Las 1101 páginas que constituyen la edición de los tres tomos del Epistolario íntimo de Pedro Henríquez Ureña y Alfonso Reyes (UNPHU, 1981-1983), surgen de un proceso forjado por una amistad y una misión de saber cuyo estímulo hizo posible un trayecto humanístico asumido y compartido por ambos autores. Como se puede observar al recorrer las etapas, las incidencias y los trayectos que en este caso resalta y resulta de estas páginas es el valor mismo de la aventura literaria e intelectual de ambos amigos.
Los dos emisores y receptores, escritores y lecturas ajustan y pronuncian una experiencia donde la visión, el espíritu de las letras de “humana vida”, sugieren una concentración de placeres del escribir y la escritura. El amplio archivo cultural que le sirve de base a estas cartas o correspondencias, denotan además una voluntad de estilo y de ensayo, toda vez que la presencia en las mismas de autores, hispanoamericanos, europeos, orientales, y de otras zonas subcontinentales o transcontinentales, cobran valor informativo, expresivo y documental en el acto mismo de leer.
Aquello que como interés permite entender el contacto interautorial y perlocucionario del Epistolario, invita por lo mismo a evocar, presentificar e imaginar al “otro” en su travesía intelectual y visionaria. Entender los transcursos, posiciones, omisiones, referencias, interrupciones o presiones de un proceso epistolar, implica también un marco ontológico, existencial y hasta escatológico del sujeto que acepta la situación como acto de reconocimiento y deseo de comunicación.
Como se puede advertir en el material epistolar del segundo tomo (1906-1946), el ritmo-tiempo de la escritura se ve interferido por las mismas responsabilidades que surgen cuando ambos escritores responden a un trabajo de inclusión académica o editorial; a viajes, problemas familiares, cambios de vida y lugares. Lo que les permite a ambos cambiar también de estrategias de vida y comunicación.
Las tarjetas postales forman parte de la instructiva correspondencia. Henríquez Ureña le responde a Reyes una tarjeta postal del 24 de enero de 1915 desde Madrid y Pedro le responde desde Washington, el 27 de enero de 1915. Mientras Reyes le da las gracias “por fecunda carta alarconiana y por tarjeta de útil advertencia sobre lenguaje taurino”, Henríquez Ureña le refiere su experiencia en torno al recorrido de sus trabajos:
“Recorriendo mis trabajos, me encuentro con mi discurso de la Escuela de Altos Estudios (La cultura de las humanidades), que Acevedo me oyó pronunciar, y que se imprimió en la Revista Bimestre Cubana. Te envié ejemplares: no recuerdo que me hayas hablado de ellos. Sobre todo, te envié uno para Ortega y Gasset. Tengo interés profundo en que él lo lea. Sabes que Francisco García Calderón me escribe poniéndomelo, -discretamente- como modelo? Ya lo creo. Desde que decidí salir de México, pensé escribir libros a los Camino de perfección, Motivos de Proteo; y Meditaciones del Quijote; y además otras clases de libros. Pero la extraña fortuna no se deja. Ahora no soy más que una máquina de hacer artículos para el Heraldo. No te imaginas hasta qué punto me enerva esta situación. Tengo crisis espantosas. Asisto a mil funciones y actos públicos y cuanto se ofrezca, pero son paliativos: el encierro obligado, para escribir me enerva.” (Véase Tomo II, pp. 144-145).
El tono coloquial que registran las cartas de ambos locutores es una constante y una variable del escribir en dicho género que tanto en Europa como en América hace visible una preocupación de existencia, estado latente y manifiesto de escritura y referencia. PHU le reprocha a Alfonso Reyes que:
“Nada me has dicho, tampoco, sobre si Azorín leyó, o no, mi artículo sobre él; ni si lo vio Rufino. Olvidas decirme en qué se funda la gente de Madrid para decir que me conoce, -en qué trabajos, en qué escritos. Recorro tus cartas en busca de alguna referencia sobre mi discurso y no la hallo. En cambio, tropiezo con tu descripción de Ortega y Gasset: veo que no tiene barbas y que no es muy guachupín. Algo, pues? No sé si te he dicho que los nuestros de La Habana han leído con avidez las Meditaciones del Quijote.” (Vid. pp. 145-146).
Por su parte, el 28 de enero de 1915 y desde Madrid, Alfonso Reyes le escribe a PHU describiéndole a éste su situación:
“Agradéceme los 25 cs. que gasto en esta carta. Me he cambiado, me he instalado. Nieve. Frío terrible. Casa nueva helada. Pobreza, no calefacción. Piso no de madera. Calambres de frío en los pies. Imposible escribir, sino en la cocina y junto al fogón. Traducciones dea peseta, para poder comprar una estufa y calentarme. Enojos y gastos de mudanza. Acevedo, pared de por medio, poco dispuesto a mantener su propósito sobre Santo Domingo, a pesar de tu admirable solicitud; pero como no tiene mucho y ha de acabársele, piensa irse al fin del próximo verano. El pobre (moralmente muy enaltecido) quiere descansar un poco, y goza por primera vez de su aplazada luna de miel…” (Tomo II, pp. 147-148).
La inflexión enunciativa visible en la carta de Alfonso Reyes, traduce sin embargo un arco ontológico-existencial “humanizado” por la circunstancia que lo rodea y lo esclaviza a su cotidianidad como sujeto. El estilo de la misma, entre sugerente y transparente en su contenido, propicia un uso directo e informativo que da lugar a un conocimiento de detalles de vida y condición en Europa.
Toda correspondencia de tono memorial, evocador y nostálgico trae consigo el recuerdo como paliativo y punto de vivencia. El 31 de enero de 1915 Pedro le escribe desde Washington a Alfonso acerca de su primera llegada a los Estados Unidos:
“Ayer se cumplieron catorce años de mi primera llegada a los Estados Unidos. Dirás que es mi manía de hablar de “hace veinte años” y por el estilo. Fue simplemente el recuerdo de la fecha. Veo que todavía nada tuyo trae El Heraldo de Cuba. Como me lo suponía… Absorto en Madrid. No me explico que descuides esta oportunidad.” (cfr. p. 149)
El diálogo ameno desde la carta, genera orientaciones y un espesor equilibrado de informaciones que fuera del ensayo, el tratado o la pieza oratoria, crea mayores efectos de comprensión, debido al circunstante de libertad y posibilidad de los emisores y receptores involucrados en la comunicación epistolar.
Un aspecto que es significativo señalar es que en el Epistolario íntimo de ambos escritores, se destaca en detalle el comentario direccional del texto epistolar con su determinación clara y su organización escriptural interna (véase pp. 157-200 y pp. 200-211 y passim.)
Ya para 1916, Alfonso Reyes había publicado textos bastante significativos como lo prueba la carta del 12 de enero de PHU. Los ensayos titulados Preparación de la edad civil, Entierro de la sardina, El hombre desnudo y Coro de sátiros, entre otros iban conformando en aquel momento la obra magna de un gran escritor. Algunos de ellos fueron publicados en Cartones de Madrid, primera obra escrita por Alfonso Reyes en Madrid. A comienzos de 1916 la República Dominicana entraba en conflicto con los Estados Unidos, siendo ocupada meses después, bajo el dominio de un gobierno militar. Desde New York y Washington PHU se comunicaba con Alfonso Reyes, su hermano Max y su padre Francisco Henríquez y Carvajal, a propósito de la situación económica y política de la República Dominicana. Encontraba tiempo para publicar en Las novedades y para colaborar en Cuba y México sobre temas de actualidad, aparte de ir a conciertos, ver exposiciones, ir al teatro y a la ópera, con todo y el inmenso trabajo pendiente que tenía y debía ponerlo a la disposición de una buena publicación.
Las diversas fases del Tomo II del Epistolario íntimo, cobran significación intelectual cuando el mismo asimila cartas e informaciones de interés para ambos protagonistas. De hecho, los temas de dichas cartas expresan valor cuando ambos reafirman su juicio crítico y refuerzan el discurso epistolar, convirtiendo la carta en una buena lección de crítica, literatura, arte y cultura.