El esquema de redacción de cartas en el caso de Pedro Henríquez Ureña y Alfonso Reyes, presenta algunas fases multimodales de narración y descripción, pero sobre todo aspectos específicos y escriturales de inscripción y discurso amparados en la filología, la retórica y la práctica literaria de entonces.

La multimodalidad referida por el encuadre-discurso epistolar, responde a la misma estructura de contexto o circunstancia que se expresa a través de un modo diferenciado de información, descripción y narración más bien marcado por el régimen de escritura y rango de subjetividad.

El elemento ilocucionario y perlocucionario (Véase Austin y Searle), promete sin embargo una definición, trabajo verbal y literario que acentúa el nivel distribucional y variable del escrito-escritura de las cartas. Esta visión conformativa extendida mediante un discurso epistolar que tiene su modelo en la carta española, francesa, alemana y otras verificable en autores de los siglos XVII, XVIII, XIX y XX paticulariza un uso subjetivo inconsciente, muchas veces en el productor de cartas o literato, en el escritor que también se dedica a escribir cartas.

De ahí que los diversos encuadres intelectuales sugeridos, asumidos y manejados por ambos interlocutores, solicitan un trabajo no sólo literario, sino también ligado a formas de atención cultural, propiciadoras de líneas de visibilidad y realidad motivadas por el contexto mismo de producción de ideas. Los ejes de conocimiento de estas cartas ayudan a comprender los motivos y prácticas relativas a los denominados oficios humanísticos (corrección, verificación, inserciones, comparación de copias, originales, pruebas de edición, compaginación de textos, ecdosis y otros).

El elemento escritural y responsivo de las cartas autoriza a los interlocutores a precisar, reconocer y establecer los diferentes momentos de la enunciación en el discurso epistolar. Al destacar la génesis de la práctica epistolar en el contexto hispanoamericano y universal, se hace visible y sensible el contenido o los contenidos humanísticos de cada contribución al otro en el ámbito de un diálogo amistoso, sin dejar de ser crítico y comunicativo.

Las líneas cardinales del discurso epistolar refieren al universo temático y formal organizado en un marco formulario que se orienta a la crítica en el cuerpo mismo del Epistolario íntimo y sus texturas ideológicas, literarias, contextuales, pero que además construyen un espacio de pensamiento, y a la vez, inducen a la comprensión de un muestrario cultural que cobra valor en el corpus analizado hasta el momento.

Todo el referente intelectual, literario, histórico, editorial y filológico del Epistolario hay que verlo en una línea de trabajo crítico en cuyo nivel encontramos las imágenes, formas de lectura, formas de producción de sentido y otros elementos de apoyo a una concepción de la escritura basada en los valores, objetivos y significados observables en todo el trazado autorial que asumen ambos intelectuales a partir de sus prácticas de trabajo, misiones literarias y productividades culturales. Leyendo la secuencia de cartas enviadas y recibidas en todo el proceso de constitución, trabajo de escritura y memoria de los años 1922 y 1923, se hace notoria la necesidad de presentar soluciones a problemas educativos, editoriales, institucionales, críticos y organizacionales del mundo cultural y literario hispanoamericano, principalmente en lo que concierne a la instauración de un nuevo espacio de cultura, democracia y saber en el ámbito social de entonces.

Sin embargo, es necesario señalar que el ritmo de respuestas de AR a PHU bajó un poco en 1923, motivo por el cual aparecen las quejas del último con respecto al primero (Ver cartas del 11 de abril de 1923; 20 de abril del mismo año; 17 de mayo). En la postdata de la carta del 11 de abril de 1923 y en la carta del 17-5-1923, le confirma su boda con Isabel Lombardo, hermana de su amigo Vicente Lombardo Toledano.

Observando la fluencia de cartas en este período se puede advertir que en el caso de PHU, las cosas de vida van entrando en otro ritmo, de tal manera que el mismo entusiasmo se orienta a una visión comprensiva de la vida política, literaria y cultural. Su visión del oficialismo presenta algunos tonos y matices propios del tiempo de las grandes esperanzas. Sin embargo, el mismo discurso visible y sensible de la correspondencia, muestra también algunos niveles y variables del movimiento político y cultural de México y de toda Hispanoamérica.

El 21 de mayo de 1923 y desde Madrid recibe PHU una carta (que sin embargo supone otras cartas de respuestas) de AR, donde le hace comentarios que no tienen nada que ver con las insistentes cartas, reclamos o los acostumbrados encargos de PHU. La misma cardinal de informaciones, circunstancias, cenas diplomáticas, publicaciones en periódicos y revistas, reuniones con amigos, discusiones sobre platonismo, filosofía indostánica, Vasconcelos y otros asuntos y temas constituyen el texto de la carta.

Las explicaciones sobre compromisos afloran en dicha carta, a tal punto que, entre una y otras, le responde algunos reproches a su amigo a propósito de la constancia en cuanto a escribir cartas dando respuestas:

“Sí, escribiré, qué diablos: en los entreactos de la cancillería y los activísimos compromisos sociales: no sé cómo, he resultado al fin mundano, con quien se cuenta para los mil saraos. Esto es terrible: ¡Yo me era yocanahhhhhhán! Todos los filósofos acabamos en peluqueros de señoras: así dice el texto”. (Véase p. 239, op. cit.)

Presión. Estallido. ¿Reproche? ¿Simple explosión? ¿Depresión? ¿Hastío?

“No estoy loco pero estoy de prisa y no puedo explicarme mejor. Además, allí está, en el salón, Esperanza Iris, la musa del 16 de septiembre, esperándome, y tengo que darle no sé qué consejo jurídico sobre no sé qué poder, y arreglar no sé qué almuerzo campestre en un estudio de cine, con los relampagueantes y dorados restos de Chole Álvarez, la Morronguita. ¡Ya ves tú!”. (Ibídem.)

Sin embargo, el mismo estado de ansiedad de AR le lleva a pedirle (¿exigirle?) cartas a PHU, tal y como hemos visto en algunos momentos en los tomos 1 y 2 del Epistolario:

“Necesito cartas largas, orientaciones, explícitas, burguesas, honradotas, al pan pan y al vino vino. De otro modo me pierdo. Como aquí nunca pasa nada, yo tengo derecho a mentir. ¡Pero vosotros desde allá! A mí las cosas, espesas, y el chocolate, claro. Muy interesantes tus atisbos políticos, que guardo aquí, en el bolsillo de pecho, junto a la carrera en cuero labrado de color, de Florencia. Cuéntame todo eso. La EFIGENIA CRUEL no puede tardar, si me deja la gente (que no me deja). Adiós y primavera.”(Ibídem.)

Como se puede inferir de la respuesta de Reyes, las complicaciones del momento, la “prisa” y otros “atareos” de la vida cotidiana, conforman la vida diaria del escritor y diplomático mexicano que, en su desesperación por resolver problemas domésticos y de trabajo pierde el “tiempo de escritura”, y en cambio se ve atacado por quehaceres menudos distantes de sus querencias literarias y culturales. La carta desesperada de AR presenta un cuadro vivencial propio de un determinismo ético-moral cuya fuerza se mantiene en pie.