El 12 de abril del año en curso, Pedro Henríquez Ureña le escribe una carta a Alfonso Reyes desde La Plata, justificando su tardanza en contestarle o escribirle, como siempre, sobre asuntos comunes, o, puntos relativos a necesidades intelectuales de ambos. Pero PHU no se ha sentido bien de salud, “ni física, ni moralmente” y su malestar según él, “estalló anteayer –cumpleaños de Sonia- en un envenenamiento intestinal, creo que complicado con algún derrame bilioso. No lo sé, porque llamé al único médico que me pareció bien, Calvazzutti, y no pudo venir.”
Según PHU, se curó utilizando algunos remedios caseros y al día siguiente se sintió mejor, pero débil y no comió más que caldo y uvas. Sin embargo, al momento de escribir la carta no se sentía débil y pensó ir a impartir sus clases habituales.
Pedro le escribe a Alfonso lo siguiente:
“No he ido por Buenos Aires sino a mis trabajos, y el miércoles a comer con los Alonsos. Estuvieron los Ravignanis: él, con quien nunca había conversado en forma, me sorprendió por inteligente, sobre todo por su capacidad para manejar ideas generales. ¡Y aquí lo creen un detallista! Es verdad que sus publicaciones son de documentos, salvo aquella trunca Historia que no sé quién, de los cuatro colaboradores, redactaría. Recordé que a ti te rehízo, como debía haber sido, una conferencia de Lehmann.” (Ibídem. pp. 382-383)
Desde Río de Janeiro, el 15 de abril del mismo año, AR le envía su habitual carta, pero esta vez bajo las mismas impresiones de llegada al Brasil, particularmente a Río. Reyes parece no desprenderse aún de las curiosidades de Río y las comparte con Isabel y Pedro:
“Hace años vi una revista en Paris. Las mujeres salían vestidas –o desvestidas- de plantas y flores, y cada una llevaba una enorme alimaña, catarinita, cucarachas, tarántula, etc. etc. La comadre cantaba un couplet cuyo motivo era: “la petite bete qui monte, monte toujours”… Y la teoría del Couplet: el eterno bichito que aparece en toda flor, además de otros equívocos sin gracia.” (Vid. p. 383)
Desde una perspectiva cuasi-naturalista y a propósito de una cultura-naturaleza que no esconde sus signos de vida y modos de expresión, AR le presenta a PHU y a Isabel Lombardo de Henríquez lo que es el Río de Janeiro que lo ha impresionado y lo ha llevado a sus imágenes de presente. Lo pueblerino, lo rural, lo campestre de clase media y sobre todo lo luxuriante y mágico aparecen en el cuadro viviente de aquella percepción espacial y ambiental que se acentúa en el mirar y la mirada de Reyes.
Así, la carta de nuestro polígrafo va orientada a informarle a su amigo PHU tal encuadre natural y cultural:
“Aquí, hay que acostumbrarse al bichito. Todo está vivo y a la menor provocación, echa a andar como semoviente, y hasta me figuro que pica. Se realiza plenamente la metáfora de mi poemita: “Engendra mariposas la campana neumática”. Donde quiera hay gérmenes. De repente las migas de pan, olvidadas sobre el mantel, se vuelven arañitas de muchas patas, o crean alitas y se convierten en hormigas voladoras.” (Ibídem.)
Insiste Reyes en lo del bichito como magia, corriente, amenaza y picadura. El bichito se adhiere, vuela y crea estados de esquivez, alteración y fobia. Pero el bichito daña, espanta, sobresalta, en fin, el bicho o el bichito es molestoso como quiera, que actúe bajo la acción del ambiente. Pero Reyes vuelve a repetirlo bajo otros acentos emocionales:
“Hay que acostumbrarse al bichito como sazón de los guisos. Hay que perderle el miedo. Es parte del ambiente. Querer suprimirlo es como querer suprimir los átomos de la materia que, en el fondo, son la materia misma. Un poquito de práctica, y se acostumbra uno a la idea de que el bichito es cosa limpia: se le mata con la yema del dedo, y sigue uno comiendo como si tal cosa.” (Vid. pp. 383-384)
El discurso ecológico que sostiene AR en esta carta quiere ser también un discurso de impresión en torno a la idea del bicho o el bichito como componente del mundo natural y el mundo cultural. ¿Dónde hay bichito según Reyes?:
“Hay bichito en las plantas y en las flores, bichito en los libros y papeles, y yo sospecho que hasta hay bichito del mármol: la petite bete qui monte… Lo que no se encuentra ni a precio de oro es un mosquito, un stegomya phaciata o como se llame a aquel vehículo de la fiebre amarilla que yo aprendía a conocer en una pasajera epidemia de Monterrey. Este mosquito es listado, de lujo, y se distingue de los ordinarios en que es más vistoso. Naturalmente (perdón, Isabel) el macho no es dañino: la dañina es la hembra. Y se la distingue fácilmente, no en la “pequeña diferencia” que decía la feminista del cuento, y que en el caso sería imposible de apreciar, sino en que el machito se para sobre las paredes en posición perpendicular al suelo, mientras que la hembra –ya lo había adivinado- prefiere la horizontal, la paralela al suelo. (Ibíd.)
Así las cosas, todo parece una historia dentro de otra historia con varios tonos de narración naturalista, ecológica, de línea geográfica o propiamente entomológica. Pero a la vez, AR parece demasiado fascinado por esta visión de la flora y la fauna brasileña que descubre en cada detalle en Río de Janeiro, y que quiere comunicarlo a sus seres más cercanos. Ese “querer” descubrirles a Pedro y a Isabel tantos detalles, formas y “curiosidades” que llaman su atención y que están ligados a su trabajo y vida de diplomático, lo alejan un poco de otros detalles sobre libros, publicaciones, negocios editoriales, política y otros.
¿Qué ha pasado entre tiempo con la abundancia de “curiosité”?
“Aquí han logrado desterrar esta plaga con una revisión continua e incesante de todas las habitaciones y sitios de la ciudad. ¡Hasta las Grutas de la imprenta, en el paseo de las olas bravas, están saneadas y cuidadosamente desinfectadas! Todo el día desfilan por las calles patrullas de mata-moscas. En los momentos en que escribo estas líneas, hay un destacamento de ellos trabajando. Todo lo examinan muy seriamente, y luego en los “lugares comunes” (Retórica aquí también), plantean unos parches de papel con unos sellos y una firma.” (Ibídem. Loc. cit.)
La carta ya va llegando a su fin y AR sigue, sin embargo, atento al transcurrir de su tema ahora ligado a los mata-mosquitos:
“Naturalmente, los mata-mosquitos tuvieron incidente con el Encargado de Negocios, mi predecesor y la cosa trascendió a los periódicos, y la CRÍTICA de aquí hizo mucho ruido. Pero conmigo estos campeones de la higiene pública congenian muy bien: ni siquiera han querido aceptar de mí una propina y una taza de café.” (Ibídem. Loc. cit.)
AR le narra todas estas historias, detalles, curiosidades, como impresión primera, pero aún no ha recibido formalmente su oficina… “Ni quiero hacerlo antes de presentar credenciales para no hurtarle al Encargado unos días de sobresueldo (y mis credenciales aún no llegan, y aunque hubieran llegado, apenas hoy regresa de Caxambú el Ministro Mangubeira y apenas comenzará sus audiencias el día 28, pasada la Semana Santa), pues resulta que no tengo trabajo.” (Ibídem. pp. 384-385)
Las dos citas anteriores constituyen un cuadro y un proceso de instalación en el nuevo trabajo y sobre todo en las nuevas circunstancias en las que se tiene que desenvolver AR hasta que empiece la conocida rutina del trabajo, el protocolo y la instrucción diplomática. Como se podrá ver más adelante, los “recuerdos” y “saudades” se encargarán de cambiar estas circunstancias por otras más preocupantes y más asfixiantes que determinarán, en su momento, otros cambios en la vida diplomática de Reyes.