Desde que tuve el privilegio de razonar empíricamente, me di cuenta, de inmediato, que nuestra sociedad padecía de un síndrome de memoria histórica.

Los aconteceres de esta nación nos han colocado en el umbral de realizaciones sociales significativas.

Desde las guerras libertarias, hasta la puerilidad partidaria, nuestro país se regodea en la estulticia y el nauseabundo Seol Bíblico de la “indiferencia por conveniencia”.

La ciudadanía, solo espera que llegue “Biembre” para ahogar sus penas en el licor, el colesterol y el frenesí dirigido de una actitud eminentemente mercantilista, reflejada en los enclaves de los “Mall”.

Los eventos pasados se esfumaran ante el impacto del “doble” decembrino y solo se discutirá lo banal e irresoluto, dejando atrás aquellos asuntos de verdadera importancia, porque “irritan” al bolsillo.

Pobre país el nuestro, que está secuestrado por la lujuria, la corrupción y la amnesia histórica.