Pedro Henríquez Ureña le responde a su amigo Alfonso Reyes la carta del 1º de septiembre de 1938. (Véase Carta… pp. 444-445, op. cit.). Pero tardó unos días en contestar, debido contratiempos de salud, asuntos académicos y al mismo tiempo dictar dos conferencias sobre Domingo Faustino Sarmiento. Pero aun así pudo encontrar datos importantes que buscó y escribió a propósito de libros, editoriales, gerencia, negocios, diseños, representantes y otros allegados al ámbito editorial, producción y difusión de libros.
A propósito de Espasa-Calpe, Pedro Henríquez Ureña le hace toda una historia política e institucional sobre dicha editorial que reproducimos a continuación:
“Haré historia: Espasa-Calpe, española, tenía aquí como sabes, intereses muy fuertes, -muchos libros, una extensa red de librerías a quien servir, gran tren de empleados. Como con la guerra no se pudieron imprimir más libros en España, y hasta llegó el momento de que no se pudieron enviar libros de los depósitos que existían en Madrid, Gonzalo Losada tuvo la idea, que Julián Urgoiti aprobó, de hacer aquí ediciones. En esto influyó mucho Amado, que les sugería la conveniencia de hacer libros escolares para la Argentina y les propuso un plan de libros de texto y otro plan de libros de lectura anotados. Entonces, hacia mediados de 1937, se creó la sociedad anónima Espasa-Calpe Argentina, que aparecería actuando ante América como una institución derivada pero autonómica. Así comenzaron a proceder: llamaron a Guillermo de Torre para que dirigiera la Colección Austral, me llamaron a mí para ocuparme de los libros de texto, llamaron a Atilio Rossi –técnico extraordinario- para ocuparse del aspecto tipográfico y artístico de los libros. El resultado fue una revolución. Ahora recuerdo que todo esto lo sabes, poco más o menos, porque estuviste aquí hasta el 1 de enero.
No recuerdo si en diciembre o enero cayó aquí Olarra enviado por los gerentes –dueños de Espasa-Calpe en la España de Franco: con la revolución, los talleres de la casa editorial, y los depósitos de libros, quedaron en Madrid; pero los capitalistas, in franco Sapin. Este Olarra, que además venía ligado a Lojendio, el representante que fue y es de Franco en Buenos Aires, trajo la noticia de que no se podía publicar nada que no fuese estrictamente de derechas y además sin posible censura del criterio eclesiástico. Debía suprimirse a Marañón, que a pesar de su conversión era culpable de haber traído la república; a Ortega, por igual culpa; a Valle Inclán, por republicano; a Chesterton, porque su catolicismo era demasiado distinto del que se usa en las cavernas del Mediterráneo; a Crommelynk, porque era indecente… et sic. Además, o ellos en España no querían, o en particular Olarra no quería, en realidad, que aquí se hiciesen libros: no querían que la rama argentina adquiriese una independencia peligrosa para la española en el futuro. Decidieron no publicar libros de texto, aunque tenía doce contratos, o más, firmados, con autores residentes en Buenos Aires, y libros entregados. Ante la exigencia de Amado, que se enteró del asunto antes que yo –que estaba en la casa-, tuvieron que decidir qué harían; comprendieron que sería un escándalo no publicar los libros contratados, y, previa consulta de Olarra a Lojendio, resolvieron publicar los textos de autores argentinos –Romero, los Cabrera, padre e hijo, Thénon, Groeber, hijo del Grundriss, naturalizado aquí, Oría, que al fin no entregó –pero no los de autores españoles: quedó fuera, así Rey Pastor, que nunca ha dado su opinión en política, y Amado, con su gramática en colaboración conmigo. Tuvieron que pagarnos indemnización, pero no nos han indemnizado, no con mucho, de la pérdida que acarreó la circunstancia de que el libro saliera un mes después de abiertas las clases. También indemnizaron a Capdevila, hombre dispuesto siempre a que la sangre no llegue al río.
Así las cosas, les dije a Uroiti y a Losada que yo estaba dispuesto a retirarme de la casa; pero ellos me pidieron que me quedara, a ver si las cosas se enderezaban. Igualmente se quedaron Guillermo de Torre y Rossi. Pero el tiempo pasaba y nada se componía. Losada, entonces, concibió la idea de crear una editorial independiente, hizo sus planes, como hombre práctico en el negocio, y tomó su decisión. Invitó a Urgoiti a irse con él, pero Orgoiti, en vez de aceptar el plan, se disgustó con él. Con él decidimos irnos Guillermo, Rossi y yo; además, invitó a colaborar a Amado y a Romero.
La Editorial Losada, S. A., está en marcha desde el 1º de agosto; los trabajos de imprenta habían comenzado un mes antes. En este momento hay ya en venta diez y siete o diez y ocho libros: once de la Colección contemporánea; uno de la Biblioteca Filosófica, dos de las Cien obras maestras, que yo dirijo (el Cid con texto de D. Ramón y versión de Salinas, mediante contrato con él; preparo Celestina, Eneida y otras cosas (uno de Cristal del Tiempo (obra del Embajador Ossorio). El éxito es enorme: hay libros que salieron ayer, y hay librerías, de las que los recibieron, que ya hoy pedían de nuevo ejemplares; un estudiante me contó que sólo la Librería Amateur, de la calle Corrientes, había vendido 150 ejemplares de Kafka. ¡Ah! Y uno de las obras de García Lorca.
Naturalmente, el hacer algo enoja siempre a otros. Espasa-Calpe Argentina ha tratado de revivir, ha lanzado el Cid y uno o dos libros más, y gasta en anuncios periodísticos una gran suma, para dar la impresión de que publica: se gasta el dinero en anunciar todas las obras de Carlos Octavio Bunge, que estaban en los sótanos como invendibles, y todo lo que puede, para simular actividad. En realidad no podrán hacer nada, porque están maniatados. Es verdad que han permitido publicar el Cid, a pesar de la versión “comunista” que lo acompaña, cosa que hace seis meses les habría parecido herético; pero no pueden ir muy lejos, porque ni los dejan ni tienen empuje. Si tú conoces las disposiciones oficiales sobre libros in Franco Spain, comprenderás que la tolerancia no ha de durar, aun la que ahora les conceden. Creo que como recurso desesperado se les ha permitido sacar de los sótanos a Crommelynck, que estaba impreso desde el año pasado: al fin no es autor español, y todo estará en que ningún ejemplar llegue a España. A regañadientes consiguieron poner en venta los libros de Ortega, y hasta hacer nueva edición de La rebelión de las masas con epílogo para ingleses, como antes consiguieron que les dejasen circular el libro de Marañón, ya compuesto, porque era de medicina. Se me olvidaba decirte que lo último que hice allí fue una edición de Sor Juana. De todos modos, con un libro al mes no vive una casa de esa magnitud.
Ahora, a la parte política y moral: como ves, ellos están enteramente bajo el terror. Pero queriendo esconder la verdad interna acuden a pequeñas mentiras para tapar el sol con un dedo. Voy a analizar algunas de las que te han contado. Te aseguran ser los mismos de siempre: es falso, puesto que hoy son una empresa que tiene que obedecer a los dictados franquistas; podrían ser los mismos de siempre para ti como particular, pero no pueden serlo, dado tu carácter de funcionario mexicano. Que ya estaban organizados lo mismo que ahora” cuando se hizo la anterior edición del Cid. No es verdad. Cuando esa edición se hizo, no existía Espasa-Calpe Argentina. Además, esa reimpresión se hizo para la Colección Universal, que es de Espasa-Calpe española, y es dudoso que tengan derecho a reimprimir el Cid ahora en la Colección Austral; de todos modos, es indelicado que una empresa dependiente de un gobierno dictatorial aproveche el nombre de un funcionario de un país con quien está en malas relaciones aquel gobierno. Que el trabajo de corrección del Cid fue remunerado: tal vez lo consideren incluido en la retribución que le dieron a Amado, en bloque, por varias lecturas de pruebas ya que él leyó también las del Cid; pero tal vez la mención equívoca que hacen de remuneración en la carta que te escriben tenga por objeto mostrarla a Lojendio y dejarle entender que se te retribuyó. Para el futuro, en obras que lleven tu nombre menos subordinadamente que en el Cid, no creo que hagan nada: ni querían (en ese caso tenía razón Guillermo cuando te escribió: SI era decisión de Espasa-Calpe), ni aunque quisieran podrían.
Ahora SUR. Victoria hace años, viene tratando de injertar capitales nuevos en SUR. Ahora parece que lo ha logrado: se habla de Vehils el catalán de la Electricidad, de Saslavsky, de Oliverio, de Adolfo Bioy, de Alej. González Garano. Pero no creo que SE HAGA NADA QUE PUEDA IR MUY LEJOS. Con Victoria no es posible hacer nada: ella no tiene idea de que una empresa editorial y una revista deben costear sus gastos; diez veces he hablado con ella sobre métodos para conseguir suscriptores (hasta le he indicado un agente muy eficaz) y todo se ha quedado en conversación. Los libros nunca se han hecho con plan: cada libro cuesta una suma distinta, y si algo no gusta en un libro ya a punto de terminarse, se rehace todo (así pasó con el de Gabriela): Nada planned before hand. Todo se improvisa. No hay técnica.
Con los nuevos capitalistas podrían variar las cosas. Olivero me dijo que llevaban un técnico. ¿Sabes de qué? De contabilidad. Eso se consigue sin esfuerzo. Pero se necesitan técnicos para adentro (selección, traducción, dirección y estética tipográfica, corrección de pruebas) y para afuera (distribución y colocación de libros). De lo primero dudo que tengan: sobre todo, gente dispuesta a consagrarse. María Rosa me invitó, de parte de Victoria, hace dos meses: yo le contesté que ya estaba comprometido con Losada. Creo que Borges ha podido aceptar. Guillermo y Rossi han quedado fuera de SUR. Es injusticia. Y con Rossi pierden lo mejor que hay en el país.
Último y Secreto: a través de Vehils, parece que se ha filtrado el franquismo: ya empieza el veto para determinados autores. Eso no lo previó la muy diletante de Victoria, que en estos momentos críticos se va a Europa probablemente con la idea de traer muchos derechos sobre libros. Aquí se quedan gentes que pueden alterar todos sus planes.
Ortega -¿franquista ya?- No quiere que los libros de Revista de Occidente se reproduzcan sino en Espasa-Calpe. Allá él, que de seguro ignora todo lo que contra él se dijo entre los capitalistas.
Losada, para cada libro que publica, destina la suma de los derechos de autor o de editor anterior, a pesar de que la ley argentina declara libres los libros que tengan un año de impresos y no estén registrados aquí.
Hay más, pero basta.
Con Losada se trabaja en serio, con decoro, y realmente se hacen cosas. No sé que suceda lo mismo, en iguales términos, en otra parte.
Adiós”. (Ver, pp.446-451, op. cit.)