Comparar un posible Ministerio de Energía y Mina en la Republica Dominicana con el actual Ministerio de la Juventud o el de la Mujer, es casi una exageración.
Todos sabemos que esos dos ministerios fueron un invento. Un invento del esnobismo, común entre políticos clientelistas y "asesores" que se deleitan copiando teorías incubadas en cabezas ajenas. Un invento del mismo jaez de la privatización eléctrica y otros esperpentos.
Con frecuencia, las mentadas reformas del Estado dominicano han resultado peores que la enfermedad que se quería conjurar.
Ahora bien, aparte la ración al boa clientelar, uno de los problemas de esos ministerios es que no tienen, no han encontrado, un ámbito u objeto exclusivo de trabajo. En realidad, los asuntos prácticos juveniles y de la mujer han sido asumidos y diseminados entre las responsabilidades de otros ministerios.
Lo del Ministerio de Medio Ambiente es diferente: ese organismo ha sido desafiado, desde su inicio, por sectores empresariales que mantienen desde hace décadas prácticas productivas que violan normas ambientales "recién llegadas". Empresas turísticas, eléctricas, mineras, agrícolas y de extracción de materiales de construcción desde el lecho de los ríos han resultado difíciles de controlar. Pero, ese pobre control de actividades corrosivas para el medio ambiente no cuestiona la pertinencia del Ministerio, sino el ejercicio venal de la autoridad del Estado frente al delito ambiental. La respuesta no debería ser su eliminación pura y simple, sino elevar la presión pública en demanda del cumplimiento de la ley. A nadie se le ocurriría proponer – por ejemplo- la eliminación de la Policía Nacional como solución a sus fallas e incumplimientos.
La frustración con algunos nuevos ministerios, y el desmadre del clientelismo en la burocracia publica, no debería hacernos perder de vista cuestiones de sumo interés estratégico para el país, en tiempos de una vorágine de explotación y mercantilización de recursos no renovables y de procesos productivos o socio demográficos que ponen en peligro nuestro futuro ecológico.
El debate sobre el Ministerio de Energía y Mina debería enfocarse desde esas perspectivas de interés nacional, basado en la experiencia, pero sin prejuicios.