La República Dominicana ha estado atrapada por gobiernos que han priorizado políticas y acciones que les ofrezcan efectos mediáticos, aunque sólo alcancen efectos de muy corto plazo.
En la búsqueda de obtener presencia material, a través del tiempo, ha impulsado la estrategia de la construcción de obras de infraestructura, que si bien no contribuirán a la ampliación de las capacidades de los dominicanos y dominicanas, si inmortalizarán el nombre de su autor.
Es así que la construcción y reconstrucción de carreteras; obras faraónicas como el Faro a Colón y recientemente el Metro, se han llevado una parte importante del presupuesto nacional.
Luego están las acciones mediáticas que buscan crear lealtades, para lo cual priorizan acciones que personalicen la solución de los problemas que agobian a la ciudadanía. En ese sentido se inscriben los programas de asistencial realizados por la mayoría de las dependencias públicas, incluyendo el Congreso Nacional y la Policía Nacional.
La necesidad de que las gestiones gubernamentales generen cierto efecto en la población, ha llevado a la concentración de la inversión pública en los territorios con mayor concentración de población y por tanto de votantes. Es así que los emprendimientos económicos y el bienestar de los habitantes localizados fuera de Santo Domingo y Santiago son minados por la ausencia o precariedad de los servicios públicos.
No obstante, ser Santo Domingo y Santiago, las grandes aventajadas en términos de inversión pública, la búsqueda de quedar en la historia, a través de la varilla y el cemento han convertido estas dos ciudades en tremendas letrinas VIP, por los problemas cloacales, históricamente postergados.
En la actualidad la sociedad dominicana está inmersa en una nueva campaña electoral. Sepamos que pedir a nuestros futuros gobernantes, si más inmediatez o la perdurabilidad de un desarrollo que se disfrute en el presente y alcance las futuras generaciones.