Nuestra ciudad colonial es uno de los bienes culturales -entre los más de ochocientos del mundo y mas de noventa y uno de América Latina- que han sido denominados Patrimonio de la humanidad por la UNESCO debido al valor y el testimonio cultural con que aportan y representan  a la historia y a la herencia humana del mundo.

Igualmente pertenecen a esa categoría el Centro histórico de la Ciudad de México donde se fusiona el pasado azteca y el pasado colonial español,  la ciudad de Antigua en Guatemala con sus fachadas barrocas y sus campanarios,  como también la hermosa y tranquila ciudad de Ávila en España, el antiguo ayuntamiento de Segovia o la majestuosa Cartagena de Indias en Colombia.

Esos maravillosos espacios culturales son ejemplos de la importancia que tiene la preservación de nuestros monumentos históricos para la educación y cultura de nuestras sociedades y que, a la vez, tienen su esencia, sus colores, su olor y sonido, pero especialmente tienen un lenguaje que nos comunica su historia a través de los parques, de las cúpulas de sus iglesias y de sus murales, pero principalmente a través de la vida de su gente.

El Monasterio de San Francisco en la República Dominicana, ubicado en una de las pocas colinas de la ciudad colonial de Santo Domingo de Guzmán, fue una hermosa estructura sepia, según ilustraciones de la época, que en el pasado fue víctima de múltiples destrucciones debido a saqueos, huracanes y terremotos, por lo que se conoce como las Ruinas de San Francisco.

Esas ruinas, con sus calles adoquinadas, sus muros empedrados, sus escalinatas y jardines, han sido escenario de conciertos, bailes, exposiciones y conversatorios, que hacen de ese espacio un lugar donde se expresa la diversidad cultural de nuestra sociedad y que contribuye a la armonía y la interacción de nuestra comunidad.

Hace varios meses el Ministerio de Turismo presentó un proyecto de rescate de las ruinas de San Francisco, aún cuando estas no son parte de la lista de los bienes considerados patrimonio de la humanidad que están en peligro. Luego de una gran controversia entre miembros de distintas organizaciones de nuestra sociedad y el Ministerio de Turismo, la UNESCO solicitó al Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS) un informe sobre la viabilidad de este proyecto.

En este informe publicado a principios de año, el ICOMOS internacional hace varias consideraciones importantes: en primer lugar, desaprueba el proyecto del arquitecto Rafael Moneo, ganador del concurso; en segundo lugar, sugiere una investigación más profunda arqueológicamente sobre el monumento; y en tercer lugar, recomienda la elaboración de un nuevo proyecto que concuerde con los parámetros, normativas y observaciones de la UNESCO y del ICOMOS internacional dados los potenciales riesgos del uso de elementos contemporáneos en un sitio arqueológico patrimonio de la humanidad. Este reporte ha re-abierto el debate sobre el proyecto de las Ruinas de San Francisco que definirá si es factible la realización del proyecto.

Es válido destacar que parte de los criterios de selección de la UNESCO para ser Patrimonio  de la humanidad es “ser la manifestación de un intercambio considerable de valores humanos durante un determinado período o en un área cultural específica, en el desarrollo de la arquitectura, las artes monumentales, la planificación urbana o el diseño paisajístico”.

Esperemos que los resultados de este programa de consultas sea constructivo no solo para las ruinas de San Francisco, sino para toda nuestra ciudad colonial. 

Mientras tanto, espero que sigamos cada vez más dirigiendo nuestros pasos a través de sus calles, caminando entre ruinas y memorias quebradas, entre la penumbra permanente  de arcos y columnas, entre el silencio de Iglesias y capillas antiguas, entre imponentes portales de hierro y madera, entre jardines, flores,  adoquines y su eterna belleza.