Desde New York, Pedro Henríquez Ureña le escribe a su amigo Alfonso Reyes una carta de fecha 4 de mayo de 1916, donde se queja de los problemas existentes en el proceso de producción de textos, materiales literarios, incongruencias, contradicciones, plagios y otros fenómenos ligados a lo que más tarde Harold Bloom a denominado “La angustia de las influencias”. En el caso de la crítica, la literatura, la presencia de autores y de obras; el intercambio literario y comunicativo a través de la lectura, se justifican en base a niveles muchas veces precarios de productividad.
En efecto, la queja de PHU con AR se fundamenta en la bondad y a veces ligerezas con que éste acoge acoge y acepta malas obras que pasan por ser buenas porque las escriben algunas personalidades del medio, de la farándula académica o literaria, sin que las mismas posean un valor estable o medianamente significativo:
“Tengo muchas cosas de que quejarme, como siempre. Te dije le preguntaras a Rufino si quería libros míos de pedazos: no le preguntes; yo copiaré los pedazos cuando tenga tiempo (creo que nunca) y se lo enviare a Rufino, quien los publicará sin discutir. Está publicando muchos libros de pedacería. Tu miedo no es más que hijo de frases de Francisco García Calderón, e hijas a su vez de frases de Gibbes. No tienen valor real. Siempre habrá libros enteros y libros de pedazos, y el público comprará lo que le parezca, y los editores nunca sabrán lo que le va a gustar. También pienso enviar un libro para la Biblioteca de Ciencias Políticas y Sociales, sobre la universidad, aprovechando mi tesis, discurso de altos estudios, y otras notas”. (Ver carta en Tomo II, p. 234, Epistolario… op.cit.).
La carta de PHU es bastante severa con la práctica misma de la literatura y con el oficio de escritor o intelectual. La exigencia del filólogo y del lector se orienta hacia una crítica no solo histórica, sino, inmanente y contextual dentro del ámbito del hispanoamericanismo literario.
Todo lo anterior dará lugar, en la misma carta, a observaciones surgidas del mismo intercambio literario y cultural:
“Rufino me envió su hombre de oro: como yo conocí el asunto antes de leer el libro (La historia de Andrés Mata) y sabía lo que iba a suceder, no sé si es novela; eso sólo podría decidirlo que ignora el caso. En general, no me parece novela y tiene cosas demasiado fuertes. Tengo mejor impresión de Lalámpara de Aladino. Otra queja: has elogiado Disciplina y rebeldía de Onís (que leí anoche) sin darte cuenta de que es una mediana imitación del Ariel y del Proteo de Rodó. Martín dice que ni tú ni él lo notasteis; pero el hecho es evidente, tanto, que aseguré a Martín que todo el que hubiera leído el Ariel reconocería el ritmo robado por Onís y las reminiscencias verbales. Hoy hice la prueba: Salomón de la Selva reconoció a Rodó a las TRES LINEAS Y MEDIA. Enrique Jiménez, delante de Martín, lo reconoció a las diez líneas”. (Ibídem. pp. 234 – 235).
PHU ha sido riguroso al leer a los amigos y conocidos de AR que él cree buenos o brillantes, pero cuyo nivel no sobrepasa el marco de lo regular o lo mediocre. Así se lo hace saber con ejemplos:
“Las reminiscencias son verbales en la página inicial (11); en la siguiente, donde se recuerda la cita de Goethe en Ariel: “Sólo es digno de la libertad y de la vida…”; en la P. 17; en la 18 (de Proteo); en la 22 (Renán citado por Rodó: “la juventud es el descubrimiento de un horizonte inmenso, que es la vida”; de manera que ha ido a Rodó para imitar hasta las citas); en la p. 23 (Proteo); en la 25, directísima de Proteo: “Todo es tesoro oculto en las cosas”, dice Rodó, – frase que yo cité en mi González Martínez-. Si no creyera que me engaña la vanidad, diría que Onís leyó también ese prólogo mío (por las fechas, bien pudiera ser); su “El camino estaba en ti”, en la p. 31, parece que lo escribió quien leyó aquel prólogo;sin contar “única e incomparable”, en p.27, par de adjetivos que yo he usado mucho. Pero no veo tan evidente, respecto de mí las reminiscencias; quizás no sean sino coincidencias. Lo de Rodó, en cambio, es imitación descarada; vid. Todavía la pagina 35, y una que otra más. Por supuesto, que Onís coge mal el ritmo de Rodó; el uruguayo tiene a menudo a los yambos, y suele rematar en endecasílabos; el gachupín le imita el trick, pero, como lo hace mal, llena de versos su prosa: de las edades de la vida humana… la mitad del camino de la vida… (p. 17); en caprichosas y proteicas nubes / para en un vuelo rápido / volver al seno de la tierra opaca… (p.21); en su día florezca y fructifique… que el mundo al paso deposite en ti (op.cit. p. 31).
La orientación le ofrece Pedro a Alfonso, resulta de una línea de convicción sobre lo que no debe ser el oficio literario y lo que debe ser el oficio literario. Su axiología literaria y filosófica concerniente a la obra y al autor, debe utilizar, y lo que es correcto o trascendente de la obra, y no lo banal e insignificante, como sugiere el maestro en su afán de organizar y sustentar con calidad la expresión propiamente literaria:
“¿Quiere esto decir que Onís no valga nada? No. Lo que censuro es que tú hayas procedido como descastado al no reconocer a Rodó en Onís y que éste tenga la desvergüenza de no dignarse citar a su fuente: la cita, en estos casos, es declaración honesta. Así son los gachupines: nos plagian, pero no nos citan “así los aspen” (sic), como dice Rufino. Nadie le ha dicho a Villaespesa sus infinitos plagios, como los que ha hecho en el Viaje sentimental; y Valle-Inclán, en Cuento de Abril, y más aún en Aromas de leyenda, no hace más que diluir textos de Rubén( esto es más sabido, pues Juan R. Jiménez me habló de ello en ese tono). Ahora imitan hasta a los desconocidos en España, con el tono de Lamarchito de Santo Domingo que glosó a Justo A. Facio…” (Ibídem. pp. 235 – 236).
Toda la carta es una crítica devastadora a imitadores o plagiarios que pasan por autoridades literarias, descollantes en el medio literario hispánico y académico siendo sus obras y su moral literaria muy dudosa, según PHU. La travesía de este fenómeno parece escapársele a AR y de ahí el interés de PHU de hacerle saber el trabajo un tanto fraudulento de estos autores. Por ejemplo:
“Moreno Villa, que me parece buen poeta (Jiménez dice que es el mejor de los nuevos) y me gusta, tiene reminiscencias verbales de Guillermo Valencia. Y para mí la reminiscencia verbal prueba más que la ideológica: pueden las ideas venir por coincidencias, y el desarrollo puede demostrar que surgieron espontáneamente y no por recuerdo. He de escribirle una larga carta a Rufino dándole nota de estos plagios para que haga, si es posible, un libro sobre nuestra influencia en España”. (Ibídem. Loc.).
La crítica PHU dirigida a demoler a plagiadores, imitadores o responsablemente influidos o influyentes, da lugar a una doxacrítica puntual en torno a la creación literaria y a los usos negativos y amorales de escritores que, de manera indirecta pero consciente, no solo imitan autores y obras, sino que también roban descaradamente aspectos y elementos expresivos de textos desconocidos o conocidos tanto en España como en América. El fenómeno aparece, según PHU, en doble vía.