“Todo es guerra en la literatura. Y yo no sé hacerla. Acabo de escribir un artículo sobre la lírica española clásica, defendiéndola contra una ligereza de Varona, y ya me he molestado porque muchas gentes creen (con regocijo) que he atacado a Varona… aunque le elogio grandemente, ya lo verás.  En cuanto a la guerra de hispanistas, creo que tiene razón Menéndez Pidal, cuyo artículo he leído en la Revista de libros.  Pero es posible que, como dice Foulché, sus argumentos hayan sido recién adquiridos.” (Ver op., cit. Tomo I, p. 241, carta dirigida por Pedro Henríquez Ureña desde La Habana a Alfonso Reyes en fecha 21 de mayo de 1914).

Viviendo en La Habana, circunstancialmente, Pedro Henríquez Ureña mira, observa estratégicamente el panorama literario de México, París, Inglaterra y Estados Unidos como espacios donde podría tener opción para desarrollarse como ente de producción y vida intelectual.  Henríquez Ureña vive en La Habana, pero como le ha manifestado a Alfonso Reyes en varias ocasiones, en Cuba la vida cotidiana es provinciana y superficial.  Pues el espacio académico no invita mucho a sostener contactos internacionales, en un momento en el cual ambos interlocutores quieren ubicarse en el orden intelectual internacional.  PHU no era un espíritu provinciano, y ya a los veinticinco años buscaba para vivir  lugares de importancia para poder influir en su entonces contemporaneidad.

Le refiere a Reyes lo “conversado” en la carta de fecha 25 de abril (de 1914), a propósito de su posible ida a Europa:

“…me hablas de un empleo en la Casa Nelson, pero en las últimas me dices que el representante que conoces no es de fiar.  De todos modos, sí es posible que ya vaya, aunque sea con poca cosa, lo haría.  Yo puedo contar con unos 40 dólares, o sea 200 francos, mensuales, míos. Si esto, sumado al sueldo que dices, basta, me iría. Lo mismo me da Londres que París, ya lo sabes. Y la especie de trabajo no me molesta. Ya comienzo a querer salir de México.” (Ver, p. 241, op. cit. Tomo II).

Como ya hemos destacado en varias ocasiones, la fuerza de las circunstancias hizo que en la segunda década del siglo XX, PHU creyera en la posibilidad de una esfera internacional como espacio y modo de vida intelectuales.  Tanto en el ámbito académico, así como en el ámbito intelectual, su meta fue Europa o los Estados Unidos.  El horizonte literario de nuestro autor se convertía en símbolo de viaje y búsqueda de lugares de trabajo con metas y ubicaciones para la creación poética, narrativa, artística y ensayística.

El periodismo cultural no era precisamente la aspiración de PHU, pero era de lo que por entonces vivía sin grandes estrecheces económicas, en un momento en que su ensayismo se imponía con apoyos internacionales y al lado de personalidades destacadas de Hispanoamérica.  La idea de un posible universo focalista o una posible vida provinciana, siempre le inquietó a nuestro autor, y, en carta fechada en New York, dirigida a su amigo AR, PHU le refiere aspectos en torno a ciertos amigos comunes de la vida literaria en México:

“Icaza ¡qué mexicano! No estoy para hacerle caso. Estoy a mil leguas y siglos de México. Anoche, en la biblioteca, divisé de lejos a un mexicano, y le salí huyendo.  Para no incurrir en mexicanismos, no te diré quién es.  El libro de Gonzáles Martínez, La muerte del cisne, se publicó ya; no pudo llevar mi prólogo, porque con las largas incomunicaciones no llegó a tiempo.  Pero saldrá próximamente, explicándose por qué no salió antes, en Jardines de Francia, que imprimirá Porrúa, como el anterior.  Los Porrúa imprimieron el libro de Caso, Problemas filosóficos (primera parte de su obra sistemáticas, ¿recuerdas?: aún no lo leo; me lo quitaron de las manos Vasconcelos, y luego Brull.  Le elogiaré en Las Novedades.  Me escribe Chacón que Castro Leal atacó satáricamente el libro de Caso.  ¡Mexicanos!” (PHU, carta del 1º. De octubre de 1915; Tomo II, p. 192)

El hispanismo como vertiente en la obra de PHU constituyó una línea de afición y voluntad que se lee en su obra madura.  En Las corrientes literarias en la América hispánica y en la misma Historia de la cultura en la América hispánica, aparecen las aristas de los ensayos que publicó con el título Plenitud de España.

“Yo no podía poner a Icaza entre dioses mayores, por razones obvias; pero peor la hicieron los Castro, que en el prólogo a Las cien mejores le llamaron poeta secundario, inferior a Pagaza: yo les llamé mal educados por ello.  Yo creí que había una vaga intención, en Icaza, de formar su grupo de dioses mayores, aunque no declarándolo.  La omisión de Nervo era explicable: por el hecho de ser éste bien conocido en España, y no necesitar nuevo propagandista; o porque Icaza estuviera disgustado con él.  Escogí la razón no mexicana.” (Ibídem. pp. 192-193).

En efecto, lo que supone respuestas en todo el campo de las literaturas hispánicas o del hispanismo lingüístico-literario, adquiere valor y relieve en un marco de actividades que le informa PHU a su amigo AR:

“Supongo que sigues recibiendo Las Novedades. ¿No robar a España? ¡Imposible! De dónde hemos de robar, si no?  Es verdad que tenemos que cogerles mucho. Mediocre; pero no lo son menos los escritores del Heraldo, El liberal y El imparcial, y a estos periódicos les roba todo el mundo, mientras que España todavía no. (Ver Ibídem.)

Un poco después de sus reflexiones dedicadas a su amigo AR, PHU pasa de la información, al consejo, a la ayuda intelectual y a la cardinal que se hace visible en la vida cotidiana de revistas, escritores y gestores de proyectos comunicativos y culturales:

“Ya te dije que no recibí la tarjeta de Díez-Canedo y tuya.  Pregúntale a éste cuantas traducciones tiene de poetas yankees.  Imposible tu proyecto de transcripciones y artículos en materias hispanísticas. Aquí no hay dinero para esas cosas. En general, aquí hay menos dinero de lo que se cree.  Los artículos de erudición no se pagan.  Las cátedras se pagan diariamente, excepto las de grandes figuras. Johns Hopkins está en la miseria, porque acaba de estrenar, entre grandes dificultades, edificios (asistí a la inauguración). Así es que hay que abandonar toda idea de dinero though la erudición.” (Ibídem.)

En gran parte del Epistolario… PHU y AR se plantean temas y asuntos de la Hispanística de las dos primeras décadas del siglo XX; de ahí que ambos tengan un dominio asombroso de obras, autores y temas ligados al mundo hispanoamericano.  Todo lo cual se explica en los diversos núcleos históricos, lingüísticos y estilísticos que a su vez permanecen en sus mundos intelectuales y trazados justificados convencionales de una carta a otra.

La sutileza y el sentido de detalle de algunos tratamientos analíticos, literarios y críticos facilitan informaciones, conocimientos específicos y especiales, dependiendo de su espacio de definición y origen.  La herramienta lingüístico-filológica, histórica y editorial supone la fase más utilizada frecuentemente en cuanto a resultados: “…la cultura de las humanidades (en América), discurso.” (Vid. Ibídem.)

Mundo, cultura, narrativas existenciales, documentos literarios, progresos editoriales y académicos conforman la bio-graphia, la huella y el tiempo de la doxa crítica e intelectual donde la carta se convierte casi en tertulia para dos, diario íntimo y escena del pensamiento. Estas fases propias del estilo asumido en el Epistolario íntimo…, se reconoce a todo lo largo de la visión dialógica, informativa y crítica de la carta, de suerte que todo el trazado de la relación amistosa se sostiene sobre la base de una ética y una estética de la cultura.