La modernidad que abrazaron Pedro Henríquez Ureña y Alfonso Reyes en sus años de juventud era aquella que se afirmaba en los rumbos de una alta cultura o “cultura de las humanidades”, en la cual insistirá no sólo PHU, sino también AR, tal y como se hace visible en su Epistolario íntimo. Pero el mapa político, institucional y cultural de aquel México de la primera y la segunda mitad de siglo XX, se distinguió por sus imágenes de vida, su idea de revolución y nación.
Las imágenes que surgen de las acciones educativas entre 1922 y 1923 comienzan a ser leídas por una juventud que parte de las ideas ateneístas, en lo que concierne a lo educativo, la educación social y moral de México. El relato de la carta que comenzó a escribir en México y que no la pudo terminar, sino hasta el 14 de abril del año en curso (1922), cuando presentó algunos elementos, pulsos, palabras, nuevas escenas y ritos de poder.
Pero en dicha carta, escrita en base a suma de momentos o por momentos, indica nuevos territorios y algunos trayectos que cobrarán valor más tarde, y como parte de una aventura educativa y cultural que influyó en el intelectual dominicano. PHU le relata a AR que:
“Comencé esta carta en México y no la he podido seguir hasta Chapala. Estoy aquí desde hace tres días, con Salomón de la Selva y Vicente Lombarde Toledano, que trajo a su mujer –es recién casado, y tiene ya una niña- una amiga de su mujer que les acompaña siempre, y a una hermanita suya. Pero no estamos en la Chapala que tú conoces no en el pueblo de Chapala, sino en otro pueblo que queda a varias leguas del otro y que está también a orillas del lago. Se llama El Fuerte y tiene unas seis casas, una de ellas un hotel, donde estamos. Hemos salido a hacer paseos y compras de arte popular a Jamasay y Ocotlán. Hay sillas pintadas, escobillas y ollas. Es posible que vengan Julio Torri y Manuel Gómez María.” (Vid. p. 213, op. cit.)
Es en esta carta del 9 de abril donde PHU hace un retrato, una semblanza de Vicente Lombardo Toledano, ex alumno suyo y quien será más tarde su cuñado. De esta manera nuestro autor le informa a AR quién es este joven, líder educativo, popular y social que supo atender con dignidad sus entonces responsabilidades públicas:
“Lombardo es, como ya sabrás, director de la Escuela Preparatoria. Tiene veintiocho años. Fue discípulo mío en Preparatoria, y luego de Caso en Jurisprudencia y Altos Estudios, donde recibió uno de los títulos intermedios (Profesor académico) en filosofía. Es de una energía extraordinaria, y es ya uno de los hombres necesarios en México. Fue oficial Mayor del Gobierno del Distrito; de ahí lo llamó Vasconcelos a dirigir el Departamento de Bibliotecas, y de ahí fue necesario llevárselo a Preparatoria para resolver la discusión entre Caso y Vasconcelos. Su acto más notorio, hasta ahora, en Preparatoria, ha sido imponer multas por faltas, y ya ningún profesor falta en clases.” (Ibídem.)
Las contradicciones que más tarde surgirán entre Vasconcelos y Lombardo Toledano afectarán, como ya hemos visto, las relaciones entre PHU y Vasconcelos desde este mítico viaje a Brasil, por intervenciones y hasta discusiones que se dieron en este viaje. Debido a un asunto de lealtad, moral y responsabilidad con el joven Lombardo, de quien era a la sazón su cuñado, Pedro se sumó a lo que era moralmente y en aquel momento la supuesta “revolución” educativa.
En la misma carta, pero el 10 de abril, luego de ir a Jocumatlán de Michoacán y visitar “una iglesia hecha hace treinta años, que parece hecha en la Edad Media, por la construcción y las ventanas ojivales del segundo cuerpo (gótico tapatío), pero en la cúpula y las fachadas es barroco de Roma”. Pedro le comenta sus publicaciones, versos y libros recientes:
“Veo que publicas un tercer tomo de Simpatías y diferencias. No me parece bien, si ha de ser como el segundo. Todavía el primero cae aceptable. De tus libros recientes, los que realmente valen la pena son El plano oblicuo y El cazador. ¿Y los versos? Si Botas no los quiere, publícalos tú en Casa Calleja, o Ruíz Castillo, o tú solo. Pero haz selección, en tal caso, prefiriendo los últimos y los mejores. ¿Y la Ifigenia?” (Ibídem.)
El marco de informaciones y de contacto entre nuestros interlocutores cambia, según el tema o los temas de interés de ambos. El ritmo de las cartas parece caer en cuanto a las tensiones de los acontecimientos. El 14 de abril, y en aquel contexto de su recorrido, PHU le cuenta sobre Atotonilco, sus huertos, aguas, “baños que eran propiedad de Esther Tapia de Castellanos (la cual era millonaria…”); sobre Isabel Prieto de Laudázuir, la señora Letechijúa, venta de sarapes, una iglesia barroca de las más curiosas de todo el país.” (Ibídem.)
Así las cosas, un cambio de tono y relato se percibe en la carta del 27 de abril de 1922, enviada por Pedro a Alfonso, donde le informa sobre los papeles y reliquias del poeta mexicano Amado Nervo y su destino; pero también sobre el destino de su propia biblioteca:
‘Ante todo, tu última carta relativa a las reliquias de papeles de Nervo: las pasaré al Archivo General de la Nación. Ya te imaginarás mi odio a los papeles: tú también lo tienes, pero conservas muchos; yo, en cambio, he logrado ir reduciendo mi papelería –y mi biblioteca- a un grado que te sorprenderá cuando veas. De la biblioteca que he ido juntando durante los últimos años, aun contra mi voluntad, he dispuesto así: la mayor parte, a Cuba, al cuidado de Max; ahora voy regalando a la Universidad de Santo Domingo los libros que me están dedicados y que no me hacen falta, y sólo conservo para mí los libros estrictamente útiles.” (Vid. p. 215)
El hilo narrativo y descriptivo está motivado por los puntos fuertes tratados en sus niveles de necesidad y acercamiento. La biblioteca y la visión del traslado, la donación de documentos y otros papeles:
“¿Sabes cuánto me costó el transporte de los baúles desde Minnesota hasta México? Ochenta pesos mexicanos; y eran sólo tres, pero pesados, porque contenían libros. Supongo que sabrás que mi biblioteca grande, la que se le quedó a Julio en México, la vendí a la Universidad cuando estaba yo en los Estados Unidos; se perdieron unos 600 volúmenes, principalmente, según parece, por culpa de Antonio Castro.” (Ibídem. pp. 215-216)
Todo lo que lleva al trabajo intelectual ligado a la biblioteca como instrumento de lectura hace que la preocupación de escribir se materialice como creación y publicación literaria:
“Voy al fin a publicar libros, de crítica y de pedagogía. La gente insiste demasiado en que yo “no hecho nada.” Ya que tú haces simpatías y diferencias, y ganas reputación (aunque ya te he dicho que esos tomos no me gustan), yo creo no desacreditarme enteramente con tomos de retazos. Quizás el primero que publique se titule Mi España: artículos sueltos sobre España, unidos por un prólogo sentimental.” (Ibídem.)
Justificado en un fundamento ético, productivo y estético el punto de la instrucción pública es indicador de la visión que aspira a ser integradora de valores y vertientes:
“Todavía no sale México Moderno. Ni Vicente ni yo hemos tenido un minuto para la revista: somos los hombres más ocupados de la instrucción pública, no sé si antes o después de Pepe. Ahora parece que se podrá hacer con un grupo que ayude a Vicente: Cosío José Gorostiza, Salomón, Manuel Tousaint. Mándame colaboración.” (Ibídem.)
Un cuadro formativo y educativo necesario es el tema y el asunto llamado “profesores” o instructores:
“Asunto profesores para México. Cuando me telegrafiaste, pidiendo contrato para Alonso (¿Amado o Damaso?) en fonética, pensé que Pepe iba a decir que no, y pensé escribirte que no trataras estas cosas por telégrafo, porque así se echan a perder. Con sorpresa mía, Pepe dijo que sí: que vinera Alonso que trajera laboratorio, y que viniera además otro profesor, de ciencia. Luego vino el telegrama sobre Sáinz de la Maza, y ya Pepe dijo que no: hacia el fin de cada bimestre falta dinero, y él se pone pesimista. Por fin, el telegrama sobre Adolfo Salazar, y temo que la cosa fracase si no lo pilotea bien Manuel Toussaint. Pero hay peor: el otro día le recordé a Pepe la cuestión de la fonética, y dijo que él no había autorizado tal cosa; le demostré que había firmado un telegrama y entonces mandó deshacer todo lo hecho.” (Ibíd.)
Desde estas provocaciones y decisiones comienzan a producirse las incisiones, controversias, negaciones, conflictos e incomprensiones institucionales por parte de los incumbentes activos en el mando y las líneas de dirección, hecho este que dará al traste con la armonía en el equipo “fundador” de la gestión educativa de Vasconcelos. Pero, como ya hemos aclarado en entregas anteriores la división del equipo también fracturó la unidad que se creyó justificada por el mal entendido poder institucional y un cuerpo de correspondencias y fuerzas que se volvieron opacas y dictatoriales en la avanzada político-educativa de Vasconcelos.