El 25  de mayo de 1923, desde Madrid, Alfonso Reyes le escribe a Pedro Henríquez Ureña una carta parecida a las anteriores y a otras de 1923, donde sus acentos emocionales y ya conocidas cardinales literarias asoman en la superficie textual:

“¡Cómo se echan a perder mis amigos cuando viven lejos de mí! …He leído tu artículo de orientaciones americanas en EL UNIVERSAL (celebro tu colaboración en este diario) y, aunque naturalmente estoy conforme con tus Soluciones y consejos para el porvenir, me extraña mucho en ti la interpretación que haces del fenómeno pasado.  Los que hemos combatido por el bien y la belleza no debemos nunca arrepentirnos. Nuestra aristocracia intelectual era y sigue siendo una necesidad: así se forman todas las culturas: véase tu ensayo “Sutileza”. (Ver pp. 242-243,s.n.)

El introito de esta carta sitúa las imágenes  y acontecimientos en un foco de comienzo un tanto performativo y sentiente.  La visión y convicción de una ideología de base, apoyada en una relación intimada y abierta a la vez, no pierde la visión del caudal ético y estético donde los principios, conformantes, e ideas de base, se expresan desde esta concepción del comportamiento, de las metas filosóficas y orientacionales; pero la misma aristocracia intelectual  respalda todo un cuerpo de ideas y pensamientos que hacen caminos que van hacia el centro de la tierra:

Según AR:

“Las sociedades de elogios mutuos son indispensables para el progreso de la especie. NO: no hay que dar nunca la razón al hombre de las cavernas, nuestro enemigo de antes y de ahora: hay que decir que ya pasamos la primera etapa necesaria y utilísima: la creación de una minoría selecta, que necesitaba ejercitarse en las técnicas de Europa; y que ahora vamos a la segunda etapa : aplicar a nuestra realidad el resultado del aprendizaje anterior.” (Ibídem.)

Entre evolucionismo y estética Reyes reflexiona, sin embargo, sobre el hombre en progreso y no desandar caminos. La categoría hombre moderno es la que presentifica una visión en ascenso, en base a un desarrollo noético, dispuesto a comprender los cambios y las nuevas relaciones. Para el polígrafo mexicano el proceso de aprender debe tomar en cuenta él, o, los procesos anteriores de aprendizaje:

“Pero en manera alguna hay que negar lo que antes hemos hecho. No incurras tú también en el pecado de incontinuidad.  Sólo Pepe Vasconcelos tiene derecho, entre nosotros, a ser un poco arbitrario (s.n.). Tú no: yo no puedo dejarte. Y todavía conviene que insistas mucho, pero mucho, MUCHISIMO, en que con el sólo ideal de las buenas intenciones (de que está empedrado el infierno), no se hace nada: que hay que seguir aprendiendo las técnicas de Europa, las normas objetivas como tú dices.” (Ibídem. Loc. cit.)

Le insiste AR a PHU sobre el aprendizaje normativo desde una concepción eurocéntrica, pero normada por principios y técnicas; por saberes que abran perspectivas.  Piensa AR que el estancamiento producido por la falta de aprendizajes de la “alta cultura” no ayuda a desarrollar fuerzas espirituales en libertad, y más bien a crear la obra de arbitrariedad como lo hace Vasconcelos en su gestión educativa.  Razón y sinrazón pelean, sin embargo, en el conflicto de las realizaciones humanas.  Por eso AR le advierte a su amigo y compañero sobre las inconsecuencias vestidas de “charlatanería” y lo conmina a no ser débil:

“Cuida, no vayamos a parar en una explosión de charlatanería nacional (s.n.).  Espero tus nuevos artículos sobre la materia, en que expliques esto. No dés la razón a nuestros amigos. No seas débil. Es la primera vez que advierto en ti un asomo de claudicación intelectual.  No te indignes conmigo: comprende bien que no quiero molestarte. No me fulmines. Escúchame. Yo sé bien que esta vez tengo razón.” (Ibíd. Loc. cit.)

Por lo dicho anteriormente, AR quiere librar a su amigo del recurso habitual de la charla vana y la demagogia de algunos políticos y sobre todo de una práctica muy común y frecuente que proliferaba (¡Y aún prolifera!) en México y en toda Hispanoamérica: la del “charlismo” inútil; la de la charlatanería oportunista que se asume por oportunismo y poder; por las actitudes de graciosos, saltarines y cínicos que se presentan como diplomáticos  y “meseros” en materia de cultura y política para escalar  puestos y “amueblar” su mundo individual y sobre todo amoral.  Práctica esta que hasta el presente “se da silvestre” en toda Hispanoamérica y donde sigue proliferando con la mayor desvergüenza en el ámbito llamado “intelectual”.

AR no favorece las actitudes de Vasconcelos en aquel momento, pues a través de sus cartas a PHU, asoma su reserva y sus dudas sobre el Vasconcelos ambicioso y hombre de poder. Reyes entiende que en su gestión en el Ministerio de Educación muchos de sus seguidores se han “apandillado” para alcanzar prebendas y puestos retóricos, renunciando así  a las ideas de libertad y poniendo las ideas clientelistas, proselitistas y falsamente populares, oponiéndose con ello a lo que él entiende como “alta cultura” y “aristocracia intelectual”.

Se va despidiendo en esta carta un tanto sugestiva sobre el panorama predominante en ese México de la segunda década del siglo XX:

“Escríbeme largo, si puedes. Ya te he dicho que estoy a oscuras en muchas cosas.  Sobre todo… ¿el panorama de los amigos? ¿Qué diferenciaciones en la plástica primitiva? ¿Ca se tient Toujours? Acaso me decida a enviarte una cosa en francés, para que no la muestres, pues sé que a nadie contentaría. Hasta pronto. Están por salir mi 2ª. Ed. de la Visión de Anáhuac y mi Polifemo de Góngora, Bibl. Índice.” (Ibídem.)

En efecto, AR no descuida sus intereses literarios, aun cuando la política de su país le molesta y le irrita en muchos casos.  Sin embargo, en su carta anterior le expresaba la importancia de caminar por lugares seguros de la moral y el pensamiento, pues en la “mexicanidad” se advierten situaciones que desde un concepto chovinista, tienden a deformar visiones reales y a convertirlas en extremas o “caricaturescas”.  Lo que implica un gran equívoco en la comprensión de “lo mexicano” como identidad y valor sociocultural.

El  mundo cultural en toda Hispanoamérica, no escapa a la contaminación política ni a las influencias o poderes del político. Pues el modelo que promueve la práctica de poder en los pueblos de la América continental, crece cada día más en sus bordes y en sus centros.  La mirada de PHU y AR se diferencia en cuanto al caso mexicano del momento, a todas luces difícil de comprender sin los apoyos de acción y contexto.

Todo un balance ideológico y social invita a un acercamiento más reflexivo para entender los nudos, formas, perspectivas, tareas institucionales, educativas y culturales que necesitan un replanteamiento de estrategias y “morales” en dicho contexto.

El temor de Alfonso está en que Pedro abrace una positio vergonzante que lo lleve a renegar, por razones económicas y materiales, de sus principios por los cuales ha vivido y ha triunfado.