“Sé que le pide a Martín TODO lo que aquí se haya hecho y dicho sobre Darío. Es difícil conseguirlo. Te daré detalles: Darío llegó aquí el 10 de noviembre, o poco antes (1914). Parece que el odioso ser que le acompañaba, “el ingeniero Alejandro Bermúdez”, con quien absurdamente se había asociado para dar conferencias en propaganda de paz (Bermúdez es centroamericano del género Bengoechea), se informó de que existían Las novedades, y bien pronto se establecieron relaciones. Peynado (Francisco J. Peynado, abogado, ex Ministro de Santo Domingo en Washington, hombre práctico-intelectual, a la manera de los científicos mexicanos; ahora posible presidente de Santo Domingo, pues acaba de renunciar Jiménez en su segundo gobierno; como director de Las novedades, le ofreció un banquete íntimo (digo íntimo, porque creo que no llegaban a diez los invitados; pero corrió el Moselle écunant)”. (Carta de Pedro Henríquez Ureña a Alfonso Reyes, enviada desde Nueva York, el 9 de mayo de 1916, op.cit. vol. II, pp. 239-240).
La visita de Rubén Darío a Nueva York, estaba relacionada con su incidencia en el ámbito hispánico de los Estados Unidos, sobre todo, Nueva York, donde era conocido por algunos miembros de la Sociedad Hispánica de los Estados Unidos de América, cuyo fundador y presidente fue Archer Milton Huntington (1870-1955) Según le informa el mismo PHU a AR sobre la presencia de Darío en los Estados Unidos de América:
“Las Novedades convino en hacer figurar a Darío como Star colaborador, y Darío se inició con una poesía de Noche Buena, dedicada, naturalmente, a Peynado: poesía mediana, como todo lo de Darío hace 4 o 5 años. Pero Darío no escribió ninguna otra cosa en Las novedades; sólo hizo reproducir algunas más. Poco después cayó enfermo, con pulmonía, creo (yo estaba en Washington y no sabía mucho detalles). Según unos, se le socorrió con mucho dinero (Peynado, Huntington, Casasús, Don Salvador Calderón, hombre muy simpático de Nicaragua, y otros); según otra noticia, se le atendió poco. No sé. Es posible que Bermúdez manejara el dinero y no le diera cuenta a Darío. Es dudoso que en torno a Darío, no corrieran, como siempre, ríos de oro. Darío siempre se hizo el incapaz y el que no entendía; después solía quejarse de que le robaban (hasta de Martínez Sierra lo dice: edición creo que de Tierras solares)”. (Ibídem. op.cit.).
La vida y obra del poeta nicaragüense, Rubén Darío, fue objeto de estudio de PHU, quien había escrito sobre el poeta y narrador nicaragüense desde muy joven y pudo incluso llegar a conocerlo personalmente y luego desistió de ese propósito según veremos más adelante:
“Casasús, si no le socorrió, por lo menos le había dado banquete cuando estaba bien. Salomón de la Selva era del grupito cercano a Darío y cuenta mil cosas cómicas y trágicas. Yo no quise conocer a Darío (acá inter nos) y no le conocí al fin; había demasiado alcohol y demasiado Bengochecheísmo en torno. La enfermedad de Darío duró semanas. Al fin, a fines de marzo o más bien principios de abril, se fueron a Guatemala, donde no sé por qué (tal vez a petición suya le llamaba Estrada Cabrera, deseoso de pasar a la inmortalidad en versos de Darío. No lo conseguirá.” (Ibídem.).
Según PHU la llamada propaganda de la paz que generó la presencia de Darío en Nueva York no fue algo serio:
“Los versos de Darío en que le menciona de paso son medianos, y además largos.) Por supuesto, de la propaganda de paz no se hizo nada serio. Solo hubo lo de la Universidad de Columbia” (Ibídem. loc. cit.
PHU cree que lo que le interesa a AR es saber cómo los norteamericanos recibieron a Darío y cómo lo acogieron en el ámbito académico y literario. Según PHU:
“Lo que te interesa es, supongo lo que hicieron los yanquis, por él. Huntington le hizo escribir versos en una columna de la Sociedad Hispánica, donde ahora hace escribir a Juan R. Jiménez. Creo que los versos están ahora cubiertos con vidrio. Además, se le dio la medalla de honor de la Sociedad Hispánica, que sólo se ha dado hasta ahora a Zuloaga, a Sorolla, y a Granados”. (Ibídem.)
En efecto, todo el ceremonial que Huntington llevó a cabo en la Sociedad Hispánica de América en New York fue exclusivo, pero se quería celebrar como hecho solemne y fundacional la presencia de Rubén Darío allí. De hecho, la visita del poeta, narrador y renovador literario, en la Sociedad Hispánica, fue una celebración especial que cobró mucho valor en Nueva York y en la historia de esta institución intelectual, literaria y cultural.
Según PHU afirma como nota previa:
“Darío sólo había estado aquí de paso, creo que yendo a España para el centenario de Colón (1892). De entonces data su fea impresión con que comienza el Edgar Poe en Los raros. Esa fea impresión se tradujo al inglés y se publicó en el New York Time, edición dominical, afines de 1914: error de Darío; esa página no decía nada. Sobre Nueva York escribió aquí otras cosas, entre las cuales tienen especial interés los versos para El Fígaro, grotescos: casas de 50 pisos…”. (Ibídem. pp. 240 – 241).
PHU suspende la carta – informe como ensayo de contexto celebratorio de Darío y su presencia en la Sociedad Hispánica de New York (Hispanic Society of America), pero continúa con el tema de Darío en New York en carta del 11 de mayo del mismo año (1916), esto es, dos días después:
“Suspendí el otro día, y hasta hoy no pude volver a escribirte. Comienzo por corregir: la medalla que se le dio a Darío se ha dado, realmente, a varias personas además de las citadas: Doña Emilia, Menéndez Pidal, Altamira, Foulché, Morel, ahora Jiménez (… debes disminuir, y reducir a poco más que cero, – a cuatro grados, temperatura tipo del agua en experimentos de física, – lo que te dije sobre Jiménez. Es realmente interesante, muy inteligente, y somos muy buenos amigos. Me confirmo en que los peros que le puse son nacionales, no personales)”. (Ibídem.).
PHU busca en los matices, en los contextos intelectuales; en los contactos literarios en los Estados Unidos. De hecho, las personalidades y figuras fundamentales del hispanismo que se nombran y se toman muy en cuenta en esta carta, donde se hace visible el contacto con literatos de importancia en New York, y sobre todo con la Hispanic Society, donde se reúne la crema y nata del hispanismo norteamericano.
Según PHU:
“Huntington organizó la conferencia de Darío en la Universidad de Columbia, bajo el patrocinio de la Sociedad. Darío leyó, dicen que maravillosamente, su poema Pax. El Bermúdez dijo un horrendo discurso (primero). Concurrencia numerosa, pero selecta. No se supo repartir las invitaciones; se enviaron a cónsules y gentes así, que no se ocupa. El poema Pax no se ha publicado sino parcialmente; no era largo. Al salir de la fiesta en Columbia, uno de los amigos de Darío recogió el manuscrito y perdió la parte final de él; la parte inicial y principal, única que se ha salvado, la entregó Darío en manuscrito a Salomón de la Selva; ahora la ha regalado éste a la Sociedad Hispánica, que la publicará tal vez facsimilarmente (por lo menos, hasta ayer pensaba así jelly fish)”. (Ibídem.).
Otro acontecimiento en este sentido fue el relativo a la Liga de Autores cuyo rol es el de la Sociedad de Autores (The Authors’ League). Según PHU:
“La Liga de Autores (The Authors’ League, que hace aquí en parte el papel de la Sociedad de Autores, pues ayuda a asegurar derechos, y da fiestas en casa de sus socios ricos) dio a Darío una gran recepción en la casa de la aristocrática Mrs. Woodruff (en el mundo de las letras Helen S. Woodruff). Había, dice Sal, unas trecientas personas, gentes de letras en su mayoría. No recuerdo qué se hizo allí. Creo que se leyó alguna cosa de Darío traducida en inglés. Creo que Robert Shores leyó una poesía suya, latosa, que le dedicó a Darío (ahí te la mando)” (Ibídem. pp. 241-242).