La estructura de un epistolario íntimo como el presente, se reconoce por sus enunciadores 1-2 (P-A) y por sus enunciatarios 1-2 (P-A).  Este esquema se expresa mediante el envío y la recepción en dos sentidos. Se trata de una dialéctica de la comunicación coherenciada por una visión dialógica de los protagonistas, tal como ocurre tradicionalmente en el discurso epistolar.

Sin embargo, el Epistolario íntimo de Pedro Henríquez Ureña y Alfonso Reyes adquiere su estatuto comunicativo y expresivo, debido a su causalidad y a la actitud que lo genera. El contexto que acoge el espacio-tiempo de la escritura se expresa de forma significativa en la tensión producida como distancia-acercamiento. Lo que motiva un derecho a la información de los dos escritores o protagonistas del Epistolario.

La historia de los discursos epistolares en Hispanoamérica cobra un valor ético, moral, filosófico, literario, cultural y sobre todo personal en un determinado trayecto expresivo y dialógico.  Los escritores tradicionalmente utilizan el género epistolar para tratar asuntos públicos y privados, pero la misma carta adquiere, en muchos casos, valor literario, político, patriótico o posicional, según el contexto de definición e intención.

En el caso del Epistolario íntimo de PHU y AR asistimos a un punto cierto y significativo de amistad y relación interpersonal, en la que se puede advertir la colaboración entre dos escritores cuyo nivel de comunicación e información justifica el acto de acercamiento o contacto intencional, tal y como se puede observar en el modo y nivel de enunciación asumido.

La motivación de la carta como espacio de encuentro, alusión y revelación se hace necesariamente vivencial. El 20 de diciembre  de 1914 PHU le envía una carta a Alfonso Reyes donde el primero supone y sugiere el valor de “escribir con libertad”, pero también   la necesidad de escribir a diario: “Acabo de leer, en Cuba Contemporánea, tu Montaigne y la mujer.  Está asombrosamente bien escrito… Pero yo mismo he escrito hoy un artículo sobre La resurrección de la danza, en que digo cosas que me satisfacen, a vueltas de las gaucherías de comienzo y final de crónica, inevitables en esta pavorosa labor diaria… Mi vanidad me dice que yo, que a los ojos de unos cuantos mexicanos y cubanos soy una personalidad singular, corro el peligro de pasar, no diré a la historia, sino a la croniquilla literaria de América, como una leyenda engañosa: personaje de quien se cuentan cosas de interés espiritual, originalidad, influencia y demás, y que en su obra resulta ser un escritor sin libros y de unas ideas y de un estilo más o menos académicos y acaso pedantes…” (Op. cit. pp. 112-113, Tomo II)

En efecto,Henríquez Ureña, quien reflexionó en su vida literaria acerca del acto de escribir y sobre la calidad del escribir y la escritura literaria, consideraba el oficio de escritor en su historicidad y condición.  Tanto para él como para su discípulo Reyes, saber escribir era (y es) una experiencia ligada al oficio y al estilo de autor.  El perfeccionamiento que surge de dicha experiencia será decisivo para un escritor y su obra.  Al momento de escribir esta carta, ya su autor tenía en su haber dos libros y una cierta cantidad de crónicas y ensayos publicados.  Sin embargo, la vanidad a la que alude se vuelve más bien preocupación, necesidad y punto de reflexión:

“…Mi vanidad sigue diciendo que, si yo supiera escribir, pudiera ser autor de algo como Camino de perfección. Y por eso quiero llegar a escribir con libertad, y cosas creadas en la fecunda conversación… y ya estoy pesando en un libro –además del íntimo- de ideas estéticas, en que trataré de coser estas recientes de mis artículos.” (Ibídem.)

¿De quién quería hablar PHU en esta carta sino de su destinatario? “Esta carta no quería hablar de mí (que soy víctima –por el esparcimiento y la libertad de acción- de la necesidad de escribir a diario, martirio pavoroso, sobre todo cuando aún no se ha escrito), sino de tu Montaigne.  La sección 1 es excelente: es fruto de toda nuestra sabiduría adquirida en aquel país hoy incomunicado del mundo.  Y también la primera parte de la sección II. Hay hallazgos de estilo: estas desilusiones de la vida.  Hallazgos humanos: mi incorregible bibliotecaria” (Ibídem.)

Crítica y reflexión sobre el arte de escribir y la búsqueda de un estilo propio es cosa que subyace en esta carta.  Pero también la necesidad de un espacio intelectual se siente en el trazado de la misma.  El mismo Alfonso Reyes, en tarjeta postal enviada a Henríquezx Ureña desde Madrid el 24 de diciembre de 1914, le muestra la necesidad de tal espacio literario y cultural:

“Estoy estudiando alemán. Conocí a Menéndez Pidal. Soy ya miembro del Centro de Estudios Históricos, encargado para el año que entra del estudio del teatro español: veme enviando notas bibliográficas de estudios yanquis sobre la materia, para hacer que los adquieran.  Esta gente es nuestro grupo.  No estábamos solos en México.  En Perú, en Cuba, en Madrid existíamos también.  Este es nuestro sitio. He descubierto poesía y drama México, manuscrito: siglos XVII y XVIII puesto que tu situación es provisional, pienso en que te mandé acá tu gobierno.  ¡Claro día aquel!…” (p. 115)

Las reflexiones, ideas y búsquedas a través de la comunicación epistolar, posiciona un modo de ser y extender el acto de vivir en situación. Toda una filosofía de vida representa un estatuto intencional donde el escritor y el intelectual ,en el presente caso, se reconocen en la esperanza de ser – para – la obra.  Lo que conduce a objetivos éticos, estéticos y filosóficos dirigidos a la creación, la lectura y a la reflexión literarias.

Ambos escritores se decantan por un camino y un acto originario de perfección y experiencia de vida literaria.  Ambiente y actitud convergen en pensamiento y sentimiento de eternidad.  Pero la escritura y el escribir conforman la vida íntima y pública de estos (entonces) jóvenes escritores.

En efecto, en su respuesta a la tarjeta postal de fecha 24 de diciembre, Henríquez Ureña muestra preocupación por el entusiasmo de Reyes:

“No entiendo bien, todavía, tu situación espiritual en Madrid.  No has ido a la prensa: bien. Parece distinción. Yo en La Habana, para los efectos del bombo, disponía, y dispongo, de ella, pero no me sentí tentado a utilizarla.  Espontáneamente se me da más bombo del que necesito, y Max se asombra de que se me conozca en Cuba tanto sin proponérmelo yo.  Mucho se debe a su reflejo.  Pero Cuba es una cosa y España otra.  Cuba es aldeana, y todo el mundo se conoce, así es que la prensa es un recurso inútil.  Pero en Madrid no creo que pueda desdeñársela tanto, aunque no haya que cortejarla.  Unos cuantos conocidos de ese mundo tal vez no sobren,  tus relaciones me parece que están más entre los eruditos que entre los literatos.  Por qué no me hablas más largamente de Ortega y Gasset, cuyas Meditaciones del Quijote levantaron revuelos entre nosotros en Cuba?” (cfr. p. 116)

La extensa carta de Henríquez Ureña toca los tópicos que le interesan a Reyes y al mismo PHU.  Literatura, política, filosofía, ideas espirituales y arte son tópicos que cosntituyen la visión de esta carta.  Reyes en Madrid, publicaba muchas notas, ensayos y reflexiones cortas, tal como se puede leer en Alfonso Reyes: Entre libros, Eds. El Colegio de México, 1948.  Dicha publicación recoge su actividad literaria entre 1912-1923.   El libro, publicado por el Centro de Estudios Literarios del Colegio de México, No. 8, documenta la etapa de juventud del escritor, época en la cual se “carteaba” con PHU.  Por aquel entonces escribe  su libro Cartones de Madrid que es su primera obra escrita y publicada en Madrid.  Algunos textos, cartones o piezas literarias, fueron publicados según Juan Velasco en el Heraldo de Cuba y en Las novedades de Nueva York (Ver Alfonso Reyes: Cartones de Madrid, (ahora en Ediciones Hiperión, Madrid, 1988, con Prólogo y notas de Juan Velasco.

El contexto que abarca el Epistolario íntimo de ambos escritores, revela una preocupación que determina su obra futura y sus aportes a la literatura hispánica de la primera y la segunda mitad del siglo XX.