Para nadie es un secreto que los niños, adolescentes y jóvenes que ejercen el ¨oficio¨ de limpiar los cristales (delanteros y traseros) de los automóviles que se detienen brevemente por el cambio intermitente del color rojo de los semáforos en las intercepciones viales, es un "peligro a toda prueba" para quienes reciben "el servicio" y también, para quienes lo ofrecen. El peligro pudiera ser multifactorial y multicausal de daños impredecibles afectándonos a todos.
[Los limpiavidrios] son personas que por su condición de alimentación, de salud, de vestimenta, de educación, de abandono y otros malos hábitos o traumas que limitan propiamente el desarrollo de la persona, refleja tristemente su estadio de pobreza; y además sobre todo, desvela al mismo tiempo descuido o abandono de sus padres y de las Autoridades competentes.
Ellos (los limpiavidrios) por ir detrás de unos pesos [para comer] se lanzan a las calles «muchas veces con edades de 10 a 15 años» y ponen en riesgo sus vidas y el ¨futuro¨ (que aunque su destino sea incierto en el momento por el tipo de actividad improductiva a la que se someten es seguro que de seguir viviendo bajo esas condiciones deplorables mermaría toda probabilidad de crecimiento integral) no podemos olvidar que la mayoría de ellos abandonaron el hogar familiar, la escuela, el deporte… por diferentes razones. Entonces en consecuencia, la mediocridad y la pobreza se convierte en el muro de contención que los hace a ellos cada día más vulnerables… condenados a la miseria casi de por vida.
Sacar a estos muchachos de esta vida infructuosa debería ser una responsabilidad de todos y todas, sin excepción de la escuela, del empresariado, de los ayuntamientos, de los clubes, de las iglesias… Entre todos ponemos cada quien un grano de maíz. Hacemos nuevo emprendimiento social, creativo y colaborativo para sacarlo definitivamente de la espiral descendente en que se encuentran.
Para este tipo de problemática hay que hacer planteamiento de soluciones serias y de fondo para que los limpiavidrios, los malabaristas, los venduteros de chuchería, de agua, de dulces, triquitraques (y algunos extranjeros que llegan de Haití –indocumentados- y recaudan dinero para su alimentación y hospedaje), haciendo malabares y vendiendo artesanía entre otras cosas, tengan una vida realmente gratificante y dichosa en nuestras ciudades. Y, por supuesto, haciendo con ellos lo que hay que hacer, reduciríamos el impacto negativo que potencialmente existe hoy en nuestras calles.
En cuanto al desarrollo integrar de los adolescentes ¨limpiavidrios¨ y a la seguridad, limpieza, creatividad y orden de la ciudad, una posible solución pudiera ser sensibilizando, según la demarcación correspondiente, al empresariado y el Ayuntamiento con los aportes económicos; y, a las instituciones de orden social y académica como son las iglesias evangélicas y el Instituto Técnico Superior Comunitario, ITSC que se encarguen de la parte de la formación e inducción de los chicos.
Si les sacamos a esos jóvenes la mejor iniciativa de trabajo productivo a través del programa de Productividad, Emprendimiento y Desarrollo Innovador, por ejemplo, en las áreas de «Construcción, Mecánica Automotriz, Electricidad, Fontanería y otros», ensancharíamos una generación (ni-ni) mejor valorada y con un oficio en mano para atacar directamente el problema de forma y fondo de la pobreza. En resumidas cuentas, la ciudad tendría cada día, menos niños y niñas ¨de¨ la calle.