“Pero el “caro nome” fue cantado con una maestría que me sorprendió; las notas muy agudas no eran buenas y sólo dio las indispensables, las que están la partitura, o menos aún, porque su voz no está muy joven ya; pero las notas que aún domina eran llenas y ricas, y el legato tenía una tersura de aceite puro de olivas. Mediano tenor Forrest Lamont. Buen director de orquesta: Cimini”. (Op. cit. p. 183)
Los entornos literarios, académicos y culturales que Pedro Henríquez Ureña describe y piensa a través de sus cartas dirigidas a Alfonso Reyes, adquieren valor en la medida que los espacios de participación se orientan a la exclusión y a la mala voluntad administrativa de las autoridades tanto académicas e intelectuales, como a los empujes e incoherencias que el mismo sistema se permite regularmente en las agendas dedicadas a desarrollar proyectos de trabajo, difusión y producción literaria. De ahí que la dedicación a las mencionadas actividades se hacen visibles de manera frecuente en la correspondencia entre PHU y AR como cosa normal.
“A la noche siguiente, Traviata; perdí parte del primer acto, que es lo que me gusta, delicia de frivolidades y espuma (porque me invitó el poeta Beach a una excursión, en grupo, a pie –un hike- por los campos, y llegamos tarde). Cantó muy bien Frieda Hempel; Bonci a quien oímos en su mejor época en México, me dejó fríoahora.”(Vid. pp. 183-184)
PHU le narra en detalle y en juicio el paisaje de la música, la ópera y la interpretación de artistas con nombre para la época y reconocidos en aquella farándula de comienzos de siglo XX, cargada de novedades y figuras de la escena de la segunda mitad del siglo XX y en él la escena de una vanguardia que iba a dominar el espacio artístico del momento.
Así pues, nuestro autor se comporta con Reyes con un deber y una convicción intelectual que hace recordar las cartas y a tenerlas cerca, al frente de una cultura que abre sus caminos en un contexto que, aunque presentaba sus grados de influencia y sus grados de desarrollo en cuanto a la literatura, el arte y el juicio de una crítica especializada se puntualiza en tal tenor:
“Después: concierto original, para anunciar el piano reproductor que copia los matices de cada pianista. Se presentaron tres pianistas famosos (uno yanqui y dos judíos), que tocaron. Una soprano, Marguerette Namara, -que también es de cinematógrafo!- cantó. Cosa rara: a ninguno de los tres pianistas con ser famosos había yo oído aún. El yanqui, Copelano (toca Rameau, Debussy, Albeniz), me impresionó poco. De Godorski, el celebérrimo, esperaba yo más. El que me gustó plenamente fue el otro judío, Mirovich. ¡Qué penetración! Muy siglo XX. (Ibídem.)
El 4 de diciembre de 1920, en carta enviada desde Minneapolis le comunica a AR que hace ya muchos días no recibe cartas de él. Le diré en la misma carta que le ha escrito repetidas veces que le envíe “un ejemplar de las poesías de su madre, Salomé Ureña, y todavía no me llega. Me urge para ver cómo quedaron la portada y la fe de erratas (sic).
Así las cosas, también le informa PHU que:
“Máximo Coiscou que se encargará de venderlas en Santo Domingo –quiere ser librero: yo le he dicho que se dirija a algunos editores pidiéndoles créditos, y que nos dé como referencias a ti y a mí. Puedes recomendarlo sin temor: es persona de fiar, y su padre es rico.” (Ibídem.)
Entre tanto, le envía a su amigo otra información artística de interés para tenerlo al tanto de la producción del momento en cuanto a novedades de arte:
“Esta semana se ha dado aquí La malquerida (The Passion Flower), que ahora recorre los Estados Unidos -con la compañía original-, después del éxito en Nueva York el año pasado. Buenas decoraciones, trajes exactos, buenos actores sobre todo la Raimunda, Nance O’neil). Demasiado color local en el lenguaje: los actores decían de pronto “sí, señora, o “adiós”. Uno que otro pormenor cambiado, pero la obra puede considerarse intacta. En la interpretación, sin embargo, se cambia el énfasis (como dicen en inglés) de la pasión de Acacia, haciendo que ella parezca criada.” (Vid. pp. 184-185)
Poco a poco PHU se acomoda después de su llegada de Europa y de pronto ocurre que ha entrado de pleno en la cotidianidad, poniéndose a tono con la situación del momento, informándose e informando a AR de lo que pasa con la prensa, los escritores y los inconvenientes que se presentan con respecto a proyectos pendientes:
“He visto en El Imparcial –que recibe Heras (El Sol no se recibe, y tengo que atenerme a la esperanza de que te decidas a enviarme números de cuando en cuando, y recortes, así como espero la suscripción a España por seis meses) la petición del Sindicato de Escritores al gobierno. Ya me figuro que no se hará nada, y perecerá el libro español, y se contribuirá así a hacer fracasar el nuevo intento de europeización. Entre tanto, creo que esto impide que nuestro intento se realice, y que habrá que esperar a que cambie la situación del papel. Pero sigo con la idea: no quiero quedarme aquí (s.n.).” (Ibídem.)
Nuestro autor no quiere Minneapolis ni Londres, ni confía en convocatorias de trabajo por periódicos que son sólo para cumplimiento de la Ley, pero que en el fondo son inciertas. Las selecciones para el trabajo de otra forma, en lo que concierne a puestos importantes se manejan de otra manera:
“¿Qué has convenido con Adolfo Salazar sobre mi prólogo y su libro? En México lo esperan. Ahora quiero que le pidas otra cosa: que mande, por favor de 50 pesetas (que le entregarás de mis fondos), música española de piano de la mejor reciente (Falla, etc.)”. (Ibídem.)
En la posdata de la misma carta le observa a AR un punto importante sobre la comedia Pigmalión de George Bernard Shaw:
“Veo que Catalino Bárcena está dando la comedia filológica de Bernard Shaw, Pigmalión. ¿Ha gustado? ¿La han visto los filólogos? Aquí han dado, esta semana, los muchachos de la Universidad, su Androcles y el león, obra sobre el cristianismo primitivo.” (Ver p. 186)
Con esta última carta de 1920 se termina el año en cuanto a encargos, envíos, discusiones, proyectos, enfermedades, satisfacciones, insatisfacciones, viajes, visitas familiares, finalización de los estudios doctorales y presentación de su tesis doctoral, publicaciones de artículos, prólogos para ediciones de obras, contactos académicos, trabajos encargados, referencias políticas y otros acontecimientos de alto interés para nuestros dos intelectuales.
El estilo de la correspondencia de PHU y AR va cambiado de puntos, así como se va presentando el mundo de sus proyectos, responsabilidades y ejercicios profesionales. Pero también, la fluidez verbal y locutorial de su comunicación, va cambiando de ritmo y estado de escritura cuanto más crecen o se van apagando sus intereses o contratos. Los elementos interferentes de sus cartas no dislocan, sin embargo los objetivos de colaboración, amistad o trabajo.
El fresco textual dialógico, posiciona el contexto donde los núcleos de mensaje se fortalecen, con el entusiasmo que generan los proyectos y horizontes de expectativas y sobre todo los logros obtenidos en cuanto a valoración literaria o artística en sus respectivos medios editoriales, en las publicaciones, aceptaciones de trabajo o difusión de sus productos intelectuales.
Todo un marco de presente y de futuro se expresa mediante las imágenes que surgen de una orientación intelectual integradora, productora y comunicadora de intereses, valores, ideas y contenidos que inciden en sus líneas de recepción y posición intelectiva.