El Epistolario íntimo de Pedro Henríquez Ureña y Alfonso Reyes, publicado en tres tomos por la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña entre 1981 y 1983, constituye un Opus literario y cultural documentado como género epistolográfico que da cuenta de una relación de amistad de estos dos estudiosos y eruditos que desde 1907 hasta la muerte de PHU en 1946, se escribían y trataban problemas a través de la correspondencia asumida como texto íntimo y escritura privada.

Con la aparición de estos tres volúmenes, estamos frente a un documento significativo publicado como parte de la memoria literaria y cultural de ambos estudiosos.  El entonces joven Alfonso Reyes fue, desde muy temprana edad al discípulo del crítico, orientador literario y filólogo dominicano, quien le sirvió de guía al ensayista mexicano y orientó su vocación humanística y literaria.

El tiempo de esta correspondencia marca un camino, una trayectoria que sirve de base para comprender todo un largo período de tiempo en contacto con las humanidades y las letras clásicas y modernas. De hecho, el Epistolario… da lugar a una explicación que tuvo en cuenta temas diversos, motivos, tiempos, situaciones académicas, existenciales, políticas, personales  y diplomáticas que se explican mediante núcleos humanos y sensibles.

La necesidad de escribir cartas se hace visible en la información, la respuesta y el contexto de escritura.  Pero la maestría de PHU hace que el escritor y entonces joven estudioso mexicano, se refiera a la competencia escrituraria del dominicano:

“Feliz tú, Pedro, que sabes escribir cartas día por día y que siempre tienes material para ello! A mí me agobia sólo la idea de que hoy tengo cinco cartas pendientes.  Imagínate si no estaré contrariado: no fue posible lo de Max; mi Papá ya tenía cubiertos ambos puestos y por personas de esas que no es fácil despachar a paseo.  El mismo se ha afligido de veras, tanto que no me dejó escribir luego a Max, pues quiso antes ver si era posible colocarlo en alguna otra parte.  Por fin me dijo que no hallaba qué hacer.  Más aflicción le causó conocer la situación de Max, por una carta de éste que yo le leí.  Hoy mismo tengo que comunicarle todo a tu hermano, pero antes necesito hablar con Papá porque qué sé yo qué cosas quiere decirme que le diga a Max.  Guardo tu carta como un talismán (s.n.).” (Véase Epistolario íntimo, Tomo 1, p. 18; escrita y enviada a PHU el 21 de enero de 1908).

Es importante destacar el hecho patente que implica la escritura epistolar al momento de orientar y desarrollar su contenido ante un locutor e interlocutor real y a la vez ausente (¿presente?) que concita interés y valor en la escritura íntima.

La estrategia de la carta impone una disciplina del escribir.  Lo que permite entender el presente enunciativo de ambos locutores e interlocutores.  ¿Cuál es, entonces, el escenario de la escritura íntima y qué revela el mismo como situación personal o existencial? La intensidad o el ritmo del doble envío, permite comprender la necesidad de escritura de ambos “hablantes”:

“Hoy recibí tus letras de hace dos días, que ya comenzaba a esperar.  No te escribí antes, por evitar la confusión de las cartas cruzadas; esperar y proceder sobre seguro es mejor.  Sí dije a Max que se apresurara a escribirte, y me dice haberlo hecho.  Está, como sabrás, completamente de acuerdo y deseoso; y le convendrá el cambio para la salud moral y física.”  (Respuesta de Pedro a Alfonso de fecha 16 de enero de 1908, pp. 20-26)

Pero no solo el juego de estrategias discursivas revela interioridades del intercontacto escriptural, pues la misma condición del hablante revela todo un marco de la doble relación que implica la intención de la carta. ¿Se podría hablar del género epistolar como forma-sentido de una escritura “sentiente” como acto-presencia del locutor que envía y el receptor que completa el acto de emisión y recepción?

Al valorar las estrategias que surgen del intercontacto, sería importante referir a otros epistolarios de Alfonso Reyes y Pedro Henríquez Ureña.

Como lo hace el intelectual, editor, escritor e historiador José Luis Martínez, en su obra Alfonso Reyes- Pedro Henríquez Ureña. Correspondencia (1907-1914) (Ed. Fondo de Cultura Económica, México, Vol. 1, 1986 (2004), pp. 9-39).

El reconocido intelectual explica en su Introducción a esta obra y justo en el primer párrafo lo siguiente:

“Una buena correspondencia es el resultado de la reunión de factores favorables: el hábito de escribir cartas, el alejamiento circunstancial de los amigos que sustituyen con este recurso la conversación, y el hecho de que tengan cosas interesantes que decirse y las escriban bien.  Así ocurrió en la antigüedad y en el mundo moderno, y sigue ocurriendo en la época actual, a pesar de las competencias de otros medios de comunicación más fáciles.” (Op. cit. p.9)

El contexto de escritura de estas cartas lo explica con claridad el editor responsable de las mismas José Luis Martínez:

“Una vez establecida su amistad, pocos años más tarde ambos tuvieron que seguir rutas diferentes que sólo les permitieron coincidir en breves períodos; ambos tenían el hábito de escribir largas cartas, y ambos se hicieron en el camino notables escritores, con renovadas materias intelectuales que debían comunicarse y discutir, además de cuestiones personales, lo que da un vivaz y cambiante interés a sus cartas.” (Ibídem. Op. cit.)

Así pues, el camino que revela un epistolario sugiere, en el presente caso, una amistad intelectual y un punto de encuentro a través de la literatura y el saber.  Lo que aflora en las mismas cartas no es un mero ejercicio de escritura, sino más bien, un encuentro real y espiritual mediante la correspondencia, a veces regular, otras veces irregular, tal y como se hace visible en el Epistolario íntimo. 

Pero los datos que ofrece el intercontacto Pedro Henríquez Ureña-Alfonso Reyes, va más allá de una correspondencia habitual.  Se trata de la discusión de planes de estudio, de estrategias de lectura, de oportunidades de estudio, de ediciones e intercambio de libros por leer o leídos, pero necesarios en un momento dado.

La mención de personas involucradas en el oficio de escribir o leer, le permite  a ambos emisores y receptores de cartas ensayar y asumir una experiencia literaria e intelectual, toda vez que la curiosidad, la voluntad y el valor de lo tratado exige disciplina y deseo de escritura.

Las indicaciones, sugerencias, informaciones, precisiones, instrucciones o intrusiones surgidas del Epistolario de estos dos maestros de las letras hispanoamericanas, facilitan un conocimiento que va más allá del ensayo, el tratado, la conferencia, el compendio o la lección académica.  Se trata de un archivo privado que supone un trazado intelectual compartido por ambos amigos y escritores.

Lo que se hace observable en los tres tomos  del Epistolario íntimo publicado por la UNPHU bajo la responsabilidad del recopilador y prologuista Juan Jacobo de Lara, es, sobre todo, el plano profundo del contexto de escritura y testimonio en un tiempo de interpretaciones y visiones que dieron a la posteridad sus frutos intelectuales, literarios y espirituales.