La cantidad y la calidad de las reacciones provocadas por mis dos últimos artículos no dejan de sorprenderme: por un lado han sido numerosas; por el otro, en general, radicales. Algunas me fueron dirigidas y respondí las que pude. Pero la gran mayoría fue la expresión de una verdadera batalla de ideas entre quienes me leyeron. Me siento sorprendido porque, después de todo, apenas rememoré algunos recuerdos de juventud y compartí algunas reflexiones, muy personales, acerca de Dios y de la Iglesia Católica.
Luego de unos días sin acceso al internet, al leer la edición de hoy de ACENTO, descubrí un artículo de Miguel Sang Ben que se refería a los míos, así como a otro de la Dra. Argelia Tejada Yangüela, publicado durante mi ausencia. A pesar de que no pretendía persistir en el tema, consideré oportuno, luego de leer el artículo de la Dra. Tejada, clarificar algunos puntos y reflexionar sobre otros. Respondo a los argumentos de la Dra. Tejada pero también a muchos otros lectores que manifestaron argumentos similares.
Tiene razón el señor Sang Ben cuando dice que mis intenciones han sido modestas. Mis reflexiones no están destinadas a convencer a nadie, acaso a ejercitar la capacidad de estructurar mis ideas. En mi opinión, muchos de mis lectores han sucumbido a la tentación de referirse a extractos de mis reflexiones, sin considerarlas como un todo, desvirtuando mi visión sobre estos temas. Me parece que es el caso de la Dra. Tejada. Quien escribe no es responsable de la interpretación que los otros dan a sus escritos. Decido responder, sin embargo, porque me apasiona el intercambio de ideas. Agradezco en ese sentido la oportunidad que me ofrece la Dra. Tejada, la cual me honra con su lectura y su respuesta.
Aclaro, antes de comenzar mi argumentación, que no me entregaré al árido e insensato debate sobre la existencia de Dios. Me parece que son posiciones muy personales. Y que de ese debate será muy difícil sacar conclusiones concretas.
De las respuestas que se han basado en la lectura parcial de mis dos artículos, podría deducirse que tengo una fe ciega en un Dios que no puedo ver. Sin embargo, en mi primer artículo me declaro agnóstico – como los que incluye la Dra. Tejada en sus estadísticas, del lado de los ateos. Dejo claro que “no sé si Dios existe, pero prefiero pensar que sí”. Y esta preferencia es personal, muy personal, y no la cambiará ni siquiera Steven Weinberg – cuyas preferencias y posiciones tampoco pretendería cambiar. Mis preferencias son independientes de “la gran mayoría de los dominicanos” y de lo que digan las tablas estadísticas.
De las respuestas que se han basado en la lectura parcial que muchos han hecho de mis dos artículos, podría deducirse que soy un fundamentalista, que tomo los pasajes de la Biblia – como ese del Deuteronomio – al pie de la letra o que estoy de acuerdo con las barbaridades que en muchos de ellos se sustentan. Se han pasado por alto, curiosamente, mis referencias a barbaridades como el incesto de Lot con sus hijas.
De las respuestas que se han basado en la lectura parcial que muchos han hecho de mis dos artículos, podría deducirse que defiendo a la Iglesia Católica ciegamente, que pertenezco al Opus Dei y que me flagelo cada noche antes de acostarme. Nada más cierto. Se han pasado por alto párrafos como este:
“Sigo condenando el concordato. Sigo denunciando que la iglesia no solo no pague impuestos, sino que además reciba dinero del estado. Sigo pidiendo castigos draconianos para los curas pedófilos y para los jerarcas que los protegen (y no en tribunales eclesiásticos sino civiles). Sigo aborreciendo todos los crímenes que la inquisición cometió en nombre de Dios. Sigo indignándome ante el silencio del papa Pío XII ante el Holocausto, ante el saludo nazi de los obispos españoles que apoyaban a Franco y ante el apoyo de Juan Pablo II a dictadores como Pinochet. Sigo criticando el dogma de la infalibilidad del papa y cualquier otro dogma, las reliquias y las indulgencias”.
De las respuestas que se han basado en la lectura parcial que muchos han hecho de mis dos artículos, podría deducirse también que creo en una incompatibilidad fundamental entre ciencia y religión, lo cual no es cierto. Se han pasado por alto los cuatro ejemplos escogidos, de entre más de un centenar, de religiosos-científicos que han colaborado con el avance de la Humanidad. Por cierto, agradezco a Miguel Sang Ben por hacerme conocer a Michio Kaku.
Espero la respuesta que le dará la Dra. Tejada con impaciencia.
De las afirmaciones de la Dra. Tejada podría deducirse que me ofendería si escucho algún chiste sobre el Catolicismo. Sin embargo, incluyo un par en mis artículos. Y me encanta, dicho sea de paso, George Carlin (que Dios lo tenga en su gloria, con perdón). Creo que puede uno reír de todo. No tengo problemas con los comediantes que lo hacen de la religión; apoyo el humor ácido que Charlie Hebdo dedica a todas las religiones (Para los que no se hayan dado cuenta, no soy un talibán). Mi gran problema son los que se consideran en el deber de imponer su visión del mundo a la visión de los otros. No lo escribí en mis artículos, pero sí en un tuit a uno de mis contradictores: poco me importa si es creyente o ateo, rechazo a los intolerantes. Dicho con humor: soy un fundamentalista de la tolerancia.
Respondo ahora a mis frases citadas en el articulo de la Dra. Tejada. “Los ateos son aburridos: no hacen más que hablar de Dios”, dije, y lo repito. Pero dije más abajo:
“Aclaro que en estas líneas me refiero a los ateos proselitistas, en cierta manera a los ateos extremistas, a los miembros de la línea dura del ateísmo, equivalente al Opus Dei católico. Hay muchos otros ateos cuyas convicciones son firmes sin necesidad de convencer a nadie: les debe parecer absurdo conversar sobre algo (o alguien) que no existe”.
Es cierto que cometí un error estructural al no hacer esta aclaración al principio de mi artículo (mea culpa, con perdón). Pero, al margen de este error, es una lástima que, al parecer, la Dra. Tejada no leyera esta parte. Si se tiene en cuenta la misma, será evidente para muchos, espero, que mis afirmaciones son mucho menos categóricas de lo que parecen ser.
Termino, precisamente, invitando a la Dra. Tejada a reflexionar sobre este curioso fenómeno. A saber, la aparente incapacidad de muchos de matizar la realidad, de solo verla en blanco o en negro; de calificar, por ejemplo, a la Iglesia Católica como exclusivamente buena o exclusivamente mala, de ver solo sus defectos, negando sus virtudes; de enfocarse en la crueldad del Deuteronomio, olvidándose de la sabiduría y la tolerancia de los evangelios. Rechazar una enseñanza por el simple hecho de provenir de alguno de los protagonistas de la Biblia me parece un caso muy claro de argumento ad hominem. Termino invitando a la Dra. Tejada a considerar si esa visión exclusivamente negativa de la Iglesia no es otra cosa que un sesgo…
Durante estos días me he preguntado sobre el porqué de tantas reacciones y el porqué de su radicalismo. Y me he contestado que la razón es la siguiente: detrás de unos intercambios aparentemente racionales se esconde otros pasionales. El hombre no solo esta dotado de razón, sino también de pasiones. No hay un solo ser humano que sea únicamente racional. Ni siquiera un científico, ni siquiera Weinberg. Recordémoslo: el Dr. Spock no existe.
Agradezco nueva vez a la Dra. Tejada por su lectura. Espero haber aclarado mis posiciones.
Sobre el tema hay muchos expertos, por lo que no invadiré sus cotos de nuevo. Espero no tener que escribir un epílogo a este epílogo: escribir de corrido sobre un mismo tema me aburre. Mea culpa.