Como ya hemos destacado en los últimos tres ensayos publicados, la maestría crítica de Pedro Henríquez Ureña y Alfonso Reyes se revela como práctica en el cómo hacer crítica y en el “hacer” la crítica en una determinada vertiente del análisis epistémico de la propia crítica y su objeto asumido como disciplina liberal, académica y pública. La visión que PHU ha presentado como lección práctica, parte del corpus que constituye el oficio de intelectuales, académicos, intérpretes especializados y cierta inteligentsia extensiva del quehacer representativo y orientador.
La carta anterior del 4 de mayo de 1916, presenta una cosmovisión del acto crítico en tanto valor analítico y posicional, sobre las llamadas prácticas de producción literaria y a sus diversas representaciones del sentido verbal. De ahí que PHU emprenda la tarea de poner en evidencia los actos de imitación, plagio o alteración de la práctica creativa propia de autores que exhiben sus valores y defectos de creación o pensamiento:
“De Onís me hablan todos maravillas. Me parece bueno que un hombre escriba así en España. En general, su lenguaje es bueno, fino, de acuerdo con el ritmo elegante que imita; pero a veces se le van palabras toscas, de gachupín, del archivo culinario de D. Juan Valera: Muchachas bajos los pórticos (qué orejas para la ch); corazón… amasado; por todos los poros: dar el alma al diablo; el alma esponjada… Se explica uno que Benavente pone que pase por hombre fino en España. No sé si Onís resulte, a la postre mejor que Ortega, cuyo prólogo a no sé qué mal poeta es un desastre (1914), una muestra de que sólo es inteligente a medias o a ratos”. (op.cit. p. 236).
PHU ha construido un proceso de lección práctica sobre el ensayismo y la crítica literaria; lo que podría dar como resultado una experiencia desenmascaradora, tal y como se puede observar en los ejemplos anteriores, pero sobretodo en esa lección de detalle y de crisis de los mismos textos que unas veces se ocultan y otras veces se proyectan, se viven, actúan en libertad:
“He hablado ya dos veces más (dos o tres horas cada vez) con Jiménez. Me agrada su tranquilidad, y coincido en muchas opiniones. Hay cosas que no entiende, las exóticas sobretodo, Herrera y Reissig y Jaimes Freyre. Dos cosas me desagradan: la cantidad de lo que ha escrito (será imposible leerle nunca) y el fondo snobde su actitud crítica. No se atreve a entusiasmarse; quiere demostrar que está en todo (en todo lo importante) y que nada le coge de nuevas ni le entusiasma: todo “es interesante”, “está bien”, “vamosh…” Cuando describe las características de las cosas que entiende o conoce, “está muy bien”, realmente. Por su puesto que el esnobismo o pedantería de que me quejo es inconsciente; no es cosa de él, ni supongo que él se figure que deliberadamente habla así de todo. Creo que es actitud que han asumido en España los pocos que entienden, por reacción inevitable necesaria contra las frases rimbombantes y los entusiasmos estúpidos de la gente de periódicos. (Ibídem. op.cit.).
La doxa crítica comparativa y abiertamente rebelde y desenmascaradora que asume PHU en esta carta-ensayo da cuenta de un fenómeno que, con el tiempo, ha tomado cuerpo como género instructivo e instructor en Hispanoamérica. Todo lo cual refiere a una pedagogía negativa y positiva de la crítica, los críticos y la obra entendida como campo creacional. Esta es el punto de apoyo sensible de toda práctica literaria y reflexiva donde se proyecta el mundo interior y el exterior de cada autor como parte de un nivel de consciencia en el trabajo literario, reflexivo, divulgador o formativo.
PHU y AR han creado una hermandad intelectual en cuanto a la decisión crítica de leer, estudiar y comparar cualquier producto o productividad literaria. Lo que se acepta o se rechaza como procedimiento de lectura o trabajo, desemboca en un trazado teórico, epistémico, fundador y orientador, pero implica a su vez un campo de análisis y pensamiento en cuanto a las élites literarias de España, el Caribe y Latinoamérica:
“En la prensa típicamente gachupina veo que se habla mucho de cosas grandiosas, colosales, admirables, nuevas, estupendas e ilustres. Hay cantidades fabulosas de esas cosas en España, según los diarios. Conocí a otro gachupincito del género tranquilo, Ramón Jaén, que enseña en West Point (El Colegio Militar de los E.U.). Presentación de DíezCanedo a Martín. Se ve que piensa como en el mundo Residencia de Estudiantes – Centro de Estudios Históricos. Todos dicen que Díez Canedo (todos: es decir, Jiménez, que lo juzgo formador de opinión: Jaén que me parece recogedor de la opinión standard del cenáculo; y Martín, que juzgó por sí), es el hombre más culto de España en literaturas en general y el que mejor podría hacer crítica” (op.cit.pp. 237).
PHU ha asumido una práctica contextualizadora del producto literario que se somete al análisis y a procedimientos genético-críticos; una justificación del juicio valorativo de la literatura como obra de arte verbal; lo que hace de la reflexión crítica un espacio de lo diverso, lo valorativo y lo transformante. Se trata de la puesta en ejecutoria de un instrumento consistente en descomponer el texto literario en sus elementos propiamente discursivos y por lo mismo axiológicos, constitutivos y lingüísticos que aseguran en el acto de pensamiento y de crítica ,cierto grado de proyección, posición, instrucción y coherencia reconocidos en juicio y particularidad significante.
Convergen en este sentido, categorizaciones, consejos, orientaciones y ponderaciones sobre la relación entre lectura, obra y sociedad, siendo así que la visión del crítico o intérprete de la obra literaria, va más allá de lo que podría ser la superficie textual penetrando así en la profundidad semántica de la obra literaria:
“El Darío 1900 a 1906 fue más español que otra cosa en sentimiento; pero luego volvió a América, y a París, y volvió a hablar de todas las cosas, y sobre todo a cantar cosas de América (Canto a la Argentina, Mitre, Salutación del águila, El viaje a Nicaragua y mil cosas más); así es que el Darío total, final, es, a la postre, bien de América. En conjunto, Darío ha sido muy americano; se podría explicar su historia psicológica por la nuestra continental”. (Ibídem.)
Los sentidos que se producen en la práctica de PHU, en este tipo de experiencia crítica, resultan aleccionadores para escritores y críticos de aquel momento; pero además, para el análisis del concepto de escritor en el siglo XX. Estamos hablando de un marco histórico, analítico, o lo que es mejor, histórico- crítico en contexto. Este marco desarrollado en esta carta–lección dice mucho sobre el concepto que desde su juventud puso en marcha para asumir un concepto clave de vida intelectual y de filosofía de la literatura, de la obra como tejido y de la misma crítica como lección pública socializadora.