Lo que se evidencia en este tramo del Epistolario íntimo… es la condición comunicativa, psicoafectiva y política del tema relativo a México, desde que José Vasconcelos se estrenó como Ministro de Educación, pues el sujeto público y sobre todo político es hijo de su circunstancia.

La misión de PHU, y de la cual AR fue un testigo privilegiado, se hace perfectamente transparente en el espacio epistolar y en todo el encuadre moral, ético y político de la sociedad mexicana de comienzos de siglo XX.

Lo que construye, orienta y expresa la fuerza de lo real es precisamente la suma de niveles que organizan el mundo político, intelectual, social y cultural, no sólo mexicano, sino también del mundo hispanoamericano de la primera y segunda mitad del siglo XX, donde encontramos las imágenes, los nudos de un desarrollo que aún hoy están pendientes en las agendas de cambio del siglo XXI que comienza.

El programa que PHU quiere llevar a cabo está en los puntos que éste enumera, luego de situar a AR en el momento mexicano de la segunda década del siglo XX:

“En cualquier país tropical –pongo a Venezuela como ejemplo de desastre- se endiosa como héroes a los hombres que están en el poder; pero una vez que caen a nadie se le ocurre sostener la ficción. En México se sigue sosteniendo la ficción cien años después –en el caso de Iturbide-, y no es extraño que se sostenga diez años después en el caso de Don Porfirio. Y eso que yo admito heroísmo, o por lo menos patriotismo, que no es la misma cosa, en Don Porfirio; pero yo estoy acostumbrado a pensar desde la infancia, -y te aseguro que es la creencia general en los países latino-americanos de tierra caliente (por lo menos en esos, que son los que yo conozco),- que héroe manchado deja de ser héroe. La mayor parte de los tiranos de nuestra América han comenzado con actos de patriotismo, han peleado en la independencia, han defendido al país contra ataques extranjeros, y así por el estilo; sin embargo, al convertirse en tiranos, la opinión popular, y la famosa posteridad, los han borrado de la lista de héroes. Yo creo que era tiempo de que en México se hiciera eso con Iturbide”. (Vid. p. 201)

El mapa del patriotismo y el heroísmo en el mundo, que ofrece PHU como experiencia que ha logrado constituir logros y vivir consecuencias en el marco de algunas sociedades de la América continental, sugiere líneas de acción y conformación, a veces contradictorias, y otras veces contrastantes con el sentido político-social epocal. Nuestro autor piensa un México no- ideal, sino convulso y políticamente, dinámico, debido a los episodios que han gobernado lo real por encima de ciertos principios morales vigentes como experiencia de valores y contravalores del momento.

En tal sentido, PHU le reflexiona a AR sobre algunos momentos particulares de México y sus circunstancias políticas e históricas:

“Quizás otra explicación de por qué en México sobrevive la reputación de los falsos héroes es que aquí hay verdaderos enconos de partidos; ser de un partido implica pensar de cierto modo en religión, en política, en economía, en literatura (ahora pienso que en España hay hechos paralelos); y por eso cada partido tiene sus propios dioses lares, que le duran siglos aunque sean falsos. En el resto de América esa división profunda entre conservadores y Jacobinos no se ha hecho visible en política, porque en unos países ha habido demasiada indiferencia en religión, demasiada tendencia natural a la forma republicana, demasiado poco claros problemas económicos para que surgiera una situación como la de México: tal es el caso de Argentina y de los pueblos de tierra caliente; o bien los conservadores en religión y demás han dominado de modo tan absoluto que el problema apenas si ahora se esboza: el caso Perú, donde la simple tolerancia de cultos ha provocado escándalos hace cinco años”. (Vid. Carta citada, 4 de enero de 1922, pp. 201-202)

La parte B de la citada carta lanza una crítica de estratos políticos y sociales, así como las razones, discusiones y visiones de un momento que se pronuncia en un mapa de conjunto y de líneas no perdidas de realidad y actualidad.

Según PHU:

“Las exaltaciones Jacobinas de nuestros amigos. En plural: Supongo que es singular y que aludes a Pepe. He aquí la historia: nuestro viejo amigo Antonio Ramos Pedrueza, especialmente apto para decir tonterías, dijo un discurso en elogio de Iturbide delante de Obregón. Obregón que es buen jabobino, se disgustó, y dijo a Vasconcelos que estas cosas necesitaban remedio. Se decidió, pues, destituirlo públicamente, dando al público las razones. Estas razones eran: que el gobierno era liberal, avanzado, y que no debía tolerar que se enseñaran en las escuelas oficiales doctrinas contrarias a las que él representa”. (Véase p. 202)

Los ejemplos de política mexicana que presenta PHU, evidencia que el México de los años XX contenía en germen la violencia política de una doctrina liberal que acentuaba el marco de decisiones no precisamente basado en una vida democrática tolerante, sino más bien intolerante. De ahí la opinión que al respecto le ofrece Henríquez Ureña a Vasconcelos:

“Mi opinión dada a Pepe fue que esto no podía sostenerse: dentro del criterio liberal, el cándido criterio liberal que los reaccionarios han sabido aprovechar para sus fines, a nadie se puede perseguir por la expresión de sus ideas (y esto creo que debe subsistir en cualquier criterio), y el gobierno ni siquiera tiene derecho de exigir que no se enseñen ciertas cosas; por eso yo opiné que debía invocarse otro criterio, el socialista, dentro del cual sí hay derecho a que el gobierno imponga determinadas ideas en la enseñanza. Pero no es posible invocar oficialmente, aquí, la doctrina socialista. Afortunadamente, la tradición liberal de México es más enérgica de lo que sería si fuese liberalismo puro, y aquí sí han existido, desde el 57, prohibiciones en la enseñanza”. (Ibídem.)

El paisaje que le dibuja PHU a AR, no puede ser más claro. La crítica implícita a un liberalismo burgués y el estado agrietado de la democracia liberal utilizan los mecanismos de una democracia pintada de muchas cosas menos de justicia y verdadera fe en la sociedad del momento. La economía mexicana en 1922 se cae y se levanta, a la luz de unos datos que sólo quieren imponer los criterios gubernamentales y sus líneas de presencia instaladas en lo social y en la superestructura jurídico-política.

Pero la visión casi anatómica de un México real y un México ideal , va más allá de estas oposiciones. Y así, vemos que lo que ha quedado y se presentifica como orden en cierto grado de equilibrio “aparente” pero, según PHU, ligado a fuerzas que inciden, se van a extender por mucho tiempo en el encuadre intelectual, político, económico y social del país y en todas las sociedades o naciones hispanoamericanas.

“¿Qué cómo está esto? Difícil es decírtelo. Políticamente, creo que esto va bien: no sería difícil que Obregón terminara en paz sus cuatro años, si es que esto realmente puede darse en México sin reelección. Pero no estoy seguro de que valga la pena, para ti, venir a México. Tú, como yo, representamos la enseñanza superior junto a Vasconcelos: no porque no nos interese la enseñanza elemental, sino porque él ha cogido ya esa parte del problema con tanto calor, que ni tú ni yo tenemos nada que sugerirle en ese orden. Quedamos, pues, reducidos a defensores de la alta cultura; y la lucha es muy molesta, porque Pepe está decepcionado de lo que se puede hacer con ella, dado que los hombres que la representaban antes de mi llegada, Caso y Chávez, no hacen nada práctico”. (Ibídem. pp. 202-203)

Ya desde este declive ideológico y político el mapa que presenta, o, le presenta PHU a Reyes, anuncia un futuro poco promisorio para lo que ellos adoptan y piensan como la “alta cultura”. De ahí que, según PHU:

“Este año, pues, lo considero medio perdido para los fines de la alta cultura: Caso y Chávez siguen dominando la situación con la mejor intención del mundo, pero con la mayor falta posible de sentido práctico. La Escuela de Altos Estudios, blanco de mis tiros, seguirá siendo la cosa híbrida en que la han convertido las sucesivas administraciones. Sin embargo, voy a dar allí, por primera vez en México, un seminario, y espero probar que, sin aumentar en un centavo los gastos, en esa Escuela se pueden obtener resultados serios. Quizás para entonces pudieras venir tú como director: despejada ya la labor de instrucción elemental que ha emprendido Pepe (¡50 millones de presupuesto!), podrá comenzar a hacerse algo por la otra”. (Ibídem. Loc. cit.)