“Así, pues, los temores que yo tuve desde la primera vez, y que no te comuniqué porque el éxito de la fonética me cegó. Tú verás cómo arreglas el pastel, y de ahora en adelante no trates estas cosas por telégrafo: fíjate en que todas mis consultas son hipotéticas, que son para saber en qué condiciones aceptarían salir de España un fonetista, un guitarrista, etc., y tú me vuelves la cosa del revés, preguntándome qué condiciones damos nosotros y urgiéndome para que se resuelva. Mi plan era hacer todas estas cosas despacio: demostraré a Pepe que un fonetista podía venir sin mucho gasto, etc., y así convencerlo. Ya ves que la convicción que hubo fue aparente.” (Ver, Carta de PHU citada, pp. 216-217)
Las malas decisiones en torno a la eliminación de algunos puntos de formación, entrenamiento lingüístico y literario provocarán con el tiempo el resquebrajamiento de la llamada unidad del discurso institucional, las políticas públicas de México, el funcionamiento de líneas de participación y acceso a formas de trabajo más adecuadas para el momento.
Se planteó la idea de adoptar un café, o sea, un lugar para activar el debate en torno a la problemática de la literatura, educación, cultura, vida intelectual en Hispanoamérica y principalmente en México. Pero también, un espacio que, aparte de la conversación mediante lluvia de ideas y revisión de estrategias, permita identificar formas de acceso y solución de problemas patentes del momento. Pero ha resultado algo diferente:
“León Sánchez Cuesta, con Julio Torri, Manuel Toussaint y yo, decidimos adoptar en México un Café para las noches y hacerlo el café literario. Escogimos el de Tacuba, que no es caro como El Globo y Samborn’s, ni demasiado popular o agachupinado como otros (La Granja, etc.). Allí se sirven cosas mexicanas finas, como chongos zamoranos, huevos reales, tamales delicados, etc., y la concurrencia es buena.” (Vid. p 217)
Lo cotidiano que pide el mundo cultural se expresa en esta carta como valor y sensación de realidad vivida en la segunda década del siglo XX:
“Naturalmente: Ni Julio, ni León, ni Manuel han ido de modo regular; Manuel, ni una vez sola; pero se ha ido formando el Café, a base de muchachos jóvenes, con la ocasional presencia de Vasconcelos, y más frecuentemente de Genaro Estrada y de Roberto Montenegro, que cultivan el chiste. La chiquillería que frecuenta el círculo la forman Salomón, José Gorostiza, el poeta más pulido de los jóvenes; el jovencito escéptico de La Columna de Salomón: ¿No sabes que Salomón ha iniciado en El Mundo, el diario de Martín, una Columna humorística, los sábados, a estilo de la F. p. A. en New York Tribune de Don Marquis, el creador de Hermione la pedante-elegante en el New York Surn, de B. L. T. en la Chicago Tribune? Allí ha creado una mexicana típica, Lupita, un joven poeta escéptico, etc.; Daniel Cosío; Eduardo Villaseñor, muchacho bueno, y que parece está aprendiendo a hacerlo mejor: acaba de escribir un diálogo entre la alta cultura y la cultura popular -especie de versión ideal del incidente Caso-Vasconcelos, ahora felizmente solucionado- que está ingenioso… (Loc. cit.)
El ambiente de tertulia, café y periodismo traduce en esta carta la cotidianidad de una vida intelectual expresiva en aquel México ya atravesado por imágenes post-revolucionarias y donde sobre todo empezaba a cobrar fuerza cierta disidencia intelectual en el marco de las instituciones públicas. El concepto de autoridad intelectual, a veces quebrantado, otras veces afirmado y algunas veces marcado por cierta subalternidad, “asoma su cabeza” cuidadosamente, tal y como podemos leer en algunas cartas del Epistolario intimo, Tomo II y Tomo III.
El ambiente narrado en esta carta por PHU muestra sus hilos, firmas y tensiones culturales. Jóvenes autores lanzados en aquel momento gobernado o dirigido por una que otra personalidad fuerte del momento, aspiran a la forma y a la visibilidad de su persona mediante la poesía, el lugar “burocrático” ocupado por intermediación familiar y gubernamental, se “codean” y exhiben en este ambiente que dibuja y narra PHU.
El informe de nuestro autor crece en su carta, mediante la puntualización de detalles que a AR le agrada y le importa saber por boca de PHU:
“Octavio Barreda, nieto de don Gabino pero humorista, traductor del Renacimiento de Pater, aunque dice que lo hizo por ejercicio y que no le gustan ni el estilo de Pater ni su dominio de las cosas italianas… (loc. cit.)
En efecto, el trazado informativo de PHU se va convirtiendo poco a poco en crónica de aquellos días, donde AR desea saber para tener, en España, el pulso del ambiente mexicano de entonces:
“Ciro Méndez, muchacho rico, bondadoso, medio loco, y otros más. Los dominicanos Morillo, el ex encargado de Negocios en Cuba que tanto se peleó con los yanquis, Manuel Cestero, Manolo Galván que está ahora de paso aquí, pasan por allí a veces. Allí se hacen sesiones de chiste, como una en que se pusieron nombres de obras literarias a la gente te diré algunos. Julio por su tendencia a escabullirse: Quo Vadis. Ciro, que es muy desordenado: La casa en orden. Salomón, que es muy fantaseador, La verdad sospechosa.” (Ibídem. pp. 217-218)
Conjuntamente con estos detalles Pedro le comunica a Reyes las ocurrencias observables en tonos, ritmos, aspectos y órdenes de aquel momento, bastante importante, pues lo que se “vivirá” en aquel momento de transición, será el producto de logros, tropiezos y fracasos visibles en el proceso y en sus líneas de representación social e institucional.
En cuanto a la formación académica libre la llamada Escuela de Altos Estudios que estuvo a cargo de los ateneístas, presentaba la crisis del momento institucional, debido al poco interés y al precario presupuesto que ofrecía el Ministerio de Educación. Es importante señalar que la gestión de “Pepe” tuvo sus sombras en cuanto a importantizar lo que él entendía como educación popular y lo que Pedro y otros, como Reyes, entendían como “alta cultura”. Las ideas que en este sentido circulaban, también chocaban como mundos, concepciones y prácticas. Todo lo cual llevó a PHU y a AR a mantenerse como observadores atentos de aquel proceso de experimentación y re-formulación de prácticas que ya estaban en conflicto en dicha gestión, a propósito del trabajo de Vicente Lombardo Toledano, Caso, Vasconcelos y el mismo Henríquez Ureña.
“En Altos Estudios he abierto un proseminario de investigación de lengua y literatura. No es seminario en toda forma; no se estudia un asunto solo en varios aspectos, sino cada quien estudia lo que quiere. Tiene cada uno un tema grande y un tema pequeño, uno de literatura y uno de filosofía. Los trabajadores son unos diez y seis. Los oyentes varían. (Ibíd.)
Como se puede advertir, “Altos Estudios” ofrece actividades académicas con una agenda importante, pero con una asistencia pobre si se suman los asistentes inscritos y los oyentes ocasionales. Sin embargo, aquel foco académico en el que PHU cree y hace todo un esfuerzo por mantenerlo vivo, presenta ciertos niveles de descuido por parte del gobierno y del Estado de aquel entonces. Sobresale de la información que le envía Pedro a su amigo Alfonso cierta precariedad en cuanto a la “educación libre” que se mantiene como forma o modo de trabajo intelectual y formativo. De modo que el mismo contexto de consumo cultural y de crisis políticas o educativas se ve alterado por la crisis social y ética de algunas instituciones gubernamentales del momento.
Toda una bibliografía y un marco de nuevos estudios en este sentido, abundan como forma y sentido crítico en algunos abordajes ya citados por nosotros a todo lo largo de este trabajo. Sin embargo, véase, en tal sentido, y para un panorama de ideas y contextos la obra de Marcela Lombardo (Ed.): Vicente Lombardo Toledano y la Batalla de las ideas. Testimonios de intelectuales, Eds. Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales Vicente Lombardo Toledano, México, 2005).