Con el devenir de la vida (valla la redundancia), me he convertido en un iconoclasta empedernido. La vida, como tal, solo me ha llevado por los senderos del cuestionamiento consuetudinario de todo lo que me rodea, sin el menosprecio de los que amo con locura, que día a día, me dan todo, y algo más.
Este cuestionamiento, es producto de las cavilaciones ideológicas, que, al pasar de los años, me han impactado profundamente.
Desde el Nacional Socialismo, hasta las doctrinas globalizantes, ese vaho me ha llegado a mis sentidos olfativos, de manera recurrente y sistemática. Ahora bien, esto no es óbice para una capitulación emocional ante tales paradigmas. Por el contrario, ha servido como caldo de cultivo para profundar reflexiones posteriores.
Somos Isleños de Media Isla, y como tales, hemos sido sometidos al rigor imperial de la metrópolis americana y canadiense, dentro de un marco globalizante dominante e irreflexivo.
Nuestra ¨efímera¨ vida republicana es una caricatura, mal bocetada, (sin ánimo de ofender a Rubens) en un lienzo de actitudes acomodaticias e irrelevantes. Este Lienzo, servil y abyecto, se nutre de una intención malsana basada en un Estado clientelar y corrupto.
Loa trazos republicanos, plasmados en este Lienzo, con honrosísimas excepciones, fueron dibujados con la sangre patriótica de artistas de la plástica democrática contemporánea.
Esto así, debido a que nuestra memoria histórica, contraída y maltrecha, ha tratado de sobrevivir a los proxenetas ideológicos, de nuevo cuño.
Nuestro régimen republicano, se basa en el ejercicio de valores patrios plasmados en este lienzo desvencijado, por los cuentapropistas e historiadores, de esta nueva y falaz generación de ¨pensadores¨ de nuevo cuño y de infortunada procedencia vivida y degustada.
Lo anterior, es el basamento social para un ¨desguañangue¨ institucional, al amparo de una estructura corrupta y clientelar, que solo busca su perpetuación en el poder insular dominicano.
Esta estructura, es no solo política, sino también religiosa, económica y social.
Soy un discípulo de Valle Inclán, Pío Baroja y Giovanni Papini. Estos pensadores me han dado el don de ser pragmático e irreverente, ante la estulticia política que nos envuelve.
A través de los años, he aprendido a entender las coyunturas, producto de la improvisación, y también a los posturas, trasnochadas, a veces, del lar político insular.
Hoy, me doy cuenta, que el antagonismo medieval, SI ha calado en lo más profundo de nuestras raíces históricas.
Sin embargo, también es cierto que este antagonismo no es más que una expresión del sentir vernáculo de una gran parte de nuestra grey republicana e insular.
El evangelio, según, no sabe quién, nos dice bondades y virtudes de una raza hegemónica y beligerante, pero también, nos dice que ese guerrero del ¨Anti-Establishment¨ saco a latigazos a los fariseos del ¨Templo¨¨, entiéndase de la sede del Zigurat moral del Levante Hebreo.
No sé, donde venden esos látigos justicieros, pero os digo esto: Dentro de su YO interno, ejerzan su inalienable derecho a repicar el zurriago de la entronización moral, en este 2020.