticos del México revolucionario que se difunden en Cuba:

“Entre los artículos de Urueta hay uno choteando  a Don Emeterio de la Garza terriblemente.  Me regocija el entusiasmo con que se te recibió en México.  Por eso y por lo que dices del Ateneo veo que no podrías salir de México por largo tiempo: eres necesario en tu “pequeña academia mexicana”, como dice García Calderón”. (Ibídem. op.cit).

La ocurrencia lingüística del verbo “fabelear”, popularizado por el político y orador mexicano de apellido Fabela, le ha llamado la atención a Camila, a tal punto que lo ironiza como personaje popular y simpático en la política mexicana de entonces:

“Me he reído con lo que dices del discurso de Fabela.  ¿Sabes que el verbo fabelear es ya conocido aquí?.  Según Max en la Habana también. ¡No sabe Fabela la popularidad que ha alcanzado! Se enojaría quizás si la supiera; sin razón, pienso yo, porque al fin y al cabo el fabeles es un defecto que encierra buenas cualidades.  (Dada esa circunstancia, Fabela debía ingresar en la Sociedad de la Paradoja”. (Ibídem).

Por lo que se puede advertir en esta carta de Camila, tenía intención de ir a México.  De ahí que los detalles que ofrece y  busca sobre México, satisfacen su deseo de ir allí:

“¿Prospera la Sociedad de la lluvia con el Sol? Todos los días he de pensar en ella, porque en esta época aquí llueve con sol” todos los días.  Deben nombrar a Max socio correspondiente, porque gusta muchísimo de hacer paradojas”. (Ibíd).

Camila presenta un panorama variado sobre movimientos, ambientes, acciones y personajes de época.  Pero cada día que pasa, ofrece panoramas variados y advertidos en cuanto a visibilizar hechos de actualidad y un pensamiento liberal que pronto cobró valor en el México revolucionario.

“Me dices que te mudas (no sé si lo has hecho ya) en una casa frente a la catedral y al mercado de flores, y deseas que nos convenga para instalarnos cuando vayamos.  ¡Ojalá! Debes decirme cómo es la casa.  Me gusta la vecindad de las flores, porque para cuando yo vaya habrás de poner flores en tu casa.  No olvides de que también habrás de poner flores en tu vida, Sócrates, es preciso”. (Ibídem.).

La carta extensa e intensa de Camila no solo es de contacto, sino también de información familiar, problemas políticos y de salud en Haití:

“Debo decirte ahora los acontecimientos ocurridos desde tu partida.  Papá se fue para Haití; nosotros nos trasladamos a Sueños, un lugar campestre muy lejano y muy desierto, por desgracia tan insalubre que la niña mejoró muy poco y Tiví tuvo un paludismo tan grave que los médicos desesperaban de salvarla.  Eduardo también tuvo paludismo.  Figúrate cómo estaríamos en aquel galindo y con tres enfermos graves!  Buscamos casa en la ciudad precipitadamente y nos vinimos a mediado de agosto.  Los enfermos que traíamos mejoraron en seguida notablemente, pero al mismo tiempo, cayó enfermo Cotubanamá, con la más rara de las enfermedades: un envenenamiento general, cuya causa era imposible averiguar.  Le sufruraba (sic) la cabeza, una mano, un pie, estaba todo hinchado y la fiebre no bajaba de 40° gravísimo!.  Era una desesperación, y telegramas iban y venían de Haití a Cuba y de Cuba a Haití.  Cuando mejoró Cotubanamá, cayó Rodolfo con grandes fiebres y vómitos.  Papá se decidió a venir y llegó el día 11 de este mes. Ya los enfermos están levantados, y la calma parece renacer, todos estamos delgados; los enfermos, por su enfermedad; yo por los sobresaltos y noches en vela; Malín es la única que está igual, porque es de hierro.  Yo cuento con que todos nos repondremos en seguida.  Papá está bien, pero delgado, porque se enfermó en Puerto Príncipe.  Pasará aquí dos meses”. (Ibídem. pp. 302-303).

La panorámica de situación que hace Camila en esta parte de su carta, arroja datos sobre los vaivenes de la vida de Francisco Henríquez y Carvajal, quien fue ministro destacado en Puerto Príncipe en el gobierno de Mon Cáceres.  Pero también muestra la variedad de hermanos de Padre y madre, y de padre que procreó fuera del matrimonio Don Pancho Henríquez.

“En medio de todas estas tribulaciones-prosigue Camila -tuvimos la alegría de ver a Max entre nosotros; pasó aquí algunos días y se fue el 1° de este mes.  Vino con el propósito de arreglar mi viaje a La Habana.  Si todo fuera como él quiere!” (Ibídem.)

La carta narra y describe otros aspectos, dificultades y particularidades de la familia que volveremos a tratar en otro momento, para comparar condiciones de contexto, realidad, trabajo y ubicación familiar en el orden intelectual, educativo y cultural.