La tradición de impactos políticos en los pueblos caribeños y latinoamericanos no prohíbe actitudes diferentes ni diferenciadas como atributos y prácticas con respaldo o dignidad intelectual. Lo que es la bio-graphia solicita datos y elementos de consciencia ajustados al vivir de la primera mitad del siglo XX, influido y sellado por modos europeos que han tenido hegemonía en las representaciones de clases, núcleos o grupos sociales.
Los elementos de una vida justificada por un cuerpo y una voz que marca su camino en el contexto de las fuerzas sociales y que sobre todo motivan la creación literaria a partir de contratos socioculturales y orientaciones educativas o formativas dependientes del sistema liberal, generan las formas y líneas de trabajo democrático-burgués, propiciadoras de ideologemas y culturemas en un orden nacido cada vez más para motivar trabajos y fuerzas constituidas por la tradición de una pequeña burguesía de tendencia ilustrada en el marco de la vida pública de la América continental.
En efecto,la misma vida de nuestros interlocutores se mueve en el ámbito de una visión gobernada por sujetos, signos, líneas y fuerzas sociales dirigidas a cuestionar o aceptar registros orientados a los valores o caminos con fines de verdad, autoridad y existencia social.
Entre la autobiografía, la charla y el diario personal o íntimo habla Alfonso Reyes bajo las estrategias asumidas en la segunda década del siglo XX en México:
“ESCRIBO UN SIGNO FUNESTO. Tumulto político en la ciudad. Van llegando a casa automóviles con los vidrios rotos. Gente lesionada. Alguien abre de tiempo en tiempo la puerta de mi cuarto, y me comunica las últimas noticias alarmantes que da el teléfono. Por las escaleras, oigo el temeroso correr de la familia y los criados. Pienso con fatiga en mi madre enferma y en mi hermana viuda, Amalia, y hago ejercicio de serenidad, esforzándome para que los rasgos de mi pluma sean del todo regulares.” (Alfonso Reyes: Autobiografía, Ed. FCE, f, l, m, Cátedra, México, 2016, p. 99).
En el prólogo a la edición de la Autobiografía (Colección Capilla Alfonsina, No. 10, Alberto Enríquez Perea hace una referencia importante para aclarar el contexto de la voz testimonial de Alfonso Reyes:
“Se acercaba el décimo aniversario de la muerte de Pedro Henríquez Ureña (1956) y a Alfonso Reyes se le juntaron los recuerdos. Se acordó de aquellos días madrileños que pasaron juntos, verano de 1917, época de pobreza, libertad y creación. Pedro llegó a Madrid y lo llevó a “palpar de los pulsos vivos de la nueva literatura.” Tres años de estancia en tierras españolas le permiten conocer muy de cerca la vida política y literaria de la capital ibérica. Fueron, pues, “por la noche a la calle de Carretas, Antiguo Café y Botillería de Pombo: la sagrada Cripta de Pombo, donde oficiaba el genial Ramón Gómez de la Serna, cuyos contertulios tenían todos cierto aire de conspiradores estrafalarios y esgrimían las ideas audaces como se esgrimen las espadas.” (Vid., pp. 36-37).
Para 1917, Alfonso Reyes le escribía desde Madrid a Pedro Henríquez Ureña compartiendo especiales inquietudes literarias, culturales y editoriales. En ese mismo año PHU había ido a Madrid y como revela Alberto Enríquez Perea, fueron a sitios juntos donde se encontraron con aquellos “conspiradores estrafalarios” y contertulios de su simpatía.
Reyes le agradece a Pedro su viaje a Madrid y así se lo hizo saber en carta del 14 de noviembre de 1917:
“Tu venida a Madrid, aunque hicimos una vida absurda, me ha hecho un gran bien. Siento que no estamos tan lejos, y creo que estoy más fuerte que antes. Acerté enviándole a José Ma. Chacón y Calvo la colección de retratos: es toda la Habana española. Acabo de enviarle un breve discurso sobre Rodó, para el homenaje del Ateneo de La Habana. Aún no sé qué hacer del libro de Martín. Lo he examinado poco, pero no me parece muy bien. Aún no me paga Foulché tu Sor Juana.” (Ver, Vol. III, p. 67; carta de AR a PHU).
Pero los tiempos parecen chocar y contradecir la narrativa de la carta. Amén de la casuística de la vida cotidiana de ambos escritores en lugares diferentes y a distancias diferentes, PHU le escribe a AR desde su lugar de estudio y trabajo en Minneapolis, el 2 de diciembre de 1917:
“Desde que estoy aquí no te escribo sino de listas de encargos (¿no te parece bien que los encargos vayan fuera de la carta?) y te envío periódicos. Lo de siempre: no tengo tiempo. Resumen de los dos meses pasados: llegué a New York; me detuve días para traer a Camila; hablé con Hills y House en la Sociedad Hispánica (Huntington en Europa: ¿Ya lo sabe Juan Ramón?): Hills me contó que Lang, el de Yale, no se convence ni con el Roncesvalles, -acaba de decírselo-.” (Ver, pp. 67-68. Vol.III, Carta de PHU a AR).
Se trata de una Lectio orientada y ejemplificada con detalles de producción literaria, editorial y contactos con autores y marcos artísticos e institucionales de importancia:
“Vine aquí, después de ver en Chicago la maravillosa Asunción del Greco y otras cosas. Faltan Sirich, Coburn y Atwood, los tres en el ejército; los dos últimos han venido a visitarnos últimamente. Sirich me suele escribir sobre nuestra edición de Los favores del mundo. Faltan también el poeta Morin (En el Canadá: no sabe si entrará al ejército o irá a enseñar en Harvard; Plummer, el ex diplomático que vivía en la calle de Mesonero Romanos, ahora en su farm; y Barnum, en una escuela de muchachos.” ( Ibídem.)
Así las cosas, la casuística de la vida cotidiana domestica al sujeto lector, siendo así que el alcance cultural, literario y el intelectual ajustan las obras y a los autores en contexto. Pero la contextualización de PHU adquiere su valor de información, descripción y resumen narrativo. Su trabajo en Minneápolis se orienta hacia el doctorado y toda esta experiencia e intercontacto con figuras del mundo académico, literario y editorial se convierte en el Epistolario íntimo… en “novela”, “escena” y crónica de lo cotidiano:
“Están Balbino y Enrique, muy tranquilos; Balbino gana más, y Enrique mucho más que antes; es instructor; antes sólo era teaching fellow. A Samuel Vasconcelos no pudimos traerlo: está en la Universidad de Maine (rural) con Méndez Rivas. Están, naturalmente Olmsted (con su hijo mayor en la guerra, la excelente señora envejece de tristeza, aunque lo oculta con valor). Searles, siempre humano y bondadoso; el viejo Frelin, con su aspecto y hábitos urbinescos; el belga Van Roosbrock (pronúnciese Rosbruc), loco y brillante: ya se sabe de memoria hasta a Rubén Darío; el sensato Burton. ¡Y Miss. Philpo! Dos instructor nuevos no vinieron al fin: se fueron al ejército.” (Ibídem.)
Como todo escritor y profesor PHU practica una escritura del presente, acentuada mediante la síntesis puntual ubicada en tiempo, espacio, emisión y producción de ritmos comunicativos, ubicados en la suma de tonos, matices e intensidades interiores orientadas al diálogo interlocutorial, reconocido como espacio referencial. Academia, práctica literaria, sentido del presente y movimiento de exterioridad construyen la visión de su experiencia.