“Hoy he regresado del lago de Chapala, del viaje de bodas –cinco días-; no de la Chapalda que tú conoces, sino de cerca de Ocotlán –donde estuvimos hace poco más de un año: allí conocí a Isabel y allí tiene propiedades inexplotadas- su padre. El lago es triste, pero todo lago tranquiliza el paisaje y el espíritu. Isabel tiene veintiún años; es una de las muchachas más lindas de México; no tiene la cortedad de la altiplanicie, sino la vivacidad de quien nació camino de la tierra caliente, en las suaves nieblas de Tezintlán.” (Carta de Pedro Henríquez Ureña a Alfonso Reyes del 29 de mayo de 1923, op. cit. p. 244-245)
La carta que le envía Pedro Henríquez Ureña a Alfonso Reyes da cuenta de su matrimonio y de las incidencias del mismo en la casa de la familia Lombardo. La misma describe un momento importante en la vida de PHU, marcada hasta ahora por una producción literaria y humanística separada de eventos como éste, decisivo para un hombre ya maduro y que se casa justo a los cuarenta años de edad con una muchacha de veintiún años. Acontecimiento que revela una soltería un tanto prolongada, para una sociedad que, fijada en una raíz tradicional, se basa en valores familiares y morales preestablecidos.
Pedro le cuenta a Alfonso las ocurrencias de aquel momento tan especial en su vida:
“Hicimos el matrimonio más escandalosamente sencillo que se haya visto en México. El día de la ceremonia civil, sólo estaban los parientes y los testigos: Pepe, Antonio, Daniel y Xavier, que vino especialmente de Jalapa (donde, hace dos meses, pasamos días deliciosos en su casa, junto a su inteligentísima esposa Ana Guido). Sólo invité para casos de suplencia, -y tenía razón, porque Antonio llegó tarde, del entierro de D. Pepe López Portillo-, a otros dos amigos: Eduardo Villaseñor y el pintor Manuel Rodríguez Lozano, uno de nuestros últimos descubrimientos, el segundo “hombre de las teorías.” (Víd. Miniaturas mexicanas).
La prosa misma de la carta presentifica un uso narrativo de raíz naturalista y ritmo creciente en su espesor epistolar. El cuidado de la misma hace visible el comportamiento de unos hombres que muestran su criterio ético y estético para la ocasión.
Con lujo de detalle PHU prosigue destacando el episodio de la boda y lo acontecido al siguiente día con el matrimonio por la iglesia:
“Al día siguiente (no fue fácil combinar para un solo día dos matrimonios) fuimos a la iglesia (San Cosme; sin adornos, sin música). Allí hubo más gente, pero en conjunto muy poca. Parientes: a veces se tienen más de los que se espera, y fue lo que más hubo –hasta parientes míos!” (Ibídem.)
A seguidas, nuestro autor describe la presencia parental suya en aquel evento:
“Fuera de mi tía, que sirvió de madrina, estuvo uno de los Galván, hijo del autor (del) Enriquillo, que son parientes nuestros: no aquel Galván que conociste en 1910, sino un hermano. Estuvieron las mujeres de Caso, de Vasconcelos, de Martín; los Marqueses de San Francisco (el Marqués trabaja conmigo, y no podía dejársele de invitar): y Julio, Salomón, Manuel Toussaint, Andrés Segovia, y dos o tres amigos míos más.” (Ibídem. pp. 244-245)
Tal y como se puede observar a propósito de PHU, los mismos amigos con los que compartió travesía y mundo académico, fueron los que le acompañaron al matrimonio por la ley y por la iglesia:
“De la iglesia nos fuimos a la casa de la familia Lombardo, donde hubo gran animación, dada la intimidad de la concurrencia. A las cinco de la tarde tomamos el tren, para El Fuerte, de donde volvimos hoy. Mañana vuelvo al trabajo.” (Ibídem. p. 245)
Como siempre, los recuerdos a Manuela marcan el cierre de la carta. El ambiente festivo, celebratorio en casa de los Lombardo, inicia una nueva travesía para PHU, por lo que también tiene significación en lo que respecta a su amistad con el líder sindical y revolucionario Vicente Lombardo Toledano, quien fuera su discípulo y amigo en la Preparatoria y por quien sentía mucha admiración, a tal punto que lo consideraba uno de los hombres necesarios de México y uno de “los siete sabios” que iban a cambiar el destino de aquel país.
Todo en el contexto de la boda con Isabel Lombardo, Henríquez Ureña le comenta a Reyes algunos episodios de su vida ligada a dicho acontecimiento:
“El lunes fui con Isabel a Charcas, en el estado de San Luis, a ver el eclipse total de sol. Tres minutos y medio de oscuridad; sombra azul y horizontes de plata: golondrinas asustadas: (Carta fechada en México, 1923, sin día ni mes, p. 241)
Según le cuenta PHU a su amigo AR:
“Isabel ha estado mala, pero ya va bien. Mi tía Ramona Ureña, la única hermana de mi madre, que vivía con nosotros, y tiene setenta y cinco años, se ha puesto tan disgustada porque yo me casara (¡absurdo deseo de monopolio de las tías viejas!) que se ha ido a vivir a otra parte, con una familia de Toluca con quien viven también los terribles Selvas, turbulentos y simpáticos, Salomón y sus hermanos. Sabrás que últimamente uno de ellos le pegó a Heliodoro Valle: éste los acusó ante juez y hace publicar en la prensa que le pegaron dos y que fue a mansalva. Aquí estamos ya en plena agitación de candidaturas. Y esto va a durar un año.” (Ibídem., Carta citada)
El vivir familiar implica exigencias, modos de comportamiento, adhesiones a principios y morales que obligan a cambiar, de tal manera que los aciertos o desaciertos en el marco de las decisiones familiares, obligan a repensar el orden familiar en sus líneas, formas y valoraciones. El sentimiento de familia obligará a cambios en su vida y, como ya hemos visto con su traslado a la Argentina, la vida misma le obligó a aceptar el trabajo forzoso para no salir del nivel social y familiar ganado en un medio de triunfos, desesperanzas, políticas de la amistad, incertidumbres y recelos, entre otros límites y fuerzas humanas.
Por su parte, el camino de triunfos y obstáculos produjo desvelos, equilibrios, movilidades laborales, encuentros y desencuentros, enfermedades y dolores que se deben tomar en cuenta, al momento de leer el Epistolario íntimo… y otros epistolarios de PHU que tenemos aún pendientes de lectura.
Las determinaciones que impuso el cambio en la vida de PHU y AR, han hecho visible una nueva conformación de sus mundos, solitarios a veces, solidarios otras veces, fructíferos la mayoría de las veces. Se trata de un enmarque existencial que pone a prueba el concepto de perspectiva y circunstancia analizado por el filósofo español José Ortega y Gasset en su teoría de la historia.