Todavía se comentan la visita del Presidente de Cuba Raúl Castro al Vaticano y sus palabras sobre su idea de rezar nuevamente (como en su infancia y adolescencia) y su posible regreso a la fe religiosa. Teniendo en cuenta la posición del Papa Francisco y su aporte decisivo al restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba, casi cualquier cosa pudiera suceder.  Al menos así piensan algunos, mientras otros dudan. Un Pontífice Romano interviniendo como mediador en uno de los enfrentamientos más dramáticos entre dos países en la historia de América ha contribuido decisivamente a aumentar el interés en el tema de la religión en Cuba.

Al llegar el año 2015 cualquier estudio sobre la situación religiosa en Cuba o la relación Iglesia/Estado en los años sesenta y setenta no reflejaría el estado actual de esos asuntos. Las noticias sobre Cuba han sido difundidas de tal manera, durante más de medio siglo, que no es difícil hacer una composición de lugar sobre todos los temas. Basta con mencionar algunas palabras para situar al lector en perspectiva. Cuba permanece como un estado socialista tal como fue proclamado en 1961, horas antes de los acontecimientos de Bahía de Cochinos cuando poco más de mil cubanos exiliados, con ayuda norteamericana, fueron derrotados al desembarcar en ese lugar. El marxismo leninismo sigue siendo aceptado, desde fines de ese mismo año, al menos nominalmente, como la ideología del único partido con funcionamiento legal en el país, el Partido Comunista de Cuba, y el discurso político sigue centrado en la palabra “revolución”, queriendo decir la iniciada en 1953 y que llegó al poder en 1959. El embargo estadounidense decretado en 1961 no ha sido levantado. El éxodo hacia el exterior continúa. Dos millones de cubanos y sus descendientes radican en el exterior. Ni siquiera la famosa “Ley de Ajuste Cubano”, que favorece a los emigrados cubanos en aspectos inmigratorios, ha sido modificada a no ser en algún detalle de su aplicación.

Las dos figuras principales del gobierno en el período 1959-2015 han sido miembros de la familia Castro Ruz, originalmente radicada en Birán, en la zona de Banes en la antigua provincia de Oriente. Como se ha señalado, uno de ellos acaba de entrevistarse con el Papa, como lo hizo su hermano hace unos años durante otro pontificado, y ambos gobernantes recibieron su formación inicial en escuelas católicas como numerosos presidentes dominicanos. Muy cerca de allí había nacido el gobernante anterior, Fulgencio Batista, el cual, con un intermedio de sólo siete años, fue el principal dirigente político y militar a partir de 1933 y hasta la llegada al poder de la revolución castrista en 1959. Sus estudios iniciales los recibió de misioneros protestantes como sucedió con Gregorio Luperón y Ulisés Heureaux en Puerto Plata. Con el tiempo, ninguno de los gobernantes cubanos mencionados continuó desarrollando su formación religiosa original. La mayoría de sus compatriotas han transitado aproximadamente el mismo camino. En 1954 la asistencia a los templos sólo era la práctica regular de unos escasos puntos porcentuales de la población.

Pero no todo permanece igual. La dependencia económica de la Unión Soviética, iniciada en la década de 1960 terminó con la disolución de ese país y del bloque socialista. Se establecieron a fines del siglo XX relaciones especiales con Venezuela. Para esa fecha la economía del país dependía como nunca antes del turismo extranjero y de las remesas a los familiares de los exiliados y otros emigrados. Mientras los partidarios mencionan el derrocamiento de Batista, las primeras medidas de justicia social, la campaña de alfabetización, avances en la educación, la sanidad y el turismo, así como otros logros, los adversarios hacen énfasis en los fusilamientos en los primeros años de gobierno revolucionario, el altísimo número de exiliados y emigrados, el número de prisioneros políticos que fue de decenas de miles hasta 1980 y una serie de problemas políticos como la ausencia de elecciones pluripartidistas, sin olvidar el reciente deterioro de la economía, que había alcanzado proporcionalmente y en aspectos específicos su más alto nivel en 1957 a pesar de la desigualdad existente en los ingresos personales. Algo que no se ha resuelto del todo y que pudiera estar regresando con cierto grado de capitalismo. No continúo con datos y comparaciones porque sería abusar demasiado de los lectores y como en todo análisis de ese tipo siempre habrá necesariamente una increíble diversidad de opiniones sustentadas mediante un cúmulo increíble de datos adicionales utilizados en una y otra dirección.

Ahora bien, a pesar de que pueda ser considerado sólo como un cambio relativo, el ambiente es bastante diferente en el entorno religioso del país, sobre todo en las relaciones Iglesia/Estado. Hasta 1992 la Constitución cubana aprobada en 1975-1976 establecía el ateísmo oficial del Estado cubano. Actualmente, el  texto constitucional proclama el estado laico, oficial desde la fundación de la República en 1902 bajo la dirección y supervisión del gobernador estadounidense, el general y doctor Leonardo Wood, miembro del Partido Republicano y de la Iglesia Protestante Episcopal.

Retomando el período contemporáneo, en 1992 la Constitución reconocía al menos teóricamente la libertad de conciencia, de profesión y práctica religiosa dentro de la legalidad socialista. Pero aclaraba, sin embargo, que el Estado cubano se basaba en cuanto a su actividad en la concepción materialista del universo, en la cual educaría al pueblo. Esa filosofía nunca atrajo a la inmensa mayoría de los cubanos, muy poco interesados en las largas y eruditas obras de Carlos Marx, Federico Engels y Vladimir Lenin. Establecía el documento constitucional que era ilegal y punible oponer la fe o la creencia religiosa a la Revolución, a la educación o al cumplimiento de los deberes de trabajar, defender la patria con las armas, reverenciar sus símbolos o los demás deberes establecidos constitucionalmente. Estas últimas disposiciones se aplicaban específicamente a los Testigos de Jehová, que no dejaron de crecer numéricamente.

Pero en 1974 la visita a Cuba de Monseñor Agostino Casaroli y anteriores gestiones del representante del Vaticano en Cuba, Monseñor Cesare Zacchi, aliviaron algunas tensiones. La confrontación entre Iglesia y Estado había creado una situación caracterizada por cierto grado de hostilidad mutua. Una entrevista de Fidel Castro a Frei Betto publicada como “Fidel y la Religión” en los años ochenta y una visita a Cuba del archifamoso pastor bautista Jesse Jackson en esa misma época contribuyeron a hacer más visible a la comunidad cristiana, hasta entonces raramente mencionada en los medios de difusión cubanos. Jackson logró que Castro asistiera a un culto metodista con participación interconfesional en La Habana, lo cual fue televisado a lo largo y ancho del país para sorpresa de todos, especialmente de los más firmes partidarios de la vieja línea del partido oficial.

Pero sería a partir del ya mencionado 1992 que las comunidades eclesiales, alentadas por visitas como las del papa Juan Pablo II y de otros líderes religiosos se beneficiaron más abiertamente de una política más flexible aunque con limitaciones. Un nuevo artículo constitucional establecía, además del Estado laico, una serie de disposiciones que dejaban de reflejar la política anterior, altamente restrictiva. En los artículos 42 y 55 se prohíbe la discriminación por motivos religiosos. Hasta esa fecha los creyente sólo podían cursar un número de carreras universitarias o ejercer ciertas profesiones, entre ellas las de profesor de Historia.

Todavía existen restricciones y problemas. También cierto grado de discriminación en casos específicos, pero nada comparable la dura realidad de los años sesenta y setenta. Las iglesias quieren, lógicamente, un acceso constante a los medios de comunicación, mayor libertad para desarrollar sus programas sociales y educativos, facilidades para reconstruir edificios y edificar nuevos templos. Se ha avanzado algo en esas cuestiones, pero la lista de asuntos pendientes sigue siendo larga. Muchos funcionarios locales no siempre interpretan literalmente la nueva política hacia la religión y las comunidades religiosas acuden a la Oficina de Asuntos Religiosos para resolver esos asuntos. Curiosamente, el gobierno construyó una catedral para la comunidad ortodoxa rusa y facilitó la edificación de un templo ortodoxo griego.

En cualquier caso, la Iglesia Católica, religiosidad tradicional, ha recuperado parte del espacio que ocupaba anteriormente, mientras que los protestantes pueden exhibir cifras más altas de asistencia regular en su alrededor de mil templos y capillas, construidos antes de 1959, y miles de hogares y otros locales en que celebran ahora reuniones religiosas, las ahora famosas “casas culto”. Las procesiones tradicionales de religiosidad católica o sincrética atraen multitudes. El cardenal arzobispo de La Habana, mi viejo amigo Jaime Ortega, es ahora una de las personalidades más influyentes del país, con pleno acceso a los centros de poder dentro y fuera de Cuba. Para algunos su acercamiento al gobierno es polémico, otros lo interpretan como algo positivo.

Nadie sabe cómo terminará la historia. Es demasiado temprano para escribir el epílogo. El proceso se ha caracterizado por acontecimientos inesperados. La visita del Papa Francisco en septiembre de este año pudiera incidir en nuevas políticas hacia la religión y otros aspectos de la vida nacional, sobre todo si su viaje a Washington a pronunciar un discurso ante una sesión conjunta del Congreso de EE.UU., acontecimiento sin precedentes para el catolicismo, resulta en un mayor acercamiento entre Washington y La Habana. Ahora bien, ya desde el anuncio de Raúl Castro y Barack Obama acerca de los planes de restablecimiento de relaciones hecho público en declaraciones simultáneas en diciembre del pasado año se ha iniciado una nueva etapa, todavía difícil de predecir en aspectos fundamentales. Quedó establecido claramente que fue el Papa Francisco quien les había instado a iniciar el proceso.

La mayor flexibilidad oficial hacia la economía, todavía distante de lo que muchos demandan, pudiera contribuir, o quizás no, a cierta apertura política, asunto todavía complicado en estos momentos y que merece tratamiento aparte. Algunos hasta se preocupan de un futuro con una influencia eclesiástica determinante, sobre todo del catolicismo, lo cual todavía no está en la agenda y no es necesariamente algo que todos los creyentes religiosos desean y mucho menos el mayoritario sector de los indiferentes en materia religiosa.

El entorno ha cambiado, pues, de alguna manera.  No sólo por el aumento del turismo estadounidense y la creciente popularidad del idioma inglés. El epílogo de todo esto pudiera ser, como los acontecimientos recientes, altamente inesperado, pero el tema sigue siendo algo incierto. Un poeta lo resumió hace años, durante la primera visita a Cuba de un Papa en funciones (Juan Pablo II en 1998). Ni siquiera Martí o el Comité Central del Partido Comunista dejan de ser mencionados en la confusión que algunos experimentan:

“Prendes la televisión

Y hay un sacerdote hablando

Y en la radio están cantando

Un canto de procesión

Ay mi Dios, que confusión”

“Ay que lío tan siniestro,

Ay San Martí, San Maestro

Santo Comité Central

Canto el Himno Nacional

O murmuro un Padre Nuestro.”