En los diferentes contextos del Epistolario… la lección crítica de Pedro Henríquez Ureña, está necesariamente ligada a la visión escrutadora, creadora y estudiosa de Alfonso Reyes, quien desde el punto de vista creacional, asume la crítica como una concepción de la vida estética, el discurrir teórico y el quehacer escriturario.
Sin embargo, en el caso de PHU, la lección crítica se convierte en intención, intencionalidad, lectura direccional y trabajo analítico basado en la propia práctica del comentario, la interrogación y particularización de la doxa interpretativa y comprensiva de la llamada obra literaria; lo que necesariamente conduce a practicar un experticio histórico-crítico de un material organizado como arte literario.
La práctica misma del comentario periodístico, epistolográfico, taxonómico y escritural, presenta como dispositivo de pensamiento una concepción del quehacer filológico, basado en el análisis de aspectos, elementos y contenidos propios de la literatura y la cohesión estético-artística. Todo lo cual invita a curiosear el mundo interno y externo de la obra literaria como obra de arte.
El mundo humanístico de PHU no está comprometido solamente con la literatura, tal y como hemos podido observar en cuanto al análisis filológico, educativo e histórico de los productos culturales, pero también institucionales, políticos, artísticos y sociales. La actividad crítica sobre el arte en PHU se inicia justamente en el origen mismo de su actividad como ensayista, reportero de arte y “escritor” de arte en New York, Cuba, México y Argentina; toda vez que su diálogo direccional con las artes le ha propiciado éxitos como escritor, comentarista especial, educador, historiador cultural y tratadista.
De ahí que en el Epistolario… hayamos observado estas cardinales a su favor, como espectador, así como ensayista de arte y crítico de arte. La lección crítica tiene en PHU y AR una concepción abarcante del análisis concebido como actividad humanística, estética y visional ligada también a obras de arte, autorías artísticas y literarias. De ahí que la presencia en la carta-diario visible en el Epistolario íntimo… aparezca esta coordenada de creación y análisis tal como veremos en la carta que comentamos de fecha 04 de mayo de 1916 y enviada a su colega AR desde New York:
“Hoy asistimos Selva y yo al ensayo general de Aglavaine et Sélysette, de Maeterlinck, traducida por nuestro amigo Ralph Roeder, en el teatrito Bandbox (teatro de cámara; ya te he hablado meses atrás). Esta obra de Maeterlinckes de las más sosas y diluidas de su manera pre-Georgette; una repetición del tono de Pelleas. Bien presentada: buenos efectos de decoración y de luz. Ralph, que hacía de Meleander (no recuerdo la forma francesa), dice bien; las mujeres no; pero una de ellas tiene; como dice Salomón, más bien arquitectura gótica que forma corporal. Había, entre los invitados, gente curiosa: entre ellos un canadiense rico a quien Sal le hacía tragar las más estupendas frases. Le hablaba casi en verso, y al buen señor le parecía aquello muy bien. Acabó por invitarle a comer. Una vez, el telón se levantó just in time para que yo no estallara en risa. Salimos muy aburridos de la excesiva longitud maeterlinckiana (five acts of it!), y en el Restaurant de junto a Carnegie Hall (la gran sala de conciertos) escribimos en una página de Cuba Contemporánea una imitación de Maeterlinck traducido por Ralph Roeder, un poco como las parodias que hace en su diario, Sun Dial, del evenin Sun, el ingenioso Don Marquis, creador de Hermione, la Fabela yanqui (generalmente inventaba Sal la parte de Anysette y yo la de Vénédithine).
En cuanto a la Poetry Society, PHU narra las incidencias de la última noche en la cual asistió con Salomón de la Selva a la obra de Maeterlinck:
“Te he hablado ya de la Poetry Society.Hubo, la noche última en que fuimos, un episodio cómico que no te he escrito. La Secretaria, Jessie B. Rittenhouse, antologista y poetisa, elogió a Fletcher, el poeta que ella descubrió recién llegado de México, con el tono de exageración característico de las yanquis, sobre todo cuando hablan de arte. En estos casos, no es nada raro que intercalen suspiros hacia adentro, con cierto sonido de corriente de aire, como acostumbran hacer las actrices italianas y no sé si las muchachas regiomontanas cuando exclaman ¡Figúrate! o acaban una serie de aquellas tuyas. Jessie acabó diciendo: He is genius, and I am sure we will hear more of him!. Sal comentó desde lejos con el consabido suspiro hacia adentro: ¡Ahn! Este comentario está ahora, desde entonces, en boga”. (Ver carta citada, p. 238).
El comentario crítico de PHU empalma con su lección crítica pública y privada, pues el mismo ejercicio que le presenta por medio de esta carta-crónica a AR, también lo asume como entrenamiento y concepción práctica de la crítica. Sin embargo, ya PHU necesita marcharse a completar estudios y a impartir clases a Minnesota:
“He aceptado ya irme a Minnesota, en septiembre. No hayo otra cosa que hacer. Si no me muero de aislamiento (quizás no me pase lo que en Washington, pues estaré en la Universidad), escribiré libros y comenzaré mi Historia de la prosa castellana (s.n.). Será un estudio meramente estético, como en gran parte el de Saintsbury (Historia del ritmo de la prosa inglesa (s.n)”. (Carta citada, Ibídem.).
Como se puede leer y observar, PHU informa a su amigo AR las incidencias de un contexto estético y literario muy familiar para el discurrir de ambos en el medio cultural, tanto de México y España, como en los Estados Unidos. Estos puntos y gestos situacionales comunican mediante datos las impresiones de PHU. De donde la práctica crítica se presentifica en tanto que contacto, información, conocimiento y práctica artístico-cultural.
La consistencia de la lección crítica de PHU se pronuncia en relación a los detalles observados y tratados por el ojo-pensamiento crítico de PHU, quien mediante un posicionamiento referido al objeto, evento, texto, documento verbal o visual, enuncia el lugar del conocimiento, la acción y visión productiva de la crítica, siendo esta una lección presentificada como experiencia comunicativa y comprensiva de la literatura, la cultura y el arte.
En relación a la relectura del artículo que sobre Onís escribió AR, PHU le refiere que:
“…probablemente mejor que su conferencia, la cual no es mala, ni con mucho, a pesar de lo que arriba apunto. Así como citaste a Gracián, innecesariamente, pudiste haber mentado a Rodó como fuente de Onís. ¿Le enseñas a Díez Canedo mis cartas? Por desahogos constantes, como éstos, me odió algún tiempo Francisco García Calderón ¡absurdo de mí! Martín se queja de que tú nunca le enseñabas mis cartas. Yo, en cambio, leo las tuyas, integras, con desahogos y todo, a todo el mundo. Otra queja: no creo en Maurras. Su Kiel et Fauger me parece obra de un espíritu mezquino, una especie de Luis Cabrera. No le veo ideas importantes, ni siquiera ideas. No escribe bien: le hallo construcciones feísimas, descuidadas, patentemente feas. Yo leo pocos libros políticos, pero cualquiera –no digo ya Bernard Shaw, sino el Conde Bonelow- me parece superior a Maurras”(vid.pp.238-239).
Así concluye, en la intimidad de su casa, la reflexión crítica sobre Federico de Onís, el hispanista español que trabajó en los Estados Unidos hasta su jubilación y que es objeto de una crítica “dura” por parte de PHU. Lo cierto es que el ejemplo anterior plantea la necesidad de saber si las cartas de ambos corresponsales eran también leídas en grupo por sus amigos comunes; hecho este hace de la carta un texto íntimo, pero también colectivo, y sobre todo indiscreto, socializado muchas veces con colegas y amigos.