El doctor Daniel Rivera, ministro de Salud de República Dominicana, relanzará la enseñanza de la Epidemiología. Varias universidades tienen capacidad de impulsar la iniciativa. Se impone diseñar un programa teórico-práctico, que forme epidemiólogos que adviertan, vaticinen y pronostiquen las epidemias por venir. Confiamos que aseguraremos apoyo de la Organización Panamericana de la Salud. Los centros privados y públicos tendrán epidemiólogos, y en palabras del ministro “el cardiólogo ausculta un corazón, el epidemiólogo muchos”.

Las epidemias fueron, son y serán amenazas presentes para el destino del planeta tierra. En especial, cuando el dominio del genoma aporta la arquitectura para trastocar el orden natural de ácidos nucleicos y genes. Crea mutaciones de ingeniería genética con microorganismos capaces de arrasar una parte de la especie humana.

Epidemias dependientes de la capacidad genética de hoy, pero también precipitadas por el aumento de patógenos zoonóticos. Gérmenes que tienen peligrosidad para pasar de animales a humanos como resultado de la presión ejercida sobre la Tierra. Tensiones que crecieron exponencialmente en los últimos 100 años, como demuestra el Informe de Desarrollo Humano 2020.

Sumamos la aparición de diversas contradicciones sociales generadoras de patologías colectivas denominadas  “epidemias silentes”. Esos procesos derivados de enfermedades crónicas y metabólicas como hipertensión arterial, diabetes, cardiovasculares, cáncer y salud mental. El mundo sufre un dramático “mosaico de epidemias” productor de millones de enfermos y fallecidos causados por una combinación letal de enfermedades infecciosas, no transmisibles, la violencia de toda causa y accidentes de tránsito.

Ante esta crisis planetaria, debemos dotarnos como región del Caribe y Centroamérica, de excelentes epidemiólogos, verdaderos pensadores de la salud colectiva. Se impone un programa de maestrías y doctorados en Epidemiología que asegure primero conocimientos de geografía, cartografía y georeferencia.

Diversas investigaciones prueban carencias en profesionales que no conocen siquiera cómo localizar “el norte” de un territorio y valorar su relación con otros puntos cardinales. Epidemiólogos bisoños del territorio se les hará difícil controlar nada. Tampoco realizan levantamientos catastrales o combinan diversas capas de indicadores en un mapa de control de casos de alto riesgo.

La epidemiología impone conocimientos en matemáticas y estadísticas. Que aporten analistas de tasas, razones, porcentajes, proporciones y promedios. Que estimen riesgo relativo, riesgo atribuible a factores precipitantes de epidemias. Conocedores de las diferencias entre una tasa como estadística de riesgo poblacional y los porcentajes y promedios como composición numérica de una serie de casos de riesgo.

La epidemiología necesita especialistas que conozcan incidencia, prevalencia, tasa de ataque, letalidad, índice de infección, y otros. Un conocimiento que extraiga máximo beneficio de ordenadores y aplicaciones tecnológicas. Que tome decisiones en colectivos humanos; que imponga el pensamiento crítico al momento de contener a tiempo, peligrosos brotes potencialmente expandibles como epidemias.