Esa es una renovación en la zona capitalina del malecón. Según algunos bebedores del Ziffandel, este es un lugar donde ocurren todo tipo de tropelías. Nadie estará en capacidad de olvidar lo que ocurre allí. Todos recuerdan, como no ocurre en Cuba, que el malecón dominicano está repleto de enigmas. Como en un misterio de Sir Arthur Conan Doyle, proclamamos las evidencias. Nada más que puro abismo made in Papermate.   

La realidad no es un misterio: las áreas remozadas repercuten en otras áreas. Por ejemplo, todos recuerdan que Joaquín Balaguer caminaba en cierta época del mes, por el parque Mirador del Sur. Aquí quien escribe iba de noche por el asunto aquel de la caverna repleta de beats y extranjeros.  En ese lugar, con todo el entusiasmo, va la gente a discotequear como vas al encierro de San Fermín donde -en Pamplona, Navarra-, millares corren desesperadamente ante la embestida de los toros. Beats en lugar de cornadas.

Cómo resistía la caverna el constante beat en las paredes de la roca calcárea? Cómo negar que por un experimento del azar citadino –sin ser senior citizens–, nos entregábamos al más duro de los encuentros?

Knocking on Heaven’s doors? Discotecas hubo que enterraron para siempre su más lenta posición en la vida. Nos encomendaron para hacer otra crónica en el abismo de las posibilidades de una música más deletérea. Eran los 90’s.

He decidido entender de manera nada medagalanaria, una versión que tiene que ver con la abismada posición de muchos. Algunos entendieron que el mundo de una discoteca –en este caso la de Neón, Lincoln abajo–, terminaría por decirnos cuales eran las variantes de otro proceso. Aclamábamos –sin tanta corrupción y caso Odebretch–, un tiempo al que ahora no tenemos acceso en el restaurant de todos los hoteles.

Nada que ver: hace días recurrimos a la nostalgia de la famosa Crystal Waters. El disco que sonaba, luego de Rythm is a Dancer, era evidentemente que Gypsy Woman, (She’s homless), producido por Basement Boys, del álbum Surprise, catalogado en el género Deep House, en un mundo que todo el mundo capturó esa noche. Era como si se tratara de una bola en el Center Field. Caminamos a la sensación de pertinencia del número que la tipa del box enseña para empezar los rounds. Viste unos short pants blancos y nos mira con displicencia y algo de elocuencia. 

Hacia 1989, los datos de la economía del país eran sorprendentes: República Dominicana, de acuerdo a los organismos internacionales, comenzaba a sentirse cómoda en el marco de las relaciones con otros países: el sector privado habla de ganadería, silvicultura, pesca, comercio y transporte, en un aporte del sector privado responsable del 80% del Producto Interno Bruto. Estaba claro, como queda evidenciado en el estudio del Sector privado que manejó Acción Empresarial con el comando de José Báez Guerrero en 1989, donde se habla de 20,000 colmados en el país. 

Sobre todo se decía que organizaríamos el CELAM. Lo que era elocuente es que en la vida nocturna de la capital las cosas estaban dadas como en un sorprendente caleidoscopio, a saber; Strinfellow, repleta de versiones ultimas (Lexus, Mercedes y Camaros, encontremos otro Volvo). Tops discotec en la cima de un edificio lejano del centro: la zona de los espectadores tenía lo mismito que en los apartamentos actuales. Bella Vista era chulo como yo, y parecía un renglón advertido de municiones atardecidas. Creemos que en Amos Tversky, y Kaheman, en Slovic y Litcheinstein aportan los elementos fundamentales para un economista que analice el consumo de una sociedad entretenida en la más dura de las mercadotecnias. Anuncios tras anuncios. Tenemos televisión, radio, cartelones, cruzacalles, gorras en una campana con un padrón que en 1996 tuvo 3, 750,502 electores.

La mirada en Tops entonces se entiende en un rincón innominado: cerveza, Miller Genuine Draft, para comenzar a entender eso que otros no entendieron nunca, que maximizan nuestras percepciones. Era como si fuera algo grande que solo encontramos luego en la vindicación de un disco del viejo Rick, con gran peinado. Y ahora, nos parece que el precipicio ha sido salvado, y que en cada minuto de aquella época todo el mundo comprendió lo que otros habían argumentado en una boletería sin pasaporte, y un terreno de llegadas y salidas en la discoteca Neón, cuando todo el mundo descansa de tantos artilugios de aquella misteriosa fórmula para entenderlo todo. Proclamamos unas cuantas variantes del poder nominado de Joaquín Balaguer en su escenario de complicaciones políticas.

Luisito Martínez se llevó de encuentro varias propuestas esenciales: no correr en la Lincoln había sido su petición cuando se sabía que todo el mundo corría, pero más que todo que la gente no tenía respuesta a un evento que no tenía que ver con las consuetudinarias fórmulas azules del ocaso. El beat y el beat se adueñan de Santo Domingo, se celebrará el quinto centenario de aquello que se nombró encuentro entre dos civilizaciones, pero evidentemente que esa palabra nos queda grande y no tanto en México donde es más que claro que lo Maya y lo Azteca tienen ribetes de un conocimiento astral que hace pensar a uno en los hechos que desató Hernán Cortes. El malecón nunca ha sido usado, allí a orillas de Neón, para decir como dijo el señor que vino de un campo del Cibao al ver el mar desde la costa: cuánta agua desperdicia. Crystal Waters se había levantado por la noche, había tejido con engrudo las más íntimas variantes de un proceso que ahora todos interpretamos como si se tratara de una manifestación más donde todo está explicado de acuerdo a unas variantes epocales no ilusorias. Quiero entender que todo esto había sido previsto como en el cuento de Borges, pero ciertamente que uno se queda en medio de tantas cosas, como en Boca Chica ocurrió y no ya en Marbella o en Benidorm. El inventario de conocimientos se parece a ese esquema que propuso Umberto Eco –autor de Lector in Fabula, libro que compre en Cuesta Centro del Libro–, cuando dijo de manera útilmente precaria, que no era posible sino hallarle varias variantes a un mismo tema.

El Lexus que da explicación no es el único automóvil que enfrenta al Mercedes Benz, y pensar que Nikka Haniken no tiene nada de Alain Prost, el profesor. Resulta aquello de acelerar siempre y no meter sino el desplazado en el pie para que al auto no le pase sino una suavidad tipo 740, a la par de esa petición que todos tienen de decirlo bien claro: no es posible sino comparar la cena donde descubrimos el movimiento de una expresión de nuevas dimensiones. Esta tiene como origen la misma cruenta función de un esquema silencioso donde no solo el cálculo es posible, materia universitaria que evitaba mucho del Café Atlántico. Ibiza había sido la norma, la estatutaria fórmula para llegar a otros lugares que en nada tienen que ver con el Camel, o con el Piantinisimo original, una zona capitalina que nada tiene que ver con Bella Vista y mucho menos –algo más bien prolapso de todas formas–, con Naco donde esperas que cualquier fundamento se torne en una demostración más de los viejos años.

La manera en que un pueblo gasta su dinero, –el total de gasto en un mes–, es algo que nos puede indicar el mecanismo social de redistribución de la riqueza. De todos es sabido que la industria el ocio es una de las más grandes del mundo, sino piénsese en los miles y millones de dólares que se gastan día a día, en el asunto del esparcimiento. Esto ocurre en cualquier canción del techno más desatado, o en la variante no preclara –digámoslo, sin ambages–, de una industria musical que no tenía el Vocal de Neil, o que no tenía para entonces sino la demostración de eso que fingieron algunos iniciados. La historia de un evento nocturno que a todos mantuvo en vilo resulto en demostración de otros asuntos que eran perfectos para el cronista.   

Los habitantes de la ciudad de Santo Domingo han visto como han crecido las plazas, y de acuerdo a un silogismo extraído del boxeo más rancio, puede decirse que cada golpe de resaca se elimina con la salida a otro centro nocturno que no ofrece sino el nuevo concepto de los medio-suburbios. La anquilosante función era clara como Gwen Stefani en Make me love you.

-Nos vemo ahorita.

-Quienes van?

-Mi hermano coja palla.

-Bueno, vamo a ve.

-Tu sabe explotándome.

-Y es faci.

-Viejo, dame algo. Dame lu.

Entramos a otro tipo de explicación cuando Real Life sonó con Send me an Angel –que era de 1983 en el álbum Heartland–, y nos dijeron que ese disco estaba “asperísimo”, que en las letras había algo de parecido a lo que decían en ese canal ilusorio. Aquí nadie podría decir qué significaba Malibu Express.