Pedro Henríquez Ureña comprende la angustia de Alfonso Reyes ante una perspectiva de vida y de vivir en incertidumbre, “…de no saber donde vivir ya definitivamente. Muchos no se lo figuran: yo vivo pensando en cómo podría regresan a vivir a Santo Domingo, y hasta Isabel, q quien le resulta poco interesante la Argentina, así lo querría (le encantó Cuba!). Pero, qué quieres? Allí dominan siempre, desde hace años interminables, o los yanquilandeses, o los emigos son del género estúpido, y no me dejarán servir de nada al país, porque me cerrarían todas las puertas de la educación pública, o a lo sumo me dejarán una cátedra universitaria para que vegetara.” (Tomo III, PP. 288-289)
¿Cuál historia puede conformar una panorámica moral y económica como la que leemos a través de estos interlocutores. AR no ha podido decidir donde quiere, puede o debe vivir para dedicarse a su obra. Su trabajo como diplomático, distinto al de PHU no le permite vivir sólo para su obra. Pero PHU está desmoralizado, buscando, sin embargo, algún punto de apoyo donde encontrar una perspectiva ante tanto fracaso moral, social y cultural. Henríquez Ureña le presenta a Reyes el mapa de su país:
“Mi único modo de volver allí sería tener una base de recursos propios, para influir en todos sin depender de nadie; y eso, ya ves, por ahora es imposible: lo que tenía en México, Vasconcelos deliberadamente me lo destruyó (si vieras con qué sonrisa cínica me decía que “vendiera como ruinas” lo que se había hecho sobre mi terreno!); tendré que esperar a reunir algo aquí, lo cual no parece imposible.” (Ibídem.)
Así pues, las cardinales y los horizontes que tácitamente se movilizan en la carta es la fragmentación sociocultural que se presenta en el Caribe y Latinoamérica, esto por no tomar el camino equivocado, para entender los conjuntos y las determinaciones sociales dl momento actual.
“yo podría proponerte la Argentina; pero la verdad es que no tengo experiencia suficiente del país, y no sé si te gustaría, sobre todo para sustituir la patria por la que se debería trabajar. Pero a título de información te diré: la gente es ingenuamente vanidosa, extraordinariamente amiga de paraitre, adoradora no del dinero sino de gastarlo; pero no es mezquina –en general- no es chismosa: claro está que se ocupa de la vida ajena, pero no con ánimo de hacerla insoportable…yo, -o mejor dicho nosotros,- no he acabado de sentirme en mi casa porque la edad de Natacha nos ha aislado obligándonos a vivir en La Plata, población hermosa de árboles pero desierta de atractivos de ciudad porque la gran proximidad de Buenos Aires hace que aquí no haya dinero; pero cada vez que voy a Buenos Aires me encuentro con amigos que me ofrecen cosas, y a menudo son cosas que se pagan (ahora, por ejemplo, una conferencia en la Asociación de Amigos del Arte: se fundó el año pasado, tiene local propio donde hace exposiciones, conciertos y conferencias… abrirá Lugones la semana entrante, junto con una exposición de Zuloagas prestados por sus dueños. Y sin embargo la gente ha sido bondadosísima con nosotros.” (Ibídem.)
La panorámica ofrecida por PHU a su amigo AR promete cambios para el recién llegado. A casi un año las relaciones cordiales con la gente, los contactos literarios y otros trabajos se mantienen. Pero aunque el dibujo parece atractivo, su amigo tiene puesto seguro en el servicio diplomático mexicano y había que hacer comparaciones, estudiar la coyuntura social y económica, en un momento donde tantos cambios podrían producirse.
Asombroso resulta, sin embargo el factor económico que describe PHU:
“Luego, en el orden económico, hay tanto dinero” Yo no cumplo un año aquí, y ya mis entradas equivalen a unos 400 dólares mensuales, lo que nunca gané en Yanquilandia (acabo de obtener una nueva Cátedra, ahora en Buenos Aires). Se gasta mucho, eso sí, y nosotros apenas salimos a flote: pero ya sabes lo que cuestan los nenes, y encima hemos puesto casa y no se podía poner con demasiada pobreza. Así y todo, para noviembre espero haberlo pagado todo, y emprenderemos el viaje a Europa. Se gasta, pero todo se paga con facilidad: todo se vende a plazos, desde la casa y el automóvil hasta la ropa y los zapatos. Y en caso de apuro, se pide dinero prestado al Banco, y se paga en dos años.” (Ver pp. 289-290)
Lo que más revela en sus puntos fuertes el Epistolario íntimo es la travesía ontológica y social del sujeto. Los signos que presenta PHU son con todo distintos a los que había dejado en México casi un año atrás. La cata-diario es también panorama de un presente cuyos indicios e imágenes contrastan si los comparamos con las vivencias de apenas casi un año atrás.
Pero no todo es para PHU tan floreciente y bueno según se colige de la siguiente impresión:
“Lo único que está mal es la literatura: no hay más que editores pobres, porque la mala ley de imprenta no permite acabar con las ediciones fraudulentas. Para colmo, los editores fraudulentos hacen aparecer sus ediciones como hechas en Montevideo, y todo se lo roban: a Lugones, a Nervo, o cualquier traducción. Los muchachos de Renovación, -de La Plata,- publicaron una traducción, mala por cierto, de unos cuentos, de Barbusse, y en seguida se la robaron los ladrones. Lo único que se salva es el libro de texto, porque en eso entran mucho los españoles y han logrado defenderlo. Al libro de texto es a lo que pienso dedicarme, desde el punto de vista económico: haremos antologías por lo pronto.” (Ibídem.)
Satisfacciones. Horizontes y expectativas. Imágenes del presente. Límites y avances. Así le describe PHU la situación a su amigo que se encuentra en París, dedicado a los asuntos diplomáticos y literarios.
Sin embargo, nuestro autor quiere ser exhaustivo en su actual situación en la Argentina:
“Las revistas pagan, pero poco. Los diarios pagan algo mejor, pero están en ellos. La Nación es un caso imposible, a menos que ella deliberadamente vaya en busca del escritor: a veces tiene doscientos artículos acumulados de diversas firmas! Si por cualquier motivo a ti te invitaran de La Nación, mándales algo y procura convertirlo en cosa regular: si tu posición diplomática te obliga a no cobrar, tanto mejor, en el fondo se alegrarán.” (Ibídem.)
Así concluye la carta del 21 de abril de 1925. La llegada de PHU a la Argentina parece anunciar un cambio que sólo había de interrumpirse cuando decidió volver a su país de origen en 1931 para luego volver de nuevo a la Argentina en 1933, donde luego de llegar en 1933 comienza su labor literaria, filológica y editorial.
Como ya hemos destacado en ensayos anteriores Henríquez Ureña desplegó una gran actividad intelectual en 1934, en sus cursos de Buenos Aires y en La Plata, en el Colegio Libre de Estudios Superiores, vinculándose al equipo de la revista Sur. Y trabajo por un buen tiempo como colaborador y orientador en el Instituto de Filología y en sus publicaciones en la Biblioteca de Dialectología hispanoamericana.
El Epistolario íntimo… no registra cartas escritas de PHU a AR entre 1933 y 1938, lo cual no garantiza ausencia de comunicación escrita de su parte a su amigo Alfonso Reyes.
Los saltos de un lugar a otro interrumpen la comunicación, pero también los tantos compromisos editoriales, académicos y familiares parecen entorpecer la comunicación a través de cartas. Sin embargo, AR le había enviado en 1930, 1931 y en 1932 desde Río de Janeiro, y desde México en 1938.
Estando en Santo Domingo, le envía una carta a AR el 15 de enero de 1932 donde le comunicaba la situación que encontró a su llegada:
“Hace un mes justo que llegamos aquí. Comencé a trabajar el día 1º, oficialmente, pero antes venía ya todos los días a conocer el trabajo de la oficina. El trabajo es enorme, y difícil, porque falta dinero y mucha gente busca empleo, y se necesitan muchas cosas materiales. El pesimismo de las gentes es muy grande, a pesar de que –con ciclón y crisis y todo- el nivel de vida es más alto que en 1911,- y entonces todo el mundo estaba contento. Lo que pasa es que lo más grave es sentirse descender y lo más hermoso sentirse subir…
“Sin embargo, aquí en la capital lo que más deprime es el daño causado por el ciclón: una cuarta parte de la ciudad está todavía en ruinas y lo demás está deteriorado. La parte nueva –pequeño Río de Janeiro- es la más destruida, porque las casas eran, frágiles. De la parte vieja, una de las casas destruidas fue la mía, porque le cayó arriba otra medio arruinada desde tiempo atrás. En la mayoría de las casas, el viento destruyó los muebles: la mayor parte de los pianos quedaron deshechos. Mucha gente se ha desmoralizado con el ciclón y han dejado que se les venga encima la vejez.” (Tomo III, op. cit. p. 433)
Las impresiones que PHU le envía a través de esta carta son las de un hijo ausente de su casa-país, al que ha llegado con ánimo de construir o reformar. Su mirada está atenta a cualquier signo, imagen, realidad real, acción estatal, pero sobre todo, a lo que dejó y encontró y a lo que dejó y no encontró.