El ritmo veloz de la vida influye en la correspondencia entre Pedro Henríquez Ureña y Alfonso Reyes. Actividades culturales, docentes, artísticas, editoriales y familiares afectan de una u otra manera la vida íntima de los protagonistas. Las relaciones entre Isabel y Pedro sufren de distancia, desesperación, salud, malos humores, depresiones y otros puntos que aparecen en el núcleo íntimo de la familia Henríquez-Lombardo, tal y como se hace visible en el Epistolario…
La rapidez de la vida laboral afecta poco a poco la salud de PHU y en cada paso de su transcurrir aparece México, Argentina, Cuba o República dominicana como puntos del retorno, el regreso a una seguridad “insegura”. Pero las familias se cuentan sus cosas, se agitan mediante opiniones y, como veremos, se dan en ellas los planes de manipulación de las parejas.
A partir del número II de la Carta del 22 de agosto de 1930 enviada por PHU a AR desde Buenos Aires, el lector del Epistolario íntimo puede percibir cierta quebradura intrafamiliar, normal en los núcleos familiares que viven en sus exilios obligados:
“¿Qué quieres decir con que tuvimos, en mi casa, “crisis de salud y crisis domésticas”? Tu estilo sintético resulta difícil (¡Oh, Gracián! ¡Oh, Martí!) ¿Te hablaron de crisis del servicio –se redujo a meros cambios, porque resultaron malas dos cocineras- o de crisis íntima entre Isabel y yo? Lo último no es cierto: desde que Isabel abandonó La Plata está mucho más tranquila: no está perfecta ni mucho menos –no se le quitan la pereza ni la indiferencia para el esfuerzo ajeno- pero no pelea, -ya conoces su don de caricatura- gusta del papel de mártir resignada. De todos modos, quiero que me copies textualmente lo que te dijeron”. (Véase pp. 407-408, Carta citada, ed. cit.)
Otro tono y otro norte complementario sigue ahora la correspondencia, en cuanto al directismo de la vida íntima, intrafamiliar y doméstica de PHU y AR:
“Isabel se empeña en el viaje a México. El único modo que yo veo posible consiste en alquilar la casa –subarrendarla-, con muebles, a ingleses o norteamericanos que la cuiden. Entre tanto, Isabel y las nenas comenzarían por la anunciada visita a Río de Janeiro. ¿Las podrías recibir a mediados de septiembre?”. (Ibídem)
En el párrafo cuatro PHU le comunica a AR otra faceta de su vida íntima con Isabel y las estrategias que hay que tener en cuanto a ella:
“En todo lo que se converse sobre nuestra vida íntima, ruego que se le diga a Isabel, siempre, que yo tengo razón en todo. Primero, porque tú sabes que es cierto; segundo, porque ese es el único modo de hacerle bien a ella. Manuela y tú, por cortesía mexicana, le dais la razón cuando ella habla de nuestras cosas: hay que darse cuenta de que tenga en cuenta lo que se necesita (en aquel momento) si yo he llegado a ser duro, es porque han sobrado motivos”. (Ibíd. Loc. cit.)
PHU busca un predicamento y un inciso explicativo para ponerle claro a su amigo cosas más graves de la relación matrimonial suya. El consejo que le sugiere a AR es para que él le pueda ayudar con las dificultades de pareja y hogar por la que está pasando:
“Días atrás te escribí una larga carta sobre estas cosas, pero la he roto. Pero insisto en una cosa: si se quiere hacernos bien, hay que decirle a Isabel siempre que yo tengo razón; mis errores, sólo a mí: cuando ella los diga, cállense”. (Ibídem. Loc. cit.)
La postdata es específica y cierra con una brevedad y velocidad marcada:
“Contéstame en seguida sobre posibilidad de recibir a Isabel y a las nenas. Todo bien con Pedro Sáinz. Escríbeme”. (Ibíd. Loc. cit.)
Justo al día siguiente le escribe a AR otra carta, pero no ya íntima, sino más bien, literaria en cuanto a su contenido y particularidad:
“Jitanjáfora de Dante (¡hace siglos que te lo quiero recordar y me olvido siempre!). Se han ensayado cien explicaciones, y hay quienes la creen explicada, pero no es cierta ninguna: V. la edición de Guiseppe Campi, que cita como doce; Grandgent no cita ninguna, porque no cree que vale la pena (Inferno, VII)”.
“Pape Satán, Pape Satán Alepe” (Vid. pp. 408-409)
El ejemplo es no sólo textual, sino idiolectal. Se trata, no de un juego de lenguaje, sino de lengua, escrito en latín macarrónico y que algunos medievalistas asocian a la Opera profana y cuasi-oral surgente de mundos diabólicos medievales.
De pronto PHU pasa a lo que está aún pendiente con Pedro Sáinz:
“…hacer los Clásicos de América; me pagarán 1,000 pesetas por tomo, salvo lo que se dedujera para otros que colaborasen, y entonces, si yo trabajo especialmente además del colaborador, podría aumentarse la retribución. La colección no tendría más que 30 obras, -una que otra podría pasar de un volumen- y él quiere salga en poco tiempo: uno dos años. Yo creo que deberíamos aparecer como directores tú y yo. En realidad, tiene que dividirse la retribución entre los dos y la dividiremos de acuerdo con la cantidad de trabajo material: a veces podría recargarse tanto que yo debería corregir las pruebas de un libro y tú las de otro. Si quieres yo lo cobro todo bajo mi firma, para salvar tu delicadeza diplomática”. (Ibídem.)
El universo común de PHU y AR supone una comprensión de dos términos para la amistad: criterio humano y colaboración intelectual. Esta conjunción que poco abunda en Hispanoamérica es, por no decir inexistente, poco frecuente en nuestros días como relación de segura amistad. Lo que por sentimiento y moral se deja leer en este Epistolario íntimo… es sobre todo un ejemplo ético y humano de un fenómeno especial que se hace legible en los ocho lustros de amistad existente entre PHU y AR, tal y como lo ha hecho saber el último en su texto Evocación de Pedro Henríquez Ureña. Un homenaje de amistad publicado en 1946, luego de haber desaparecido su entrañable amigo.
Los ejemplos de trabajo continúan en la carta citada:
“Ahora a la lista. Quiero que la estudies en serio. Me explicaré: no te lo quiero decir, porque me mido más de lo que tú tal vez sepas, parte por escepticismo y parte por temor de herir (¡tanto me dejaste entender que era yo excesivo para México!), he encontrado mucha frivolidad en ti –en el sentido profundo, no el mundano-, capricho y pereza”. (Ibídem.)
El testimonio de PHU en esta carta puede parecer excesivo y duro, pero, como ya se ha podido leer a lo largo de nuestro trabajo, se trata de confianza y modo de acceso en cuanto a la comunicación íntima y personal cultivada en el contexto de estudio, colaboración y ética intelectual, algo que se hace revelador si se tiene en cuenta la siguiente declaración:
“Muchas veces te presenté cosas mías y no les hiciste ningún caso; tú sabes que si a mí me dan cosas ajenas para que yo trabaje en ellas, trabajo. Y yo sé que tú podrías haberme prestado la ayuda que yo necesitaba, porque sabes trabajar si te parece: recuerdo que lo hiciste con una versión mía de un párrafo de Claudel”. (Ibíd. Loc. cit.)
La explicación del proyecto pide más detalles y PHU se los proporciona con ejemplos:
“¿Diremos clásicos de América? ¿Estará bien la palabra para autores que llegan hasta el siglo XX? Yo diría que sí, la palabra Clásico, en sí, es la que no me gusta. El título. Tú lo decidirás. Los tomos serán como los Clásicos Olvidados en tamaño, para evitar los demasiados tomos”. (Ibídem.)
En efecto, el listado llega a 36 que reproducen el modelo clásico o tipológico, pero la selección y la visión del proyecto activa la propia puesta en marcha del mismo. En otra ocasión nos hemos referido a este listado sobre la base de un trabajo editorial intenso como tipo especial de edición y valor literario.