El paisaje literario español entre 1918 y 1919 presenta signos editoriales y literarios contradictorios a lo interno de aquella formación intelectual.  El mismo Alfonso Reyes se duele de aquella práctica reiterativa de batallas, poderes y contrapoderes, contratos, valoraciones, empujes y fuerzas que deciden procedimientos y fórmulas editoriales y de creación a partir de egoísmos y mezquindades que se producen en el Madrid de comienzos de siglo XX.

“como ves, comienzo a huir de los grandes editores:   Calleja, Calpe, que son en general muy pedantes, exigentes y judíos.  Los pequeños editores dicen de una vez lo que pueden y no engañan.  Ahora hay muchos.  Ejemplo:  Ricardo Baeza, Jiménez-Fraud, Ruiz Castillo (que lo está haciendo muy bien, a quien daré un prólogo para un librito de cuentos de Nervo, para quien voy a pedir permiso de la obra completa de éste, que yo cuidaré, y a quien daré una antología de cuentistas mexicanos: tus sugestiones serán bienvenidas).

El tiempo de una historia literaria y sus protagonistas tanto españoles como mexicanos en España,  se revela directa o indirectamente si se lee con atención la preocupación de Reyes en el tejido mismo de su escritura epistolar. Con todo y la voracidad de éste en el contexto de las relaciones sociales, internacionales y propiamente literarias, lo que va construyendo como práctica y biografía es una razón de vida y trabajo por la literatura.

Parte de dicha historia es analizada por Héctor Perea en La rueda del tiempo. Mexicanos en España (Eds. Cal y Arena, México, 1996; y en su compilación titulada España en la obra de Alfonso Reyes (Fondo de Cultura Económica, México, 1991); tanto en el primer libro como en el segundo, se ofrece una panorámica de los años españoles del polígrafo mexicano.  La subsistencia de los intelectuales mexicanos en España, principalmente en Madrid, presenta los datos de una vida intelectual intensa, pero ligada muchas veces a un trabajo en tiempo de inseguridades, esperanzas y desesperanzas, tal y como se puede advertir en la mayoría de las cartas que le envía AR a PHU.

La del 13 de agosto de 1919 es un panorama que habla de la circunstancia intelectual en aquel tiempo de batallas, inclusiones y exclusiones editoriales. Reyes le comunica sus estados de subsistencia a Henríquez Ureña:

“No sé en qué punto te dejé de mi historia. Supongo que sabes ya que, de regreso de Burdeos, me he puesto mal y he tenido que guardar cama, con penas infinitas.  Lo que no le pasa a uno a los 19 le pasa a los 30. ¡¿Qué le hemos de hacer a Dios?! Cuando ya iba de alivio, una dolorosa recaída, en ausencia de mi médico que estaba por siete días fuera de Madrid, me obliga otra vez a guardar cama.  Entre tanto, he podido ocuparme de mis páginas de El Sol, preparar un prólogo para El h. que fue jueves de Chesteston, y otro para el viaje sentimental de Sterne.  Acaba de salir, feísimamente impreso, mi Poema del Cid: ya te lo envío.  El pedante de Urbina me dijo:

“Está muy bien, lo he venido ojeando en el tranvía; pero tiene erratas”. Yo le contesté: ¿Y cómo, en el tranvía, sin el texto antiguo a la vista, pudiste notarlas? ¿No ves que es un texto irregular y anterior a la ortografía? Y entonces él se vuelve una maraña de explicaciones y cambia la conversación.” (Ver pp. 164-165)

AR, quien ya ha caminado por lugares donde las rencillas y los usos intelectuales hispanoamericanos, adversos y a favor, se dan silvestres, responde con sus armas y con ello advierte a su amigo PHU sobre las miserias, contiendas y malas vías de acceso que se dan regularmente en el ámbito cultural y literario peninsular y latinoamericano.

“He empezado a creer que es hombre traidor: él hizo que sacaran de aquí a Nervo, de donde éste no quería salir (salvo para París, después de la guerra), para sucederle. Él ha decidido al pobre de Icaza a seguir las funestas inspiraciones de su familia yéndose a México donde la prensa le tiene preparado el peor ambiente, donde Nervo hizo saber a todo el mundo lo mucho que Icaza lo maltrató y ofendió, y donde la llegada de Icaza coincide a estas horas con las pompas fúnebres y honores a la memoria de Nervo. Yo creo que de ésta, Icaza se muere.” (Ibídem.)

Toda esta charla sobre tópicos intelectuales, frecuentes en el caso de nuestros escritores, es a la vez un fresco sobre las relaciones entre los intelectuales. Datos y referencias sobre este particular pueden encontrarse en el libro de Susana Quintanilla sobre “Martín Luis Guzmán en la Revolución mexicana.” (Ver A salto de Mata, Eds. Tusquets-Tiempo de Memoria, México, 2009).

Desde luego, AR también le informa sobre personajes y datos de la legación mexicana en Madrid, su vida y hechos allí:

“Aquí está también, en la Legación, Artemio del Valle Arizpe, pobre muchacho cursi y bueno. Me cuenta que el viejecito se embriaga en compañía de cajistas de imprenta y gente así. Mis paisanos cada día me resultan intratables.” Guzmán me escribe de México una carta amarga y pesimista. Acabo de recibir la tuya del 22 de julio, todavía en Chicago.” (Ibídem. Loc. cit.)

AR puntualiza sobre aspectos que tiene aún pendiente con PHU y que éste le ha tratado en cartas anteriores sobre el contexto intelectual norteamericano:

“En efecto: los errores de la crónica sobre Benavente en N. York se deben a las “contaminaciones” de otras críticas que leí por ahí: eres un gran intérprete.  En la RFE siempre le has dicho que el Spanish, etc. debe ir con mayúscula y jamás lo permite.  En cambio el alemán les inspira pánico.  Ese Centro es una lástima (s.n.) (Ver Ibídem.)

Como PHU le acuerda tanta importancia al Centro de Estudios Históricos y a don Ramón Menéndez Pidal, AR desmitifica la creencia que tiene su amigo sobre el mismo:

“Ahora todos (menos yo que veo más claro) se han comprometido en un diccionario para la monstruosa casa editora “Calpe” y el resultado es que el Centro, o la sección de Filología que es lo que importa, está abandonado completamente. No me explico cómo te ha gustado esa aberración erudita de Mitjana sin pies ni cabeza, y escrito, no en español, sino en mantesoco. En la RFE hay el propósito de no publicarle más.  Probablemente ninguno de nosotros ha tenido paciencia de leer esas páginas que era como masticar algodón. Tú sí la tuviste. Y pudiste descubrir noticias interesantes.  Ya le mandé, a Suecia, tu ejemplar de la Antología: ahora es Ministro allá. Su mujer es sueca.  Él es amable y desabrido, elegante, pálido hasta dar miedo, y con aire algo femenino, prematuramente cano.” (Vid. p. 166)

Otras precisiones e informaciones dirigidas a su amigo PHU puntualizan algunos tópicos relativos a intelectuales y a la vida literaria misma:

“…lo de Diez Canedo sobre Nervo fue escrito especialmente para la Unión H. A. Sus colaboraciones, las de Moreno Villa, Pereyra y algunos más, son especiales. Canedo ha hecho una hazaña: ha escrito cerca de 12 artículos sobre Nervo, todos buenos, y es la mejor prueba de su calidad (el único crítico de España: convengo contigo en un todo) uno para la Unión, otro para España, otro para El Sol (donde ahora hace continuas revistas de libros), etc.” (Ibídem.)

En tal sentido, el ritmo de publicaciones y proyectos se hace visible en la carta de A. R. los aprestos de éste a propósito de la institución filológica y cultural española: son reales y sinceros:

“Como ya te he dicho, se ha decidido publicar tu tesis en forma de libro, de la misma colección de la Fonética de Navarro Tomás: celebro que sea también tu idea. Noto que siempre asocias el nombre de Américo Castro al de D. Ramón Menéndez Pidal (“si D. Ramón y Castro desean”). Mientras así lo hagas, no habrás entendido lo que es el Centro, donde cada uno de nosotros manda, y pesa cuenta lo mismo, y cada uno de nosotros, de hecho, más que D. Ramón, “que nunca se ocupa”. (Ibídem.)

A propósito del maestro Pidal, la opinión de AR es, sencillamente sobria y puntual sobre  su trabajo en el Centro: “Debo declararte que D. Ramón no ha sido capaz de leer una sola línea de tus capítulos I y II. Así, no hay conflicto. Sólo los leyó el hombre del deber: Navarro Tomás. No tienes que agradecérselo: era su deber (Te acuerdas de Halvard Solness? A doña Carolina no se le había podido enviar nada, porque lo tenía Dn. Ramón. Bien: acepto la idea de Antología de Poemas. Pero como cosa aparte de la otra, y para otro editor y en otra forma.” (Ibídem.)

La visión de un momento literario, editorial y cultural se expresa en la respuesta de AR a PHU y sobre todo en gran parte de las cartas provenientes de los diferentes lugares donde el primero incide desde las relaciones y experiencias europeas a favor del segundo. Nuevas rutas, nuevos propósitos de trabajo para cubrir espacios intelectuales importantes desde el punto de vista literario y cultural.