El Epistolario íntimo le incumbe a muchos, muchísimos actores culturales, políticos, institucionales, académicos, literarios y artísticos de Hispanoamérica.  El mismo se debate entre la admiración y la crítica a España, sobre todo en lo que compete a su lengua y literatura; a la historia de las ideas y de sus instituciones, tal y como se deja leer en las cartas de Pedro a Alfonso y de Alfonso a Pedro.

Pero también, la citada correspondencia consolida unos vínculos necesarios para el desarrollo cultural y sobre todo literario y filosófico de Hispanoamérica.  El descontento, la promesa, el tema editorial, la política o las políticas de México y de toda América están presentes en el tejido de superficie y profundidad del Epistolario…

El mapa de ideas y las diversas imágenes sociales, políticas e institucionales, adquieren relieve y significación a través del diálogo y el concepto mismo de amistad que subyace en las cardinales de cada una de las cartas.

Lo que se hace visible de manera insistente en las cartas de 1919 a 1930 y hasta 1945 es aquel sentido amistoso que aún con las dificultades de todo tipo, planteadas en toda la correspondencia, sobresale como gesto de base y solidaridad en ambos actores.  Reyes logra otro nombramiento como embajador de México en Buenos Aires y Pedro Henríquez Ureña le recibe fraternalmente allí, como deseaba desde hace tiempo, armándose una comunidad intelectual valiosa para la vida cultural bonaerense del momento.

Tanto la embajada de México en Buenos Aires, como la casa de Henríquez Ureña serán espacios de diálogo con escritores de la vida cultural Argentina.  Los proyectos de la embajada de México, así como las personales metas de Reyes, cobrarán otros matices y líneas en Buenos Aires, debido a que está en contacto con Latinoamérica desde Latinoamérica.

Bajo el consejo y apoyo de PHU y otros intelectuales argentinos y mexicanos en Buenos Aires, AR logrará hacer de las relaciones internacionales un espacio cultural militante que habrá de incidir más adelante en el ámbito académico mexicano.  Parecería que el viejo proyecto de PHU de hacer presente a México en la Argentina tomara fuerza con AR de embajador allí.

Pero no fue así, pues otro era el momento político y cultural, y la gobernanza en Argentina evolucionó en una forma cada vez más conflictiva, debido a los problemas económicos generados por desacertadas políticas de instrucción, mejoramiento y funcionamiento social.  Sin embargo, el reencuentro con Reyes en Argentina y más tarde con Max, su hermano, le acercó más a sus intereses literarios, históricos, filológicos y críticos, siendo así que en toda la década del 30 en Buenos Aires (fuera del año que duró en Santo Domingo), sus actividades académicas, literarias y editoriales crecieron y adquirieron relieves tal y como así lo revelan sus publicaciones en esta década y su trabajo en el Instituto de Filología de la Universidad de Buenos Aires.

Las actividades, viajes, recreo,  relaciones y trabajos estuvieron ligados a la producción intelectual y a los diversos compromisos que conformaron la cotidianidad de ambos actores en el contexto del mundo cultural latinoamericano de entonces y principalmente del argentino.  Las relaciones con Amado Alonso en el Instituto de Filología de Buenos Aires y el trabajo de la Editorial Lozada como asesor, editor y director técnico, así como sus compromisos profesorales en el colegio de la Universidad de La Plata, lo acercaron bastante, pero también, lo abrumaron hasta caer en la mala salud y la fatiga mental.

El Epistolario… es, en este sentido un espacio reflexivo que por lo mismo resulta estimulante para su espíritu y relaciones con Reyes y con otros personajes del momento, tal y como se hace visible en la carta que le dirige a AR el 11 de febrero desde La Ribera, donde estuvo de visita.  El paisaje siempre será gratificante y alentador para PHU, y así lo expresa en dicha carta:

“El paisaje es el mejor de la provincia, desde San Pedro hasta la Vuelta de Obligado.  Frente a la casa, el Paraná ha formado una gran isla (la formó bajo los ojos de los Soto y Calvo) donde hoy se siembra y se cría ganado; la isla reduce el río a una línea en el confín, por donde pasan barcos.  Entre la isla y la estancia hay un brazo de río, que en la tarde es morado tendiendo a malva.  Allí remé y nadé ayer con Borges (buen nadador, y hombre capaz de soltarse y ser alegre y sencillo) y Sánchez Roulet. Sólo están ellos, Moreno, Molucari solo y Marasso con familia: señora silenciosa y dos niñas serias, que espero eduquen un poco a Natacha, ahora muy rara de nervios.” (Carta de PHU a AR, enviada desde La Ribera, 11 de febrero de 1930, p. 375)

El viaje de recreo es también exploratorio y de relaciones amistosas.  La invitación a Reyes se hace necesaria por razones de contacto y porque se trata de conocer la región argentina en sus detalles de ambiente, familia y posibilidades editoriales:

“Se te espera: más aún, se aspira a que seas gala y galardón del año.  Soto y Calvo te interesará: la gente torpe que aquí ha venido no sabe apreciarlo. Es muy humano, muy penetrante, muy leído además; su única locura es su genio poético.  Te interesaría para pintarlo. NO DEJES DE VENIR, aunque sea tres días. Harás buena prueba.” (Ibíd. pp. 375-376)

El encuentro en La Ribera tiene carácter literario, por lo que se puede encontrar allí como punto de relación entre escritores y poetas del momento. Todavía la influencia vanguardista europea se siente fuerte en argentina, y no solamente en Buenos Aires, sino también en las ciudades del Norte y del Sur. Pedro y familia están allí, en lo que se podría llamar “un compartir” de varios días (entre el 11 y el 14 de febrero).

De ahí que PHU insista en que AR esté presente y conozca las personas que allí se encuentran:

“Unas líneas para recordarte la promesa de venir (Don Francisco sin Anxions (sic)) y para rogarte le digas –por teléfono- a Amado Alonso que venga también, con Juanita.  Ya sabes: se avisa por telégrafo, sino se quiere escribir.” (Carta desde La Ribera, enviada por PHU a AR, el 13 de febrero de 1930, p. 376)

PHU es preciso en la información y el detalle: “El mejor camino telegráfico es: Puerto obligado, Oliveira Cesar. Lo de “estafeta” parece innecesario, realmente.” (Ibíd. Loc. cit.)

El día 14 Pedro le cuenta a Alfonso lo que ha sido el resumen de las actividades en esos cuatro días:

“Hemos visitado San Pedro, el pueblo de Don Segundo Sombra. Estupendo paisaje, remanso que llaman la laguna de San Pedro.  Ayer, el bosque de pinos. Las lecturas que se hacen aquí son pocos temibles para gentes de letras: a Borges y a mí se nos han leído traducciones, que nos hemos entretenido en cotejar a los originales (Shelley, Whitman, Meredith). D. Francisco cree ser un traductor muy exacto, pero además muy rápido y muy fácil. La creencia romántica en la facilidad triunfa de la creencia científica en la precisión.  Anyway, su lectura de poemas es enorme. Borges, que se fue prometiendo volver, estuvo simpatiquísimo.  He is a gentlemen” (s.n.), y estuvo como se debe (hay gente que no lo hace) con Soto Calvo. Le he descubierto mucha humanidad y mucha sensatez. Nada muy bien, camina mucho, y mientras más conversa más pierde y deja atrás sus manías.” (Ibídem. pp. 376-377)