La relación dinámica e indicadora aspira a la bondad y a los buenos deseos morales y humanos. Las buenas obras de caridad y de bien forman parte de las prendas que adornan a Pedro Henríquez Ureña como sujeto humano y a la vez moral. El 12 de septiembre de 1931 y antes de emprender la ruta hacia Santo Domingo con su familia, nuestro autor le hace una petición a su amigo Alfonso Reyes que según él resulta atendible por lo que implica este acto de humanidad y hospitalidad:
“Me piden que te escriba por Juan Manuel Villareal: piensa ir al Brasil, desterrado, y tendrá que ganarse la vida como pueda. Él piensa encontrar qué hacer en los periódicos: tú sabrás si se puede. Quizás podría dársele trabajo de escribiente en alguna Legación. Ha estado preso ciento treinta días –y está preso aún- porque era presidente de la Federación Universitaria cuando se declaró la huelga”. (Ver, Carta cit. pp. 427-428)
El contexto de la petición o solicitud de ayuda de PHU a AR se debe también a los vínculos políticos del primero con grupos democráticos que han sido atacados y perseguidos por los organismos de coerción y represión del Estado mexicano.
Pedro le aclara que, los incidentes huelgarios que provocaron el apresamiento de Juan Manuel Villarreal, luchador y líder revolucionario se necesitan de actos solidarios a su favor, pues:
“Otros estudiantes han salido libres: él no, no sé por qué, pues no es comunista ni anarquista; solamente socialista de la Casa del Pueblo, donde no ha habido muchos choques (algunos sí) con el gobierno”. (Ibídem.)
Entre una y otra cosa, Pedro le recuerda a Alfonso que:
“Nuestro viaje será el 25, de Rosario. El barco no irá a La Habana, sino a Nueva York. Por fortuna, el tiempo de viaje es el mismo y la comunicación igualmente fácil con Santo Domingo, o más”. (Ibídem.)
Sin embargo, el 26 de septiembre de 1931, Pedro le envía otra carta a Alfonso donde le explica otro inconveniente por el que se ve obligado a posponer el viaje a Santo Domingo:
“Hoy debíamos –sábado- haber salido de Rosario para Nueva York, camino a Santo Domingo. Pero el jueves 17 Isabel sufrió un ataque de apendicitis: Zabala le ordenó ponerse en observación. El sábado la vio Bengolea y decidió que se operara. Se operó el lunes a las 10: operación rápida y satisfactoria; el apéndice no estaba perforado, aunque parece que amenazaba perforarse. Ahora está bien. El lunes estará en casa. El viaje se pospone un mes”. (Ver, op. cit. Ibídem.)
Así pues, como PHU tendría poco tiempo en Santo Domingo para mantener activamente su correspondencia con AR, le recomienda para fines de ayuda, consulta y colaboración a los hermanos Lida, filólogos clásicos e hispanistas de vasta y segura formación crítica y filológica:
“Reimundo Lida: Instituto de Filología, Reconquista 575. Él y su hermana María, son prodigios. Saben griego, latín (ella versifica en latín), hebreo, alemán, inglés, etc., y han leído todos los libros. Él puede servirte para todas las cuestiones de erudición que se te ofrezcan. En el plan Vicens, él sería nuestra estación de Buenos Aires: contaríamos con él mucho mejor que con nadie. Para México, Genaro; para Cuba, Lizaso. Hay que pensar en otros para otros países”. (Ibídem.)
A propósito de los tres tomos de Sor Juana Inés de la Cruz, para fines de publicación, PHU deja “en manos de Raimundo Lida los tomos I y III, únicos que poseo. Haría falta conseguir un tomo II: en México hay”. (Ibídem. pp. 428-429)
El proyecto parce que sigue en pie, según refiere Pedro:
“Vicens me ha escrito: quiero –al contrario de Sáinz- una colección extensa y que salga despacio. No dice cómo podrá pagar. Disipado el sueño de altas retribuciones de la CIAP, creo eso poco importa”. (Ibídem.)
Otra información pendiente y que le interesa a AR es la relativa al intelectual Paul Morand:
“Creo verlo un rato esta tarde, post conferencia, con Nieves. Muy bien Philip Guedalla, en inglés y en español. Mucho éxito André Sigfried”. (Ibídem.)
Hasta ahí, todo iba bien. Pero el 13 de noviembre de 1931 cuando Pedro y flia. iban a embarcarse en Rosario. Ahora embarcamos el lunes, 16, en el Eastern prince, y tocaremos en Río viernes o sábado. Alfonsito estuvo a vernos días atrás, pero yo no estaba. Anoche comió con nosotros en casa de Amado. Está muy bien”. (Ibídem.)
Dos semanas más tarde, a bordo del “Eastern Prince”, le envía una carta donde le comunica a Alfonso su llegada a Trinidad donde no podrán bajar allí. Le cuenta que:
“Después de salir de Río, el barco ha adquirido sus caracteres propios: todas las noches cine, o baile, o carreras de caballitos. Muchos van a México: el matrimonio Dodkin, de Sao Paulo: él norteamericano, ella inglesa criada en el Brasil (flaca interesantísima); el matrimonio norteamericano, que llevan cinco años entre Buenos Aires y Montevideo donde conocían a los Urquidi; un señor alemán del Brasil… Vienen a bordo el cónsul de Costa Rica (honorario, supongo) en Filadelfia, Eduardo Azuola: su profesión es dentista, y representa la casa White, que fabrica instrumentos. Su mujer es consuelo Trigo –bonita, pero gorda- una de las hijas menores de Felipe”. (Vid. p. 430)
En muchos momentos sobresale en el Epistolario íntimo el PHU narrador. El talento descriptivo, biográfico y novelesco observable en algunas cartas es lo que ha llevado a AR a señalarle que debe dedicarse a cultivar la obra de arte literaria, esto es, creativa, de ficción. Se ha señalado en algunas ocasiones el extraordinario talento que revelan sus cuentos y relatos. El caso de los Cuentos de la nana Lupe es un ejemplo de sus pensados proyectos narrativos.
Como cronista y retratista PHU sugiere focos narrativos de gran alcance artístico, donde la sobriedad y precisión de su prosa muestra los valores del buen narrador y detallista informador de escenas reales e imaginarias. Pero además, en las etapas advertidas en los tres tomos del presente Epistolario íntimo… se reconocen los valores propios del arte de escribir cartas y los ritmos que aseguran su escritura en el orden de la creación literaria, pues si conformamos un solo corpus con todas las cartas escritas dirigidas a escritores, amigos, intelectuales, funcionarios, políticos y familiares tendríamos volúmenes aleccionadores en cuanto al arte de la escritura.
El 8 de diciembre 1931 le describe PHU, al amigo AR su llegada a Nueva York:
“Alfonso: Llegamos aquí el sábado 5. Saldremos para Santo Domingo el jueves 10, en barco rápido que toca en Puerto Rico. Estaremos allí el martes 15”. (Carta cit. p. 430)
¿Cómo ve Pedro Henríquez Ureña la ciudad de Nueva York en 1931?
“Nueva York está gigantesca, -nunca imaginé que llegara a tanto-, pero triste y fea. Muchos de los rascacielos, en vez de buscar efectos propios, los que nacen de su tamaño, tratan de culminar en torres orientales. Los grandes cines, el Roxy, el Paramount, llenos de cargazón Luis XIV: Isabel dice que se parecen a la Embajada Mexicana en Buenos Aires. Pero las masas son importantes”. (Ibídem. Loc. cit.)
El foco narrativo y descriptivo mediante un relato cuasi cinematográfico de un Nueva York que coincide con la misma impresión de Pedro, luego de llegar de Europa a esta ciudad para dirigirse a Minneapolis a impartir docencia a nivel de grado y postgrado. El recuerdo de momentos pasados activa un sentimiento de soledad en este caso diferente, pues ahora se encuentra en Nueva York con su familia rumbo a la República Dominicana.